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Darío Ramírez

01/09/2016 - 12:00 am

Invitado indeseable

El error de Peña saldrá caro. Quién sabe qué habrá pensado pero lo que haya sido claramente no funcionó. En vez de lastimar al gigante bravucón, se le abrió la casa presidencial.

El error de Peña saldrá caro. Quién sabe qué habrá pensado pero lo que haya sido claramente no funcionó. En vez de lastimar al gigante bravucón, se le abrió la casa presidencial. Foto: Cuartoscuro
El error de Peña saldrá caro. Quién sabe qué habrá pensado pero lo que haya sido claramente no funcionó. En vez de lastimar al gigante bravucón, se le abrió la casa presidencial. Foto: Cuartoscuro00

En la víspera de la llegada de Donald Trump a México un fenómeno social resalta: Enrique Peña Nieto ha logrado hacer algo que une a los mexicanos. Hace tiempo que esto no sucedía. De hecho su poca aprobación en la sociedad es resultado de esa cadena de malas decisiones a lo largo de su sexenio. Hoy sabemos que la figura presidencial ha muerto.

Peña Nieto o es muy inteligente –y nadie lo estamos viendo- o es demasiado bobo por ponerse en una situación que no se ve cómo podría sacar provecho para México y para su legado presidencial poniéndole la mesa a Trump para que venga y se robe el show.

Tenía duda sobre si Peña tenía bien calculado la bravuconería de Trump. Es decir, su afán por decir cualquier cosa sin ninguna vergüenza o preocupación por el resultado inminente. Desde su primer discurso Trump ha abrazado e impulsado vehementemente el discurso de derecha –tan popular en los países más desarrollados, véase las últimas elecciones en Europa- fácil, descalificatorio, irreal, beligerante, reduccionista y xenófobo. Su apuesta claramente está irrumpir en el status quo y, como dicen en inglés, “shake the tree”. Lo que representa Trump no es una puesta en escena, es real y con ese lente tiene que ser tratado y presupuestado.

Trump tomó por asalto Los Pinos. Desde la residencia presidencial Donald Trump confirmó que lo más lacerante que ha propuesto –la construcción de un muro- sigue siendo parte fundamental de su plataforma. Lo preocupante es que ya se da por sentada la construcción del mismo. Pero Peña, según su Twitter, le dejó claro que México no pagaría por el muro. ¿Por qué no se lo dijo en su cara durante la conferencia de prensa? La respuesta es obvia. Como si eso fuera el tema central. El candidato republicano moderó la sesión de preguntas con periodistas norteamericanos mientras el presidente mexicano contemplaba. Como dicen en Estados Unidos: “one man show”.

El afán por romper el protocolo ya es una constante en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), también su forma de comunicar de manera deficiente. El hecho que se haya conocido a través de una filtración al Washington Post la invitación presidencial habla de la capacidad de Los Pinos para hacer las cosas correctamente. Todo se siente improvisado, y tal vez lo está. No comunicar la agenda, no ser claros con la intención y simplemente decir que se “buscará dialogar” es claramente insuficiente como justificación para conocer los motivos de la invitación de un personaje claramente hostil. Según información las invitaciones a los candidatos se enviaron de Los Pinos el viernes. Hillary Clinton contestó que veía con buenos ojos la invitación. Trump, el siguiente miércoles ya estaba rumbo a México. Todo esto en los albores del 4to Informe de Gobierno. La torpeza es infinita. Una de dos: o Trump impuso su agenda y decidió qué día venir, o Peña calculó –seguro mal- que tener al republicano a días del informe le convenía.

Es peligroso aparentar una falsa neutralidad –como país- ante las elecciones norteamericanas. No, no somos ni debemos ser neutrales. Porque simplemente no es lo mismo para los intereses de México quien gane. Es cierto que con cualquiera tendríamos que trabajar y dialogar como socios que somos, sin embargo, durante el proceso electoral es claro que carecemos, como país, de una posición congruente. Jugar a que nos pegan y ponemos la otra mejilla es una sandez. No abogo por ser irrespetuosos con procesos internos de un país, pero sí marcar una clara distancia ante repetidos embates electoreros que afectan el sentimiento y la imagen nacional. La aparente diplomacia que vimos con Trump y Peña solamente lavó algo de cara para el candidato republicano. Todavía no dice Los Pinos qué sacó de la reunión, más allá de crearle una plataforma ideal para la suavización de su discurso.

Nuestro Jefe de Estado está perdido. El tamaño de sus asesores es de ligas menores y los errores son constantes. La política de puertas abiertas para con el que nos ha tachado de violadores y rateros es inaceptable. Sus insultos son inaceptables. Y no seamos ingenuos, está en campaña y eso dice mucho, pero si aceptas los insultos sin reacción alguna el mensaje es claro. Trump no pide perdón porque sería deshacer su base electoral. No pide perdón porque cree en lo que dice desde aquel legendario discurso con el cual lanzó su campaña electoral. Pero el hecho irrefutable es que Peña lejos de defendernos de las críticas trumpeanas, se quedó contemplativo mientras Trump marcaba la agenda y afirmaba que tiene gran respeto por algunos mexicanos trabajadores que él tiene empleados. Eso somos, sus empleados.

El error de Peña saldrá caro. Quién sabe qué habrá pensado pero lo que haya sido claramente no funcionó. En vez de lastimar al gigante bravucón, se le abrió la casa presidencial. En vez de enfrentarlo con señalamientos claros, se le tendió un escenario amable para que brillara. Peña no tiene la altura para enfrentar a Trump. Repito, su falsa neutralidad ante lo que sucede en el proceso electoral de Estados Unidos es peligrosa. El error no fue invitarlo. El error consta en no haberlo enfrentado.

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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