LAS PATRONAS RECIBEN A DIARIO EL PREMIO DE LOS MIGRANTES

02/09/2015 - 7:19 am

Bernarda, Lupe, Rosa, Julia, Norma, Doña Leonila, Tere, Lorena, Toña y Mariela, hoy no son sólo un grupo de mujeres que viven en La Patrona, región cañera y cafetalera de Amatlán de los Reyes, Veracruz; que tienen esposos, hijos, nietos, deberes.

Hoy, por la labor que realizan desde hace más 20 años, Las Patronas, como el mundo las conoce, fueron reconocidas en España con la nominación al Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2015, que este año premió la labor de la Orden de San Juan de Dios.

Estas mujeres trabajan a diario para que los migrantes que pasen sobre el tren o a pie por ese poblado veracruzano puedan llevarse algo de comida a la boca y, también, cariño, fuerza y ánimo para seguir en busca de su sueño.

Tanta es la costumbre que han tomado en su actividad, que ya escuchan cuando viene el tren, aunque falten 15 minutos para que el ferrocarril, mejor conocido como La Bestia, pase cerca del comedor “La Patrona”. Cuando eso sucede se gritan unas a otras: “¡Ya viene el tren!”. Y salen a la velocidad que les permite el camino empedrado, con carretillas donde llevan botellas de agua, las rejas con los “lonches” y costales con suéteres, playeras y pantalones…

Su recompensa, dicen, es el “gracias madre” que les devuelven hombres y mujeres cuya única ilusión –la que les quitaron sus gobiernos– es trabajar en un lugar seguro y darle un poco de alivio a sus familias.

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Las Patronas, listas para ayudar todos los días a los migrantes mexicanos y centroamericanos que viajan en La Bestia. Foto: Cuartoscuro

Ciudad de México, 2 de septiembre (SinEmbargo).– El tren no se detiene en La Patrona, una localidad situada en la región de las Grandes Montañas al centro de Veracruz, pero algunos maquinistas bajan un poco la velocidad. Las mujeres –de entre 35 y 60 años– se colocan al filo de las vías. Al momento en que el tren se acerca, las mujeres se van preparando, emocionadas comienzan a gritar: “¡Comida, comida!”. Y los migrantes empiezan a asomarse: “Aquí, madre, aquí”, “muchas gracias, madre”, “Dios las bendiga”, dicen los que llegan… y se van en segundos.

A pesar de la realidad de quienes van en el tren y de quienes entregan comida, todo esto sucede con grandes sonrisas en los rostro de ambos.

Esta labor les ha cambiado la vida. Les ha dado a cambio la oportunidad de conocer mucha gente y otros países; visitan universidades, las buscan periodistas  y voluntarios de todo el mundo que quieren conocerlas y ayudarlas. Son un pequeño fragmento de esperanza que las y los migrantes saben que encontrarán a su paso por La Patrona.

Para ellas, los premios son sinónimo de responsabilidad y compromiso con los migrantes, sea cual sea su origen. Saben que en los últimos 10 años, el territorio mexicano es el infierno para cada una de las personas que cruzan por aquí con el objetivo de llegar a Estados Unidos, derivado de la guerra que Felipe Calderón Hinojosa declaró a los cárteles de la droga durante su sexenio (2006-2012). Desde entonces, la figura del migrante se convirtió en otro objetivo para la delincuencia organizada y ahora, en el Gobierno de Enrique Peña Nieto, esa idea se ha reforzado.

Saben también que el Plan Frontera Sur, implementado por la actual administración en julio de 2014, no ayudó a esta población vulnerable y sólo modificó su trayecto,  ya que al impedirles subir al tren conocido como La Bestia, las personas no dejaron de migrar sino que ahora van a pie.

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La entrada a la comunidad. Foto: Daniela Barragán, SinEmbargo
La entrada a la comunidad que pertenece al municipio de Amatlán de los Reyes. Foto: Daniela Barragán, SinEmbargo

Una mañana de febrero del año de 1995, en la primera calle de La Patrona, está la casa de la familia Romero Vázquez, presidida por Doña Leonila y Don Chóforo y que la terminan de integrar sus cinco hijas y sus dos hijos. Siempre han vivido aquí; en esta pequeña localidad veracruzana, nacieron y crecieron escuchando el ruido que provoca el tren a su paso.

Bernarda y Rosa, las hermanas de mayor edad, salieron a comprar pan y leche para el desayuno de la familia. Al regreso del mandado, pasó el tren, y ellas no lograron cruzar las vías. El tren como siempre iba rápido, pero ese día pusieron más atención en esas personas que viajaban colgadas en él. Siempre se habían preguntado quiénes eran esas personas y la posible razón por la qué viajaban así.

