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Jorge Alberto Gudiño Hernández

03/03/2018 - 12:00 am

Los peros de la UNAM

La autonomía que tanto se defiende ha permitido delitos que no podrían existir en otras partes del país, como la toma, desde hace años, del auditorio Justo Sierra dentro de la Facultad de Filosofía y Letras, pero, renunciar a dicha autonomía suena a un mal mayor, toda vez que llenaría de policías el campus y se caería en la tentación del autoritarismo.

En los últimos años, hemos sabido que el narcomenudeo ha crecido dentro de C.U. Foto: Cuartoscuro.

La semana pasada dos personas murieron en C.U., por un enfrentamiento entre narcomenudistas. Desde entonces, he leído y he escuchado varias voces manifestarse en torno a la problemática que esto implica. Sobre todo, por la defensa de la autonomía universitaria que impide que las autoridades policiacas entren al campus para defenderlo. El problema es tan complejo, que se puede seguir el hilo de las contradicciones en el mismo. Intentaré ir por partes.

La autonomía universitaria es uno de sus valores pero es necesario garantizar la seguridad de toda la comunidad.

Es cierto que, desde hace décadas, se vende y se consumen drogas en el campus pero la violencia se ha ido acrecentando.

Una visión conservadora sostiene que dicho consumo debería prohibirse con contundencia pero, lo cierto, es que muchos universitarios de la UNAM, como los de todas las instituciones educativas del país de nivel superior, consumen drogas. Es un asunto de juventud, rebeldía y la necesidad de probar lo prohibido.

En los últimos años, hemos sabido que el narcomenudeo ha crecido dentro de C.U., y que varias bandas de traficantes tienen algo parecido a puestos fijos o personas conocidas con las que se puede conseguir casi cualquier droga. Esto parece condenable pero si hay mercado es imposible que desaparezcan los vendedores. El mercado está compuesto, en su mayoría, por estudiantes.

La autonomía que tanto se defiende ha permitido delitos que no podrían existir en otras partes del país, como la toma, desde hace años, del auditorio Justo Sierra dentro de la Facultad de Filosofía y Letras, pero, renunciar a dicha autonomía suena a un mal mayor, toda vez que llenaría de policías el campus y se caería en la tentación del autoritarismo.

Hay quien sostiene que hubo dos muertos que no habrían sido tales de haber una autoridad armada dentro de las instalaciones pero, por otra parte, también hay voces que aseguran que, de haber sido así, hoy estaríamos hablando de más muertos. Baste con pensar en el ejemplo estadounidense.

Hay radicales que culpan a los consumidores en el entendido de que, desde la guerra contra las drogas, cada que alguien compra droga está financiando las balas, pero, también es cierto que la estrategia ha sido fallida y que la legalización de ciertas sustancias bien podría ser la solución.

Se ha llegado a ejemplos casi caricaturescos: un sujeto es sorprendido en flagrancia cometiendo un crimen cerca de C.U. Huye y se refugia en el campus, las autoridades no lo pueden seguir, es verdad, pero tendrá que salir en algún momento. El problema es que no lo esperarán y, quizá, prefieran olvidarlo a perseguirlo.

Al margen de la discusión en torno a si se legalizan o no las drogas, lo cierto es que, de momento, el tráfico constituye un delito y debería perseguirse, pero volvemos al asunto de los jóvenes y el puritanismo.

Esta discusión dicotómica podría seguir indefinidamente. Pensando sólo en la UNAM, el problema que enfrenta es mayúsculo, ya sea por la autonomía, ya porque tiene un campus abierto y libre a la circulación de quien así lo desee, ya porque, de momento, no se puede enfrentar a los narcomenudistas con la fuerza del estado, ya porque el personal de seguridad no cuenta con los recursos para hacerles frente, ya porque no es deseable que haya una balacera dentro del campus, ya porque no basta el llamado moral de las autoridades universitarias, ya porque el consumo no va a desaparecer y, tampoco, quienes se aprovechen de esa demanda.

Es cierto que la misma universidad bien podría sumarse a la causa de proponer soluciones bien argumentadas que resuelvan el problema a nivel nacional pero eso lleva años de debates e implementación. Lo grave, entonces, es que la suma de todos los peros abona mucho a las discusiones pero no soluciona mucho. Peor aún, el enfrentamiento de la semana pasada sienta un precedente que, para los pesimistas, no es sino el inicio de algo que podrá ser mucho peor. Ojalá el consejo universitario y las grandes mentes que habitan en ese campus encuentren una pronta solución. Ojalá, también, se encuentren los arrestos necesarios para llevarla a buen término. Ojalá.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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