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Julieta Cardona

03/12/2016 - 12:04 am

Treinta

Cumplí treinta. Tengo menos cosas y menos amigos. Me despojé de lo primero para sentirme más liviana y me quedé con un poco de lo segundo porque nos cansamos de empujarnos –unos a otros– hacia ideas en las que no creíamos. Yo me sentía burda yendo a sus celebraciones que asumía inútiles y ellos se sentían austeros por sentarse en mi sala a tomar vino en vasos de vidrio reciclados.

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Luz y sombra. Guerra y paz. Cuerpo y espíritu. Arriba y abajo. Cielo, tierra, mar y todo, todo lo que quema. Foto: Especial.

Cumplí treinta. Tengo menos cosas y menos amigos. Me despojé de lo primero para sentirme más liviana y me quedé con un poco de lo segundo porque nos cansamos de empujarnos –unos a otros– hacia ideas en las que no creíamos. Yo me sentía burda yendo a sus celebraciones que asumía inútiles y ellos se sentían austeros por sentarse en mi sala a tomar vino en vasos de vidrio reciclados.

Hace unos días cumplí treinta. Abrí mi billetera y sin pensarlo tanto salí de mi departamento y agarré carretera rumbo al lugar donde nací. No es la gran distancia, ni tan poca, serán ochocientos kilómetros. Recorrí del centro al norte y corté al país en dos. Atravesé el mapa sintiendo una rara necesidad por cubrir todas mis fugas y volverme una.

Me gusta esa ciudad. Siempre huele igual a la última vez: cada olor de llegada es la estela del viaje anterior. Huele a harina, a sol con limón, a charro, a sombrero, a leña. A mis padres destinándose. A mis abuelos también. A mi pasado. A veces a sierra, a veces a desierto. A brisa cuando hace frío. Huele a manzana, a arroyo, a jorongo. A un montoncito de recuerdos momificados. A mi pasado.

Soy necia, cobarde, mezquina, alevosa. Quería volverme una y me interné en la sierra y dentro de sus montañas en un llanto ahogado y dentro del sollozo en un trance indulgente. Me contemplé con quietud. También soy vulnerable, austera, frágil. Soy muy frágil. Soy magnesio, sodio, potasio, carbono, nitrógeno, calcio, oxígeno, fósforo, hierro, yodo, arsénico, litio, hidrógeno. Tengo fugas. Quizá siempre tenga fugas.

Por eso decidí rendirme también por fuera: hincarme para que la tierra me tragara las rodillas. Y quizá tenga que rendirme en treinta años o treinta años más. Quizá cada día tenga que abrir los ojos del corazón y despertar: saber que soy dos y a veces más de dos. Vida y muerte. Luz y sombra. Guerra y paz. Cuerpo y espíritu. Arriba y abajo. Cielo, tierra, mar y todo, todo lo que quema.

 

 

 

 

 

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