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Economía de la manipulación: cómo el 1% se enriquece engañando al otro 99%

02/10/2016 - 12:00 am

¿Por qué siempre hay chicles cerca de las cajas de los supermercados? La causa es la misma que subyace en la crisis financiera de 2008, la corrupción política y el hecho de que nunca llegues a fin de mes. Los premios Nobel de economía George Akerlof y Robert Shiller explican en su libro La economía de la manipulación cómo los embustes son los verdaderos motores de la economía.

Por Lucía Caballero, Yorokobu

Ciudad de México, 2 de octubre (SinEmbargo/ElDiario.es).–  La gran apuesta cuenta la historia de quienes manejaban los hilos en Estados Unidos cuando estalló la crisis en el mercado inmobiliario, allá por 2008: los bancos de inversiones que manipulaban a las agencias de calificación y a sus propios clientes, las agencias de calificación que engañaban con valores falsos o un gobierno indulgente que suavizaba la regulación y miraba para otro lado.

“Me acabo de dar cuenta de que hay una industria, llamada economía de consumo, que existe, básicamente, para timar a la gente” es una de las frases que Michael Lewis, autor del libro en el que se basa el film, pone en boca de Steve Eisman, el analista y asesor financiero que inspiró el personaje cinematográfico de Mark Baum.

Dos premios Nobel de Economía, que no viven en la ficción, sino en un escenario muy real, han llegado a la misma conclusión que Eisman. George Akerlof y Robert Shiller desmenuzan en su libro La economía de la manipulación –recientemente editado en castellano por Deusto− esa filosofía del “yo te defraudo, tú me defraudas” que hace girar el engranaje del capitalismo actual.

Una práctica de la que “cada vez somos más conscientes”, nos explica Shiller, sobre todo después de la crisis económica. Apunta que la desconfianza actual podría ser incluso exagerada. “Hay una tendencia a demonizar la banca, pero la gente piensa que su vecino o su primo banqueros son buenas personas”, asegura. “La mayoría de la gente, incluidos los banqueros, tiene sentido de la moralidad y la bondad”.

Ni Shiller ni su colega consideran malvados a los que, como Baum, se percataron de la “tormenta perfecta” que estaba por llegar en 2008 y decidieron lucrarse con la catástrofe. Apostaron porque los productos económicos con los que comerciaban los bancos de inversión –que escondían préstamos e hipotecas de alto riesgo– iban a desvalorizarse.

Estos individuos solo querían, como el resto, tomar un pedazo de pastel, aunque para ello tuvieran que manipular, engañar u ocultar información. Para describir esta estrategia, los autores reformulan el significado de phishing, el fraude informático. En el libro se refieren a él como “una manera de hacer que alguien tome una decisión que beneficia al defraudador, pero no al crédulo [que cae en la trampa]”.

La conducta se repite continuamente, en cadena, y no solo a nivel macroeconómico. Cada consumidor es un incauto manipulable. “El objetivo de cualquier empresario consiste en hacerte gastar dinero: producir tentaciones a las que no puedas resistirte”. Desde el cachorrito que te mira desde el escaparate de la tienda de mascotas a las chocolatinas y golosinas del estante junto a la caja del supermercado, pasando por las gangas de un concesionario: todo está diseñado para aprovechar tus debilidades y hacerte desenfundar la cartera.

Somos vulnerables, según los dos premiados, porque “nuestras decisiones están basadas en las historias que nos contamos a nosotros mismos sobre cada situación”, influidos por emociones y pensamientos. La meta de los vendedores, sean del tipo que sean, es saber manipular el cuento que nos autorrelatamos: “Cambia el foco de atención de la gente y cambiarás las decisiones que toman”.

En este entorno manipulativo, el equilibrio de mercado que predicaba Adam Smith tendría lugar, pero no en términos «de lo que realmente queremos”, sino en base a lo que compramos porque nos incitan a ello. Según explican Akerlof y Shiller, tenemos dos tipos de gustos, aquellos que nos llevan a tomar las decisiones que verdaderamente nos convienen y aquellos que impulsan nuestras decisiones reales. Y no siempre coinciden.

Imagen: Especial
Imagen: Especial

Estas elecciones sesgadas son en parte la causa de que nos cueste tanto llegar a fin de mes, incluso aunque el sueldo lo permita. “La mayoría de los consumidores terminan los meses o las semanas preocupándose por cómo van a pagar sus facturas, y frecuentemente fracasan”, dicen los autores. “Somos mucho más ricos de lo que éramos en los años 30, pero también tenemos más necesidades que los mercados han inventado para nosotros”.

Para ambos expertos, lo que en realidad rige la economía es el equilibrio manipulativo, basado en la premisa de que “si tenemos algún punto débil, alguien se aprovechará de él”. En términos mercantiles: “Cualquier posibilidad de obtener más beneficios de los habituales será aprovechada”. Si pueden timarte, lo harán, independientemente de que seas un individuo o una empresa.

Porque, para sobrevivir en el mercado, las compañías también basan su estrategia en los embustes. “Por desgracia, es algo necesario, porque sus competidores también lo hacen, hasta el límite que establezcan los reguladores y las cámaras de comercio”, señala Shiller.

Lanzan anzuelos a los consumidores, a los clientes, pero también engañan a su competencia. Los autores repasan en las páginas del libro casos como el de las farmacéuticas que manipulan a la FDA estadounidense y los políticos que hacen creer a los electores que son “uno del montón” pese a embolsarse cantidades ingentes de dinero.

Sin embargo, no buscan apuntar con su dedo acusador a los mercados ni a los consumidores. Las estafas, dicen, son inevitables “como consecuencia no de la maldad de las personas, sino del funcionamiento natural de la economía”. Y entre tanto lince especulador, admiten la existencia de héroes, individuos íntegros capaces de sortear las trampas para abogar por el bien común.

El objetivo de su libro, explican, no es revelar un nuevo paradigma económico, sino mostrar cómo la cultura del embuste soporta los cimientos de la economía moderna que “nos permite a los que vivimos en países desarrollados disfrutar de un nivel de vida que sería la envidia de generaciones anteriores”. Pero no nos engañemos, “también nos ha traído la manipulación”.

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