Niños yucatecos optan por la música para salir de sus comunidades

02/03/2015 - 8:12 am

Valladolid, Yuc. 2 Mar (Notimex).- Ixil es una comunidad maya, ubicada a unas tres horas de Valladolid, cerca de Progreso, de ahí son originarios nueve chicos de entre 12 y 22 años que al subir al escenario se transforman para contarle al público con sus instrumentos sobre su pasión por la música y su amor por la naturaleza.

Se dieron a conocer como los Niños tamborileros de Ixil, pero ya no todos son niños y deben empezar a pensar en otro nombre que los identifique en los eventos a los que son invitados, como este domingo, que participaron en el segundo día de actividades de la Gala Regional Maya, en el Parque Central “Francisco Cantón Rosado”, de Valladolid.

Llegaron hoy y hoy mismo se devuelven a su comunidad, pero no importa, para ellos ha sido una experiencia importante que los entusiasma y motiva a seguir tocando tambores, ocarinas, flautas, caracoles y palos de agua, que en conjunto remiten a sus raíces prehispánicas y al arraigo a la naturaleza que sobrevive de su cultura, la maya, esa que se niegan a perder.

Saúl tiene 18 años y es el líder, los presenta en el escenario, habla de las melodías y da pauta para que suene la música. En el repertorio figuran piezas de la tradición maya, que hablan de su tierra y de su gente, como “Ixil”, “El Tucul”, “Ixleña”, “Danza guerrera”, “Noche de ocarinas” y “Danzando con los alushes”.

Reciben los aplausos complacidos y bajan discretos del escenario; vestidos de blanco y casi todos descalzos recogen sus instrumentos porque el camión que los llevará de regreso a su tierra está por salir.

Antes, se dan tiempo para contar que aman la música porque les ha permitido salir de sus comunidades, conocer gente, lugares que de otra manera estarían vedados para ellos. Los recursos en sus sitios de origen no alcanzan para viajar pero tocar música los ha llevado a conocer varios municipios del estado.

Su sueño, dicen, es tocar su música en Chichén Itzá, ante su gente. Aunque también les gustaría llegar a la Zona Arqueológica de Tulum, y es que sus ambiciones no son tan grandes, no se miran como profesionales de la música, porque aunque quieren seguir tocando como grupo gracias a la amistad que los une, cada uno tiene en mente un camino diferente para su vida de adultos.

Francisco, quien es el más pequeño, con apenas 12 años, quiere estudiar Paleontología; Joaquín de 14 se mira como Químico farmacobiólogo; Genero le tira a la Arquitectura, mientras Saúl estudia ya Sistemas; Peregrina de 15 años quiere estudiar Diseño gráfico; Erik, de 18, es el más aventado y aspira a la carrera de Mecatrónica.

Para Adrián, de 16, la Arquitectura sería una buena elección, mientras que Claudia, la mayor, con 22 años, ha empezado la carrera de Educación especial; Patricia de 15, es la única que se mira dentro de la música y desea emprender estudios de violín.

Todos están conscientes de las dificultades económicas que esa preparación implica, por eso han hecho de la música una manera de apoyar en la manutención de sus estudios. La siguiente parte es ensayar todo el tiempo posible para ser buenos músicos y los sigan invitando a actividades artísticas y de culturas populares.

El tiempo acaba, deben ir a cambiarse y apenas unos minutos después, detrás del escenario de las Galas Regionales de la Identidad, desfilan contentos con sus instrumentos, las bolsas que llevan sus ropas blancas con las que suben al escenario, para volver a su realidad, la de una comunidad marginada donde apenas tienen lo indispensable para subsistir.

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