Author image

Ernesto Hernández Norzagaray

02/12/2016 - 12:58 am

Castañeda y el infame “valió la pena”

¿Valió la pena la Revolución? Para su respuesta resulta necesario dialectizarlas en la otra dimensión y con otra pregunta. Realmente le valió le pena a los gobiernos estadounidenses el bloqueo que existe hasta el día de hoy. Son las dos caras de una misma moneda.

¿Valió la pena la Revolución? Para su respuesta resulta necesario dialectizarlas en la otra dimensión y con otra pregunta. Realmente le valió le pena a los gobiernos estadounidenses el bloqueo que existe hasta el día de hoy. Son las dos caras de una misma moneda. Foto: Cuartoscuro
¿Valió la pena la Revolución? Para su respuesta resulta necesario dialectizarlas en la otra dimensión y con otra pregunta. Realmente le valió le pena a los gobiernos estadounidenses el bloqueo que existe hasta el día de hoy. Son las dos caras de una misma moneda. Foto: Cuartoscuro

Jorge Castañeda está semana apareció en las redes sociales con camisa negra y una expresión extrañamente compungida. Parecía que se le había muerto alguien muy cercano y eso lo tenía triste. Acababa de morir Fidel Castro y salía a la palestra pública para hacer un balance breve de la Revolución Cubana.

Y, luego, sin más preguntó al aire si habían valido la pena sesenta años de revolución para después terminar llamando al debate sobre los saldos y afirmar categórico que este debate lamentablemente no se celebraría en la Cuba sino fuera porque en la isla “no hay una radio, ni televisión libre”.

Obviamente, la pregunta no es académica, sino política, y eso sabemos en un artículo publicado el pasado lunes (“AMLO y Fidel: gigantes”) donde deja claro que para él ya está dicho todo, incluido el propio López Obrador.

El planteamiento del balance suena sugerente, incluso ya está en los medios de comunicación algunas veces con rigor las más emocionales, sin embargo ese debate no puede dejar estar presente el principal protagonista que es el pueblo cubano. Lo que digamos los de fuera será una visión no necesariamente objetiva y seguro permeada por el contrapunto que provoca la ausencia, el personaje y la misma palabra revolución.

Ya sabemos que están los defensores a ultranza, como también los críticos en la misma medida, de todo lo que representa Fidel Castro. Entonces, cualquier balance político pasará este rasero y habrá tantas interpretaciones como opiniones se pronuncien sobre el asunto a qué se convoca (en la FIL de este año algunos ya se pronunciaron).

Yo quisiera poner sobre la mesa la pregunta: ¿Podría haber sido la cubana una revolución liberal democrática?  Me temo que no. No tanto por los integrantes del Movimiento 26 de Julio, que era un grupo más bien pequeño de revolucionarios –nada que ver con las FARC, que tiene 14 mil efectivos en varios frentes regionales- con un propósito común que era derrocar a Fulgencio Batista y luego instalar un gobierno de corte nacionalista que atendiera los principales problemas de la isla (léase la defensa que hace Fidel luego del asalto al cuartel Moncada, donde desde un juzgado afirma que la Historia lo absolverá, y en el se puede ver inmediatamente que era un programa reformista).

No un nacionalismo de parapeto, sino un nacionalismo revolucionario, que en los años cincuenta proliferaban en América latina. Ahí están como recuerdo, pero también como inspiración, los casos emblemáticos y los gestos políticos de los generales Cárdenas, Velazco y Perón en México, Perú y Argentina, respectivamente. Y eso en el marco de la Guerra Fría, la bipolaridad y el macartismo era intolerable.

Entonces, para el Gobierno estadounidense resultaba urgente frenar todos estos intentos soberanistas bajo la acusación de que eran una avanzada del comunismo soviético en la región, como ocurrió en Guatemala con el derrocamiento de Jacobo Arbenz en junio de 1954.

