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Sandra Lorenzano

01/04/2018 - 12:00 am

Delito de vida: Alda Merini

Leo estos versos de Alda Merini y, como ante toda su poesía, me estremezco. Me estremezco por sus palabras, pero también por la historia que encierran: la historia de quien ha estado en el infierno y ha regresado para contarlo. ¿Cómo se vuelve del infierno? ¿Qué marcas guardan para siempre la piel, la memoria? ¿Qué heridas invocan las palabras?

Para Emilia

Alda Merini. Foto: Especial.

He nacido el veintiuno en primavera
pero no sabía que nacer loca,
abrir los terrones
pudiera desencadenar una tormenta.
Así Proserpina leve
ve llover en las hierbas
en los gruesos trigos gentiles
y llora siempre cuando atardece.
Quizá sea su plegaria.

Leo estos versos de Alda Merini y, como ante toda su poesía, me estremezco. Me estremezco por sus palabras, pero también por la historia que encierran: la historia de quien ha estado en el infierno y ha regresado para contarlo. ¿Cómo se vuelve del infierno? ¿Qué marcas guardan para siempre la piel, la memoria? ¿Qué heridas invocan las palabras?

Alda Merini, una de las voces más importantes de la poesía italiana contemporánea, nació en Milán el 21 de marzo de 1931 (Sono nata il ventuno a primavera…).
Las imágenes la muestran en su cuarto, recostada en la cama, con collar de perlas y las uñas pintadas de rojo, acompañada por un piano, una máquina de escribir que nunca tuvo cinta –escribía usando papel carbónico-, frases y números telefónicos anotados sobre la pared y unas pocas fotos. Lee, habla, escribe, en el documental llamado “Una donna sul palcoscenico” [2]; cada tanto se pinta los labios y enciende un nuevo cigarro. “A mí el tabaco me alargó la vida”, ha dicho en algún momento.

Empezó a escribir poesía cuando era muy joven bajo el cuidado e impulso de poetas tan destacados como Giacinto Spagnoletti, Giorgio Manganelli, Eugenio Montale, Maria Luisa Spaziani y Salvatore Quasimodo. En 1953 publicó su primer libro, La presenza di Orfeo –Pier Paolo Pasolini inmediatamente subrayó la precocidad, la intuición literaria, y un sentido místico quizás alejado de lo religioso y cercano al erotismo de la “ragazzina milanese”-; a éste le seguirán Nozze Romane y Paura di Dio, cerrando así la primera etapa de la poeta. A ésta le sigue la tormenta.

…no sabía que nacer loca,
abrir los terrones
pudiera desencadenar una tormenta

Se trata de la imagen sórdida y angustiante del manicomio: durante veinte años ése fue el espacio en el que habitó con mayor frecuencia. Ni su matrimonio, ni sus tres hijas, ni sus relaciones amorosas posteriores, evitaron el horror de los tratamientos psiquiátricos, o los más de veinte electrochoques, o los larguísimos periodos de internación; pero tampoco minaron su fe en la capacidad liberadora de las palabras. El encierro en la “normalidad” le resultaba más intolerable que el encierro en el manicomio. “No soy una mujer domesticable”, escribió en alguno de sus aforismos.

Murió el 1 de noviembre de 2009. Foto: Especial.

De esta experiencia nacieron sus libros más intensos. Pienso, por ejemplo en La Terra Santa (1984) [3]:

La luna se abre en los jardines del manicomio,
algún enfermo suspira,
la mano en el bolsillo desnudo.
La luna pide tormento
y pide sangre a los internos:
he visto un enfermo
morir desangrado
bajo la luna encendida [4]
.