Pasó la máquina y algunos vagones; los hombres que iban montados en el tren las miraban y les pedían comida, iban alrededor de 15 regados en los vagones. Ellas se voltearon a ver, comenzando a dudar sobre lo que tenían qué hacer. Vieron los rostros de esas personas que no les pedían dinero, sino pan, leche de la que llevaban en las manos. Rosa, dijo “pues ya. Hay que darles”. Bernarda asintió y comenzaron a aventar leche y pan, alcanzó para pocos. Escucharon un “gracias, madre. Que dios te bendiga”.

Bernarda recuerda de ese día: “pasó un primer vagón, iban cinco personas, más o menos. A la mitad del tren pasaron otros cinco y también gritaban que tenían hambre. Al final, venían siete personas y gritaron lo mismo. Yo aventé la leche y las dos aventamos nuestras bolsas de pan”.

Se fue el tren y caminaron a su casa. Al llegar y verlas con las manos vacías, doña Leonila, les preguntó por el mandado que no traían. Ellas comenzaron a explicarle lo que había sucedido, que el desayuno del día se lo dieron a las personas del tren.

Pensaron que doña Leonila iba a regañarlas, pero les respondió que no había problema alguno, que sólo imaginaran de dónde podría venir esa gente, si traen sed y si tienen hambre. Empezaron a platicar y finalmente, les dijo que estaba bien lo que habían hecho, porque en casa, al menos ya todos habían desayunado un plato de frijoles calientes.

La acción que realizaron y el gusto que causó en la casa de la familia no llegó a ser sólo una anécdota, sino que la emoción las condujo a querer hacerlo de nuevo, cuestión que se contagió a las hermanas más pequeñas. Se pusieron de acuerdo para repetir la acción aunque sea una vez más. Así, el “lonche” siguiente consistió en unos taquitos de frijol y en lo que había sobrado de la comida del día anterior; la espera del siguiente tren estuvo llena de emoción y desesperación, querían que no tardara en pasar y de que sus pasajeros externos vinieran con ganas de comer…

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A casi 20 años de aquel día, el grupo de Las Patronas, ha pasado por varias etapas de organización, por sucesos que han marcado sus vidas con alegrías, tristezas y tragedias. No imaginan un día en el que no estén para sus migrantes, listas para ofrecer el “lonche” de tortilla, arroz y frijol.

Las Romero Vázquez no fueron indiferentes desde el momento en que dieron comida a los hermanos migrantes desde ese día hasta hoy, hasta mañana y hasta el siguiente año. Ahora, ellas son un grupo que no sólo está formado por las hermanas, es un proyecto que está por completo consolidado y que se ha convertido en un referente de solidaridad y al mismo tiempo son un estandarte en la defensa de los derechos humanos de los migrantes.

Bernarda Romero Vázquez

Foto: Daniela Barragán, SinEmbargo
Bernarda piensa en cuántos días han pasado los migrantes sin comer, y se reconforta al saber que la comida que ellas preparan les va a caer bien, les va a gustar. Foto: Daniela Barragán, SinEmbargo

“Jamás pensé que pasaría todo esto. Yo lo único que quería era ayudar a esas personas que viajaban en el tren, darles comida y agua, eso era todo”.

“Todos los días son diferentes; hay veces que el tren pasa con poca gente o no trae, o días en los que viene con muchos ahí trepados. Son diferentes los trenes y la gente. Me siento satisfecha desde antes de que llegue el tren, porque veo la comida empacada, ya lista para entregarla: me imagino cuántos días han pasado sin comer, y que la comida que preparamos nosotras les va a caer bien, les va a gustar”.

Julia Ramírez Rojas

Foto: Daniela Barragán, SinEmbargo
Ayudar a la gente, dice Julia, es algo que se siente. “Todos somos hermanos”, afirma. Foto: Daniela Barragán, SinEmbargo

“Cuando no estás en esto con el primer tren que te toca, te dan muchas ganas de llorar, ganas de no sé de qué. Esa primera vez que yo di comida, sentí que mi corazón se me rompía de ver tanta gente”.

“Es algo que sientes, todos somos hermanos, ellos salen desde su país y no sabemos si llegan o no. Los ves cuando pasan, ellos siguen su camino y ya nos vuelves a saber nada de ellos”.

María Guadalupe González Herrera

Foto: Daniela Barragán. SinEmbargo
Si vas a hacer algo, no esperes nada a cambio, dice María Guadalupe de su labor en apoyo a los migrantes. Foto: Daniela Barragán. SinEmbargo

“Yo creo en Dios; antes siempre iba a misa, pero ahorita he cambiado de pensamiento: creer en Dios no es sólo estar en la iglesia, eso, de algún modo te quita tiempo que puedes utilizar para ayudar al prójimo, como se dice en la palabra de dios”.

“Cuando yo di la primer botella de agua que yo llené, escuché ese ‘gracias madre, que Dios las bendiga’. Sentí muchas ganas de llorar y pensé en todo el tiempo que me pasé haciendo nada y con tan poquito estoy haciendo algo por una persona, que nunca me regresará algo, que era como decía mi papá: ‘si vas a hacer algo, no esperes nada a cambio’”.

