Investigación

¿Obreros sin derechos? Por los sindicatos paleros: Académicos

03/05/2016 - 12:05 am

La pérdida gradual de los derechos laborales de los mexicanos, que se agudizó de golpe con la aprobación de la Reforma Laboral de 2012, terminó de definir el sistema en el que las quejas de los trabajadores difícilmente podrán resolverse de manera colectiva, dicen especialistas. Problemas como el salario mínimo de 73.04 pesos diarios, trabajo temporal, la falta de prestaciones y de certezas a la hora de jubilarse son el día a día de la clase trabajadora. Las figuras sindicales ya no figuran como una vía para contrarrestar esas condiciones, coinciden: vendieron a los partidos las causas obreras.

Ciudad de México, 3 de mayo (SinEmbargo).– Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el derecho de los trabajadores y empleadores de crear organizaciones propias o afiliarse a las existentes es parte integral de una sociedad libre y abierta, y estas organizaciones, en muchos casos, han desempeñado un papel importante en la transformación democrática de sus países.

En la historia del sindicalismo mexicano, la lucha trabajadora obtuvo una victoria al plasmar las demandas del Partido Liberal Mexicano (PLM) en la Constitución de 1917 y en el Artículo 123, que estableció –entre otros– que toda persona tiene derecho al trabajo digno y socialmente útil; que tanto los obreros como los empresarios tendrán derecho para coligarse en defensa de sus respectivos intereses, formando sindicatos o asociaciones profesionales, y que las leyes reconocerán como un derecho de los obreros las huelgas y los paros.

La figura sindical pasó a formar parte del engranaje del Estado, en el que estaba al mismo nivel de decisión que la figura patronal, estableciendo objetivos conjuntos. Las primeras demandas se centraron en el tema salarial y avanzó hacia la acción política, logrando garantías como protección al despido injustificado, garantías de estabilidad laboral, prestaciones de salud y vivienda, y acceso al poder político.

De acuerdo con Sergio Sánchez Díaz, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología (CIESAS), el poder de los sindicatos mexicanos se perdió a causa de los arreglos corporativos.

Con él coincide Enrique de la Garza Toledo, profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), quien afirma que el sindicalismo que surge de la época de la Revolución Mexicana nació independiente y siguió así hasta que en la década de los 30 la Confederación de Trabajadores de México (CTM), la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC) y la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) firmaron un convenio con del Estado, episodio que se conoce como el Pacto Corporativo.

Los primeros resultados de esa unión fueron algunos contratos colectivos, leyes del seguro social y de vivienda, y en general, mejores condiciones. “No ganaron nada luchando, fue a cambio de someterse políticamente al partido del Gobierno, que durante décadas fue el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Los trabajadores se dedicaron a apoyar las políticas del Gobierno y a estar de su lado”, comentó el académico de la UAM en entrevista con SinEmbargo.

En la década de los 70 se abrió el camino al neoliberalismo, política económica instaurada en el Gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado en 1982. Los beneficios para los sindicalizados se acabaron y devinieron sólo retrocesos en términos de salario y de los otros logros alcanzados, pero aún así, a pesar del deterioro de sus derechos, los sindicatos no se revelaron.

“¿Por qué mantener ese Pacto si no les convenía? La respuesta es que en México, los sindicatos nunca tuvieron democracia. Así, los únicos que mantuvieron esas ventajas fueron los líderes sindicales y nace la paradoja de líderes ricos con trabajadores pobres”, señaló De la Garza.

La implementación de la política neoliberal, transformó los centros de trabajo, con privatizaciones, aparición de la flexibilidad del trabajo –pago a destajo o contratos temporales– y despidos masivos.

De acuerdo con Sánchez Díaz, el neoliberalismo triunfó: quitó instrumentos de organización, acabó con la colectivización de las demandas laborales, la sociedad ve como “malos” a los sindicatos y hoy los jóvenes, difícilmente tienen la posibilidad de organizarse o ni siquiera lo contemplan.

“Los sindicatos mexicanos fueron marginados del desarrollo neoliberal. Se les vio como una traba a la modernización económica, porque el neoliberalismo cuestiona la existencia de los sindicatos. Se instauró este sistema en México y en seguida entró en conflicto con los sindicatos, porque se trata de desmantelar el modelo proteccionista de los trabajadores”, comentó el investigador también en entrevista con este medio.

Dentro de este modelo económico que choca con la figura sindical, hay también una relación de dependencia. Grandes sindicatos, por décadas han estado ligados al Partido Revolucionario Institucional (PRI).

