Ciudad de México, 1 de agosto (SinEmbargo).- Algunos como Walter White ya se fueron irremediablemente de la pantalla, aunque nunca lo harán de nuestra memoria.
Otros, como el lánguido Don Draper, están a punto de expirar en la mitad del capítulo que falta de la séptima temporada de Mad Men y que veremos recién en el 2015.
No faltan los meros meros como Ray Donovan o Jax Teller para recordarnos que en la vida no siempre es bueno ser malo, pero sin duda es mucho más divertido que portarse bien.
El auge de las series es en el siglo XXI un fenómeno idéntico al que originaban las novelas en el siglo XIX: muchos lectores/espectadores amarrados a una historia por entregas y que propicia el suspenso y motoriza la ansiedad a límites extremos.
De las series, lo mejor son sus personajes masculinos, alrededor de los cuales generalmente gira la trama, sin por ello evitar caracteres femeninos de gran porte, como la malvada madre de Sons of Anarchy, magistralmente interpretada por Katey Sagal o la insoportable esposa de Walter White en Breaking Bad, Skyler, a cargo de la impresionante Anna Gunn.
A las espectadoras, que se han sumado en masa a las series de moda, no parece importarles el perfil tan varonil de los programas. Por el contrario, todas guardan en su corazoncito un latido para el antihéroe de turno, aficionadas como somos las mujeres –siempre según el cliché, claro está- a los malos del cuento.
Si en la primera mitad del siglo XX los protagonistas de cine y televisión se caracterizaban por su moral impoluta y su vida perfecta, siempre en el lado del bien, nuestros héroes posmodernos son rematadamente malignos, juegan a la ruleta rusa con la vida del prójimo y hacen cosas horrorosas, de las que no suelen arrepentirse.
Elegimos nuestros cinco favoritos, conscientes de que son muchos más los que por ahí pululan dejando sus huellas digitales en la escena del crimen. En la televisión del siglo XXI corresponde así honrar a la bestia para sentirnos como espectadores un poco más bellos cada día.
EL PROFESOR WALTER WHITE
El escritor español Agustín Fernández Mallo dice que es muy tramposo que los guionistas de Breaking Bad hayan elegido el apellido Heisenberg para el álter ego del profesor de química Walter White. Sobre todo porque qué culpa tiene el creador de la física cuántica al verse ligado con un químico del montón y luego tamaño criminal.
Así las cosas, es impresionante cómo en las pieles y en los huesos del genial actor estadounidense Bryan Cranston, White deja de ser el vecino de al lado para convertirse en un feroz y vengativo delincuente, sin duda el gran maestro de la manipulación.
La serie creada por Vince Gilligan tuvo a lo largo de sus cinco temporadas muchos puntos de inflexión en los que tomamos conciencia del verdadero h d p en que se estaba tornando nuestro gran antihéroe de Alburquerque, pero sin duda, cuando Walter deja morir sin compasión a la novia del pobre Jesse Pinkman entendimos de qué estaba hecha su sangre y su malicia.
EL INESTABLE JACK BAUER
Él hace todo en nombre de la patria y de la defensa de los valores occidentales y cristianos que ostenta el jefe de turno en la Casa Blanca.
Lo mismo tortura a un inocente que hace caso omiso de las reglas para llegar a un resultado determinado en una investigación. Cuando se trata de Jack Bauer el fin justifica los medios.
Por eso, los generalmente cuestionables empleados gubernamentales deben de pensar a menudo: – Ni como ayudarte, mano y eso explica que lo utilicen tanto, lo lleven al borde de la muerte en casi todas las escenas de 24 y luego ni siquiera le alcancen una medallita o un diploma que reconozcan sus servicios a la nación.
Jack Bauer, es decir, Kiefer Sutherland (después de nueve temporadas podemos darnos cierto derecho a confundir el actor con el personaje y viceversa) es muy conservador, muy derechista, muy perro del mal.
Eso sí, cuando algo malo nos pasa en la vida, ¡cómo nos gustaría que fuera él el que viniera a defendernos! Por eso ha regresado. Seamos honestos: no podemos vivir sin Jack Bauer.
RAY DONOVAN, MUY HIJO DE PAPÁ
No te salvas, Ray. Aunque en muchas de las escenas de la serie creada por Ann Biderman aparezca el malo malísimo de Jon Voight como un modo de explicar por qué su hijo, el que tanto lo desprecia, salió así, la verdad es que el matón encarnado por Liev Schreiber ha hecho suficientes méritos para ser considerado un verdadero hijo del mal.
Habla poco, mira fijo y es capaz de las maniobras más sucias para mantener limpios a sus clientes, generalmente actores de Hollywood ahogados por la cocaína o adictos al sexo duro.
Es un tipo con grandes problemas emocionales que desespera a la pobre de su esposa (al lado de un tipo así siempre hay una mujer desesperada) y protege a su manera a sus hijos y hermanos, aunque a menudo pareciera que está en otra parte, pensando en otra cosa.
Va por la segunda temporada y sólo un actor de la talla de Liev puede plantearse duelos verbales y escénicos con los tremendos Elliot Gould (su jefe) y su soberbio e impagable padre, un Jon Voight en su mejor momento.
DON DRAPER, TAN MALO NO ES
Es guapo guapísimo. Tiene un cuerpo dispuesto al pecado a cada instante y respira masculinidad a la usanza antigua. Cuando Don Draper pasa por ahí, las mujeres caen como moscas en la miel.
Pero su miel, sabemos, puede convertirse en cicuta y a veces, es decir, casi siempre, este débil emocional e inseguro encarnado exquisitamente por Jon Hamm (las malas lenguas dicen que sólo puede hacer este personaje) nos produce una ira de grandes proporciones en Mad Men.
Es verdad que no sale con un cuchillo o una pistola automática a sembrar la ciudad de cadáveres, pero tiene lealtades muy elásticas, es el dolor de cabeza de toda mujer que ansíe traspasar el muro emocional que ha construido a su alrededor y en los negocios, vamos, en los negocios es realmente temible.
A lo largo de seis temporadas y media nos la ha hecho pasar bastante mal y aunque en los últimos tiempos viene de capa caída, estamos tan pegados a su impermeable que cada vez que se hunde con él nos hundimos.
El final se augura funesto para Don Draper. Y lo lloraremos, claro. Además, ¡tiene que dejar de fumar!
LA TRAGEDIA DE JAX TELLER
No sabemos si el británico Charlie Hunnam hubiera sido un buen Christian Grey, pero aun cuando sus capacidades actorales no sean extraordinarias, hay que decir que amamos su manera de caminar como de costado, su voz a veces atiplada y esa ferocidad para matar cuando hace falta.
Si no viste la temporada seis de Sons of Anarchy no sigas leyendo esta nota. La tragedia del final, cuando Tara muere a manos de Gemma, explica todas las perradas anteriores que se ha mandado el príncipe de Charming.
Se pasa. Se pasa siempre. Como cuando le cortó los brazos al pobre negro para que le tomaran las huellas digitales y descubrieran su identidad (“Hubiera bastado con una huella en un papel”, le dice el ex comisario Unser), pero cada vez que hace entrada su malvada madre o su padrastro Clay Morrow se manda alguna, sólo alcanzamos a decir: ¡Pobre Jackie!
La séptima temporada de la serie creada por el genial Kur Sutter inicia el próximo 9 de septiembre y allí estaremos como siempre: cuidándole la espalda a nuestro muchacho.