Lejos estaba de ello el M-26 de Julio, como distante del PCC estalinista de Blas Roca, que estaba más cerca de Batista que de los “aventureros pequeño burgueses” de Sierra Maestra. Una posición que todavía sostuvieron los comunistas hasta el triunfo de la revolución cuando arreciaban los ataques estadounidenses directamente  o a través del exilio cubano instalado en Miami.

Hay que recordar que el único comunista en el M-26 de julio era Raúl Castro, quien era miembro de la Juventud Comunista el resto, repito, incluido Fidel, eran nacionalistas contrarios a la dictadura de Batista.

Dwight Eisenhower y luego Kennedy, pudieron haber abierto una puerta comunicación con el sector nacionalista moderado pero no lo hizo. Se fue con todo contra ellos. Promovió a través de la CIA la invasión de Bahía de Cochinos y varios intentos de asesinato del líder de la revolución.

Esto puso en una encrucijada a los revolucionarios y no había más que de dos someterse lo que evidentemente era inadmisible o plegarse a los designios de la Unión Soviética, que en esos años la dirigía Nikita Kruschev luego de la muerte de José Stalin en el invierno de 1953. Optaron no sin una fuerte oposición interna, como lo narra Carlo Franqui en su libro Retrato de Fidel en familia y de Cabrera Infante Vidas para leerlas. Pero la decisión estaba tomada. Y como siempre sucede en estas historias revolucionarias vino el dilema que sintetiza la máxima “todo con la revolución, nada fuera de la revolución”, que marcaría la historia de rupturas, exilios, traiciones y conversiones cubanas.

Entonces, esto nos devuelve a la pregunta planteada por Castañeda: Valió la pena la revolución y para su respuesta resulta necesario dialectizarlas en la otra dimensión y con otra pregunta. Realmente le valió le pena a los gobiernos estadounidenses el bloqueo que existe hasta el día de hoy.  Son las dos caras de una misma moneda.  Y cada una tiene su propia respuesta, pero una no se explica sin la otra. Cuba ha vivido en medio de asechanzas y ha logrado sobrevivir incluso invasiones promovidas desde Estados Unidos.

Esto no hubiera ocurrido de no haber tenido el liderazgo de Fidel Castro, un partido unificado y la voluntad del pueblo cubano. Hoy con toda la crítica sea justa o injusta, o ridícula porque hay quienes quieren hablar por su gente, es el más digno de Latinoamérica. Una cubana radicada en Mazatlán y crítica de la situación de su país un día dijo: “Hay una cosa, que tenemos que reconocer a Fidel, nos hizo un pueblo con mucha dignidad”.

En esa expresión se sintetiza todo los logros y es mucho sea para sostener el espíritu crítico dentro y fuera de su país.

En cambio, de Kennedy para acá, los Estados Unidos hicieron lo imposible por acabar con la revolución incluso con el trato suave de Obama. No lo lograron. La cubana es junto con la revolución vietnamita la mayor derrota que haya recibido el poderío económico y militar estadounidense. No se diga la incapacidad de hacer negocios durante casi seis décadas en la isla más grande de las Antillas mayores.

La respuesta a la pregunta de Castañeda, entonces, no puede ser parcial y explicar en clave exclusivamente cubana, sin considerar un entorno adverso que tiene una gran responsabilidad histórica en los rasgos negativos que sin duda tuvo y tiene la revolución cubana pero, además, cualquier balance no puede obviar sus logros indiscutibles.

En definitiva, los pasos que dio Obama buscando reestablecer puentes con La Habana fue el mayor esfuerzo de compensar las culpas históricas estadounidenses y ahora un cambio en la política externa de ese país hacia la isla, sería el regreso a las peores épocas de las relaciones cubano-estadounidenses, y será el pueblo cubano quien nuevamente saque su temple para enfrentar a sus enemigos.

Lo que es claro, es que fobias, como las de Castañeda nos acercan a la ideología del determinismo y nos alejan de la comprensión.

Vamos, para eso no era necesario vestirse de negro, ni haber arrugado la cara en su llamado.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas