Matar a AMLO

01/05/2017 - 12:00 am
“La historia de este país está plagada de balas, traiciones y conspiraciones que terminan en magnicidios”. Foto: Especial

“No lo van a dejar llegar”, “si gana Delfina, lo van a matar”, “antes lo matan que permitir que gane la presidencia”….

Estas y otras frases se escuchan últimamente en los pasillos sobre Andrés Manuel López Obrador, presidente nacional del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y sus posibilidades de llegar a Los Pinos.

No sería la primera vez que ocurre un magnicidio en México. El último no lo olvidamos. Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas, Tijuana, era asesinado el miércoles 23 de marzo de 1994 a las 19:12 horas. Sus propios compañeros de partido fueron involucrados en una trama para aniquilarlo. La mafia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y en particular del gran operador del sistema político, Carlos Salinas de Gortari, sigue estando en la memoria de este terrible asesinato que terminó con la posibilidad de cambio para México.

No es el único. Seis meses después del asesinato de Colosio, sería ejecutado José Francisco Ruiz Massieu el 28 de septiembre de 1994 saliendo de una reunión con diputados de su partido, el PRI. Como autor intelectual fue procesado Raúl Salinas de Gortari y finalmente exonerado en 2005. Ruiz Massieu, pretendía ser Presidente y obviamente tenía aspiraciones de cambio para México.

Mucho antes, el 17 de julio de 1928, fue asesinado Álvaro Obregón en el restaurante “La Bombilla”, en San Ángel. El cristero José de León Toral, miembro de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM) se hizo pasar por dibujante y al terminar su retrato, sacó la pistola y disparó. La conspiración y la traición estuvieron también presentes en este magnicidio. Después de 20 años, Excélsior publicó un reportaje con los resultados de la autopsia ocultados al pueblo, sobre los orificios de bala de diferentes calibres, incluso de armas de alto alcance, que había su cuerpo. Obviamente, Obregón representaba el cambio.

Ocho años antes, el 21 de mayo de 1920, fue asesinado Venustiano Carranza en Tlaxcalantongo, Puebla. El General Rodolfo Herrero con su grupo militar, lo traicionó y se encargó de disparar al jacal donde se encontraba durmiendo. Fue el hombre que promulgó la nueva Constitución el 5 de febrero de 1917 que cumplía con los anhelos revolucionarios.

Era la secuela del magnicidio de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, asesinados el 22 de febrero de 1913 en el Palacio de Lecumberri. Los militares encabezados por el traidor Victoriano Huerta consumaron la ejecución. El espíritu revolucionario de Madero no era bien visto por Estados Unidos y en esta conspiración se incluye al vecino país por medio de su embajador en ese entonces, Henry Lane Wilson, quien el autor intelectual del asesinato que cambió el rumbo de México.

Como pueden ver, la historia de este país está plagada de balas, traiciones y conspiraciones que terminan en magnicidios. Cada vez que México intenta avanzar en el combate a la abismal desigualdad entre ricos y pobres, cada vez, que este país tiene la oportunidad de generar cambios a favor de las mayorías y contra los privilegios de unos cuántos, la tragedia aparece en forma de magnicidio.

Así que no es de extrañar las recientes amenazas de muerte que ha recibido López Obrador. ¿Quién quiere ver muerto a López Obrador? ¿Quienes preferirían verlo muerto? ¿A qué grupo le interesa desaparecer de la faz de la tierra al líder político que encabeza las encuestas de preferencias para el 2018?

Obviamente los mismos que asesinaron a nuestros anteriores políticos reformistas. Son los mismos. La mafia del poder político mexicano siempre ha estado detrás de los magnicidios. Representan los mismos intereses. No les convienen los cambios que terminarían con sus privilegios. Pretenden seguir acumulado riqueza en base a un sistema de explotación con salarios miserables, minisalarios de hambre, para sostener su y acrecentar sus inmensas riquezas.

“AMLO en el estado ya te cargo la verga”, le advirtieron al líder de Morena en una manta que añadía: “Ni tu ni el puto de tu compadre Felipe el Ojos de tlauac (sic) no entran a la verga: La Familia Unida”.

¿Y quien es La Familia Unida? Analicemos un poco este mensaje de muerte dejado junto a una corona de flores cerca del ex convento de San Agustín en Acolman, a corta distancia del lugar donde López Obrador ofrecería su mitin con la maestra Delfina Gómez, candidata a la gubernatura del Estado de México.

¿Quiénes creen ustedes que son los componentes de esta “familia” mafiosa? ¿Quiénes son capaces de convertirse en familia y defender unidos sus intereses por encima de ideologías y colores partidistas?

Claro, la única “familia unida” que conocemos, es la familia mafiosa del poder político en México, esa familia unida que es capaz de presentar candidatos que aglutinen a los podridos partidos políticos del PRI, PAN, PRD, PVEM, PANAL y todas sus derivaciones.

¿Cuántas veces se han unido estos partidos para aniquilar las esperanzas de cambio de los mexicanos? Han sido capaces de elegir candidatos delincuentes, sabotear las elecciones, cometer fraude, comprar millones de votos, incurrir en todo tipo de crímenes, conspirar tramas de corrupción, traicionar sus propios ideales de partido, destruir políticas sociales, mantener los minisalarios, incrementar impuestos, estimular reformas nefastas para los ciudadanos, formar parte del saqueo del erario, robar a manos llenas, traicionar…. y tantas otras cosas más, con tal de mantener el poder y la riqueza en sus bolsillos.

Andrés Manuel López Obrador no es un candidato perfecto, pero es el candidato que lidera las preferencias electorales y eso efectivamente no gusta a los que ostentan el poder en este momento. Pero amenazarlo con asesinarlo no es aceptable en una democracia. No se vale. Ningún político debe ser amedrentado en México. Nadie merece ser hostigado por su labor. Ni mucho menos amenazado.

Pero todo indica que las elecciones del 2018 que podrían significar un verdadero cambio para el futuro del país, serán las elecciones del miedo. El estado mexicano no esta dispuesto a garantizar la seguridad para los candidatos.

En los últimos 10 años, 82 alcaldes y ex alcaldes han sido asesinados. Y en los últimos siete años, 30 candidatos fueron ejecutados. La violencia sigue manchando de sangre la democracia. Y así no se puede.

Demostremos pues, como ciudadanos, como electores, que no estamos dispuestos a dejarnos amedrentar. Demostremos que no tenemos miedo. Demostremos con valor, nuestro rechazo a la mafia del poder, votando; acudiendo masivamente a las urnas para por fin, cristalizar los anhelos reformistas y revolucionarios que requiere México y así cambiar nuestro destino.

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Sanjuana Martínez
Es periodista especializada en cobertura de crimen organizado.
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