El doctor Víctor Manuel Muñoz Patraca, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), encuentra dos bandos: “Un sindicalismo que se burocratizó y que no permitió la organización de otro tipo de grupos sindicales, más amplios y plurales. Y los otros, los ‘leales al Gobierno’ que cayeron en excesos de abusos a la empresa. No fueron lo suficientemente flexibles para poder acatar los intereses y necesidades de la empresa; ahí está el caso de Pemex, que ejemplifica varios vicios. Pero en general son una organización: implica una burocracia, un gobierno de pocos que está sobre la mayoría”.

Según la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), existen 2 mil 682 organizaciones de trabajadores conformadas en sindicatos, federaciones y confederaciones, frente a 51 millones personas ocupadas y 4 millones subocupadas. De acuerdo con estimaciones del Centro de Reflexión y Acción Laboral (Cereal), sólo un 16 por ciento de la población asalariada pertenece a una organización sindical, de las cuales el 15 por ciento están afiliadas a sindicatos “charros” y sólo 1 por ciento a “independientes”.

Foto: Luis Barrón, SinEmbargo
La marcha del 1 de mayo pasado por las avenidas de la Ciudad de México. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

LOS SINDICATOS DEL PODER

La historia de las tradicionales confederaciones ha estado ligada al PRI, pero no son las únicas. Sucede lo mismo con otros sindicatos de diferentes gremios. “Esta relación no ha sido para proteger o defender a los trabajadores. Los sindicatos, para los partidos, son votos”, señaló Sánchez Díaz.

Ejemplos hay: Elba Esther Gordillo, siendo líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) mostró abiertamente su apoyo a los gobiernos en turno, independientemente de si fue el PRI o el Partido Acción Nacional (PAN). Más recientemente, un reportaje publicado por Vice News en Español, documentó el acarreo de votos de miembros del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM), conformado en su mayoría por trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

De acuerdo con el reportaje, cada uno de los 70 mil afiliados tendría que haber convencido a 10 personas más para votar por Enrique Peña Nieto en las elecciones federales de 2012.

Hicieron uso de los trabajadores “con capacidad para ‘transmitir ideas y motivar’, a fin de generar los votos necesarios para el actual Presidente”. El documento fue elaborado en el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del sindicato. El plan dividió al país en cinco zonas, lideradas por personas allegadas a Víctor Fuentes Villar, líder del sindicato.

Está también el episodio conocido como Pemexgate: el desvío de más de mil millones de pesos  provenientes del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) y que fueron utilizados para financiar parte de la campaña de Francisco Labastida, candidato del PRI a la presidencia en el año 2000.

El doctor De la Garza, sostiene que ahora, la necesidad de controlar a los sindicatos para tener votos, pasó a segundo plano y actualmente se hace con el fin de tener control en los centros de trabajo para impedir que el posible descontento obrero se desborde.

En el contexto de estas relaciones está la realidad de los trabajadores mexicanos. Una de las principales demandas es la del salario, que en los últimos 10 años, ha tenido aumentos anuales de no más de 3 pesos; hoy se ubica en 73.04 pesos; la subcontratación es el 16.6 por ciento de los contratos en total, de acuerdo con el Inegi; las prestaciones como acceso a la salud, a la vivienda y a la educación se han reducido; y el derecho a la jubilación es sólo para la actual generación que podrá aspirar en algunos casos a retirarse con el 100 por ciento de su salario, mientras que para las nuevas generaciones, el Estado actualmente inculca la idea de que la pensión es resultado sólo del ahorro personal, como dice la campaña, “de ahorrar 10 pesitos al día”.

Tanto la STPS como el Presidente Enrique Peña Nieto hablan de un México sin huelgas y sin conflictos laborales como una ventaja competitiva de la mano de obra del país, evidencia del control que el Estado tiene sobre la organización obrera. Según De la Garza, la CROC, que es la segunda central sindical más grande del país, llegó a colocar anuncios en Los Ángeles, dirigidos a empresas trasnacionales en los que se podía leer que si contrataban a sus trabajadores, les garantizaban que no habría huelgas.

El número de huelgas reconocidas por esta Secretaría ha ido disminuyendo desde 2013, en que se registraron 13 mil 207 a 7 mil 155 en 2015. En cuanto a los juicios de procuración de justicia, en 2015 se registraron 15 mil 127, casi la mitad que en 2009, cuando 33 mil 849 casos, la mayoría por las condiciones generales de trabajo, despidos, medidas disciplinarias, pago de utilidades, pensión de trabajo riesgoso, prestaciones de Ley, por acoso y retención salarial.