Norma Romero Vázquez

Foto: Daniela Barragán, SinEmbargo
El día que hagas algo por alguien que no es de tu familia, ese día te cambiará la perspectiva de todo, afirma Norma. Foto: Daniela Barragán, SinEmbargo

“Desde 1995 no hemos parado. Los tiempos más difíciles fueron en 2011 y 2012, porque empezaron a suceder muchas cosas. Antes empezábamos a escuchar que desaparecían a los migrantes, pero lo sentíamos como algo muy lejano, pero actualmente es el pan de cada día porque siempre escuchamos de asaltos, golpes y eso nos preocupa mucho, porque son personas que por el simple hecho de abandonar su país de origen ya vienen sufriendo muchísimo”.

“Ellos dejan a su familia e hijos y no es nada fácil. Ellos salen y no saben si van a regresar. Ellos no saben si dormirán en una cama por lo menos o si en la calle, no se sabe nada de ellos.

“Tenemos que meter la mano, hacer algo por alguien. El día en que aportes algo por una persona que no conozcas, que no sea de tu familia, ese día te cambiará la perspectiva de todo”.

Lorena Aguilar Hernández

Daniela Barragán, SinEmbargo
Realizarse como mujer no es sólo casarse y tener hijos, sino las experiencias y el gusto por la vida, asegura Lorena. Daniela Barragán, SinEmbargo

“La realización como mujer no se limita a si estás casada y tienes tantos hijos, sino a las experiencias y al gusto por la vida”.

“Los martes me toca hacer la comida. Pienso que todos los días son buenos, hay unos en los que hay mucho trabajo y tienes que guisar 20 kilos de arroz y 20 kilos de frijol. Si el segundo tren también viene muy lleno, hay que volver a guisar otro poco, además lavar los trastes, las ollas y es muy cansado. El trabajo de todo el día tiene que irse en poco tiempo, segundos en los que los muchachos pasan colgados al tren y te dan las gracias, sabes que pudiste con esfuerzo y trabajo darles de comer, sabes que hiciste algo bueno por alguien en este día de tu vida”.

Mariela Nájera Romero

Daniela Barragán, SinEmbargo
Los migrantes son personas que arriesgan todo por su familia y vale la pena ayudarlos, dice Mariela. Daniela Barragán, SinEmbargo

“Quizá se ve fácil, pero cuando estás ahí, te das cuenta que no lo es. Te tiemblan los pies y si el tren viene duro, del choque de las manos te llevas algún golpe o un rasguño, pero con el tiempo aprendes a pararte y a cuidarte bien”.

“Hay mucha gente que dice que los migrantes son malos, rateros, que son borrachos y que sólo suben y bajan en el tren por gusto, pero no es así. Un migrante es aquel que te pide de comer, que le des descanso, un migrante jamás te va a pedir dinero. Son personas que arriesgan todo por su familia”.

Rosa Romero Vázquez

Daniela Barragán, SinEmbargo
Los migrantes nos dan fuerza y nos hacen ver lo mucho que Dios nos ha regalado, reflexiona Rosa. Daniela Barragán, SinEmbargo

“A través de los golpes de la vida, como mujer empiezas a valorar más las cosas, aprendes a ver la necesidad de las demás personas y te das cuenta que hay quienes la pasan peor que tú y aún así, ellos van caminando, felices, en busca de una mejor vida. Eso, la fuerza de los migrantes nos sirve para darnos fuerza a nosotras mismas, de ver lo mucho que Dios nos ha regalado”.

“Espero gozar siempre de fuerza y salud, y aquí siempre estaré ayudando a los migrantes”.

María Antonia Romero Vázquez

Daniela Barragán, SinEmbargo
María Antonia afirma que Las Patronas le dan a los migrantes una pequeña oportunidad, porque aunque a ellas no les sobra el dinero “no estamos mal”. Daniela Barragán, SinEmbargo

“De los migrantes que se quedan aquí [en el comedor] nos platican cómo está la situación en sus países, muy difícil, la pobreza que se sufre. Y además, todo lo que pasa en el camino, cómo de repente se quedan dormidos un segundo, se caen y el tren los parte a la mitad”.

“Ahora sé que ellos sólo vienen buscando algo mejor en este país, deseando llegar a Estados Unidos. Aquí les brindamos una pequeña oportunidad, que sientan que hay gente que los quiere y los apoya, porque aunque aquí no nos sobra ni la comida ni el dinero, no estamos mal”.

Daniela Barragán
Es periodista por la UNAM, con especialidad en política por la Carlos Septién. Los últimos años los ha dedicado al periodismo de datos, con énfasis en temas de pobreza, desigualdad, transparencia y género.
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