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Julieta Cardona

03/06/2017 - 12:00 am

Ser el último

pasé la mayor parte de mi vida pensando que ser el último era cosa de perdedores: ser el último en las pruebas de natación, o en las de velocidad, o en aprender los pasos de baile, o hasta ser el último en reír. pasa que en la escuela así nos educan: el último en terminar el ejercicio que el profesor puso en la clase es un burro: el bufón que ha de avergonzar incluso a su propia madre.

“Creaciones”. Por: David Herrera (@elespiral)

pasé la mayor parte de mi vida pensando que ser el último era cosa de perdedores: ser el último en las pruebas de natación, o en las de velocidad, o en aprender los pasos de baile, o hasta ser el último en reír. pasa que en la escuela así nos educan: el último en terminar el ejercicio que el profesor puso en la clase es un burro: el bufón que ha de avergonzar incluso a su propia madre.

y que ser el segundo es tan terrible como ser el último. que si vas a ser el segundo, mejor no seas nada, ¡perdedor!, ¡devuélvete a tu casa!, ¡lo hace mejor mi abuela!, ¡vaya manera de pagarle a tu tribuna, ingrata! así me criaron.

nos compramos tanto la idea de competirle al otro que jodimos, entera, la convivencia. nos tragamos, de una y sin masticar, la faramalla de ganar y perder, del mejor y el peor, del primero y el último.

repetimos todo eso de la sana, constructiva y estimulante competencia –en modo automático y hasta en modo avión– porque todo acto mezquino necesita una justificación digna y formulada y decir que nosotros no somos mediocres conformistas no basta.

la cosa es que ayer, mientras me sucedía ser la última en algo que ni siquiera se trataba de ganar, confieso que tantos años de competencia no me prepararon para sentir una derrota inminente. qué pensarán de mí mis magnánimos y estrictos exentrenadores, de saber que a la par de mi ego herido experimentaba tremenda carga de libertad porque no pasó nada mientras la hecatombe de mi derrota: no cayeron más rápido las estrellas, ni me tragó la tierra, ni se partió el mar en cuatro, ni rompí en llanto. nada: sucedió la nada.

me rendí, ¿pues qué otra sensatez comete alguien que se ha perdonado por ser la última?

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