Foto: Luis Barrón, SinEmbargo
Desde la Reforma Laboral de 2012, los trabajadores mexicanos han perdido más y más derechos. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

LA LUCHA DE LOS OTROS

Posterior a la Reforma Laboral de 2012, se han hecho públicos algunos casos en los que grupos de trabajadores han luchado porque les sea reconocido su derecho a los sindicatos. Está el caso de los jornaleros del Valle de San Quintín, el movimiento de trabajadoras domésticas o el de las y los trabajadores de las maquiladoras de Ciudad Juárez.

Sin embargo, en esos y otros casos, la opción de sindicato surgió luego de que se llegara a condiciones extremas de salario y explotación.

En este sentido, Sánchez Díaz se cuestionó, si se tiene que llegar a esos escenarios para recurrir a un sindicato. “Por lo visto, sí”, dijo.

El camino no es fácil. En la experiencia de esos casos, por ejemplo, los trabajadores de Lexmark, en Ciudad Juárez, Chihuahua, se enfrentaron a despidos, retención de salario y negación del registro de su sindicato; los jornaleros de San Quintín, de los que se señaló, tenían un atraso de 50 años en derechos laborales con sus pares en California, Estados Unidos, y la lucha que iniciaron más de 100 trabajadoras domésticas que integraron el Sindicato Nacional de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar que busca la firma de un contrato colectivo que les garantice los derechos establecidos en la Ley Federal del Trabajo.

El testimonio de Fidel Sánchez Gabriel, vocero de los jornaleros del Valle de San Quintín enfatiza en esta problemática: “Llevamos más de 40 años sin que pudiera existir un verdadero sindicato, propio de jornaleros agrícolas en el país. Ha existido por más de 40 años, también, la CTM, adherida a un partido político y hemos encontrado en el trayecto de nuestro camino que la CTM es un sindicato de protección patronal y que es necesario constituir un sindicato propio, donde los directivos del sindicato sean los propios jornaleros, que son los que conocen de fondo las verdaderas necesidades en nuestras áreas de trabajo. Es por eso que tomamos la decisión de constituir un sindicato independiente, nacional y democrático de jornaleros agrícolas”.

Los académicos consultados coincidieron en que la figura sindical atraviesa por una crisis de credibilidad y legitimidad, derivada de un “contubernio vergonzoso” con el Estado y porque la atención se enfoca en los líderes, que viven en condiciones muy diferentes que el resto de sus trabajadores.

“Hay una idea sembrada en la sociedad: los sindicatos son malos. ¿Qué es de un país que ve la figura sindical como algo negativo? Algo tremendo y esa imagen está muy extendida. Los sindicatos ya no entusiasman a nadie y es una muy mala época para ser sindicalista, aunque es absurdo y el resultado sea una fuerza de trabajo muy desprotegida, precarizada. Los jóvenes se tienen que olvidar de lo colectivo, de los sindicatos… tienen que luchar solitos”, agregó Sánchez Díaz.

Desde la perspectiva de De la Garza, las problemáticas no son sólo para los jóvenes con niveles educativos bajos, que son la mayoría, sino también para los que tengan nivel profesional. “Los salarios de los profesionistas en México son de risa. Ningún obrero, de los más bajos de Estados Unidos, gana lo que un profesionista aquí”.

La tendencia, agregó, es que se tiene que llegar a extremos para optar por un sindicato, esto como consecuencia de que ninguno de los partidos políticos se interesa realmente por la cuestión laboral, de tal manera que ninguno busca vincularlo, “como no hay ninguna fuerza política que encabece ese descontento, lo más probable es que este estalle de manera espontánea en los lugares más críticos y tal vez, en algún momento, se extienda”, comentó.

“A veces nadie quisiera aceptar, pero tuvimos que llegar al extremo como jornaleros. Estuvimos esperando muchos años. Los políticos cuando requieren de nosotros, somos visibles y después, cuando llegan al poder, somos invisibles ante sus ojos. Ahora nosotros tomamos la decisión de salir de abajo de la mesa y ponernos sobre la mesa. Pasamos de la sombra a la luz del mundo y seguiremos haciendo lo mismo, cueste lo que cueste y con consecuencia que traiga estaremos con el resto de los estados del país, donde está llegando el sindicato y se están formando secciones”, declaró Sánchez Gabriel.

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Daniela Barragán
Es periodista por la UNAM, con especialidad en política por la Carlos Septién. Los últimos años los ha dedicado al periodismo de datos, con énfasis en temas de pobreza, desigualdad, transparencia y género.
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