Ella mismo explicó su relación con el manicomio en el libro Reato di vita. Autobiografia e poesía (Delito de vida. Autobiografía y poesía):

“Yo que he visto la guerra, he encontrado que la paz del manicomio era la paz del Lager y que, como si hubiera sido judía, también yo me encontraba deportada. De ahí el título de mi libro La tierra santa. He aceptado el manicomio porque mi padre no creía en dios ni en los hombres. Pero una vez que uno está dentro tiende a imaginar el propio Paraíso fuera de aquellos muros. El manicomio es un descenso, paso a paso, al Infierno, es una entrada a la selva oscura…” [5]

Poesía y vida fueron entretejiéndose a lo largo de su obra: del amor desesperado de Delirio amoroso, a La vita facile -una obra en forma de diccionario con definiciones de experiencias personales-, pasando por Sogno e poesia, o sus obras religiosas Corpo d’amore, Poema della croce y Francesco, canto di una creatura. En cada página de los casi cien títulos que escribió -entre libros de poemas, aforismos, plaquettes, cartas y textos en prosa- está Alda Merini de cuerpo entero, con sus miedos y con sus deseos, con sus angustias y sus amores, con la piel enamorada y el alma libre.

Recibió el Premio Vareggio en 1996, el Premio Librex-Guggenheim «Eugenio Montale» en 1992, el Premio Procida-Elsa Morante en 1997, y Dario Fo impulsó su candidatura al Nobel.

Sin embargo, ni los premios ni el reconocimiento del mundo literario evitaron que terminara sus días casi en la indigencia, compartiendo el dinero que ganaba con sus amigos de la zona de Navigli en Milán. “Hay quienes lo necesitan más que yo”, decía.

¿Cómo se vuelve del infierno? Foto: Especial.

Murió el 1 de noviembre de 2009. Se dice que sobre su ataúd fueron colocados una rosa roja, una cajetilla de cigarros, la foto de su primer esposo y unos pocos euros reservados a Caronte para que la transportara a la otra ribera.

Yo estoy segura de que nada más sofocará mi rima,
el silencio lo he tenido encerrado años en la garganta
como una trampa de sacrificio,
ha pues llegado el momento de cantar
las exequias al pasado. [6]

Las exequias serán cantadas por la voz ronca de Alda Merini en versos que son a la vez luz y desgarramiento: nunca más el silencio encerrado en la garganta. Ése será para siempre su “delito de vida”.

He nacido el veintiuno en primavera había escrito en  Vuoto d’amore. Y cada año, en esa fecha celebramos a la vez el inicio de la “estación florida”, el Día Mundial de la Poesía y el cumpleaños de la “poetessa dei Navigli”, Proserpina leve que llora siempre cuando atardece. “No traten de agarrar a los poetas porque se les escurrirán entre los dedos.” [7]

 

[1] Título que he tomado del libro Reato di vita realizado por Merini gracias a la invitación del grupo de mujeres “Melusinas” con Luisella Veroli a la cabeza.

[2] “Alda Merini, una donna sul palcoscenico” (2009), dirigido por Cosimo Damiano Damato.

[3] La tierra santa. Traducción: Jeannette L. Clariond. Valencia: Pre-Textos, 2002.

[4] La luna s’apre nei giardini del manicomio, / qualche malato sospira, / mano nella tasca nuda. / La luna chiede tormento / e chiede sangue ai reclusi: / ho visto un malato / morire dissanguato / sotto la luna accesa.

[5] Reato di vita. Autobiografia e poesía. Milano: Associazione Culturale Melusine, 1994, p. 20.

[6] Io sono certa che nulla più soffocherà la mia rima, / il silenzio l’ho tenuto chiuso per anni nella gola / come una trappola da sacrificio, / è quindi venuto il momento di cantare / una esequie al passato. (de La terra santa)

[7] Non cercate di prendere i poeti perché vi scapperanno tra le dita.

Sandra Lorenzano
Es "argen-mex" por destino y convicción (nació en Buenos Aires, pero vive en México desde 1976). Narradora, poeta y ensayista, su novela más reciente es "El día que no fue" (Alfaguara). Investigadora de la UNAM, se desempeña allí como Directora de Cultura y Comunicación de la Coordinación para la Igualdad de Género. Presidenta de la Asamblea Consultiva del Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación).

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