La manera más divertida de ser pobre es el periodismo, dicho corroborado por Tarifeño en “Extranjero siempre”

04/01/2014 - 1:30 am
Extranjero siempre, distribuido por Almadía. Foto: Facebook
Extranjero siempre, distribuido por Almadía. Foto: Facebook

Ciudad de México, 4 enero (SinEmbargo).- No hay duda: nadie jamás envidiará la cuenta bancaria de un periodista. Por el contrario, el lujo es algo que no se lleva en un oficio que para el argentino Leonardo Tarifeño y para tantos colegas suyos constituye “la manera más divertida de ser pobre”.

En Extranjero siempre, crónicas nómadas, libro de Producciones Salarios del miedo que regenta el también escritor J.M.Servín, el autor deja claras las cosas por las que una persona puede dedicar su vida entera a hacer reportajes.

El arte de viajar y el arte de vivir se aprenden mucho y bien cuando uno se hace periodista y aunque dichos tesoros no coticen en Bolsa de Valores alguna, valen su peso en un oro existencial que se gusta compartir y va de suyo produce envidia de la mala y de la buena cuando de esgrimir libertad y alegría se trata.

El primer sentimiento que surge cuando uno lee Extranjero siempre…, libro que distribuye la editorial oaxaqueña Almadía, es precisamente el de la envidia.

Vivir en Estambul, Barcelona, Río de Janeiro, el DF o Buenos Aires, ciudades que se suceden la una tras la otra y sobreviviendo además como periodista freelance, constituye la mejor forma de honrar una profesión tan vapuleada y despreciada como la de reportero.

Si Leonardo Tarifeño no hubiera escrito este libro, no se lo hubiéramos perdonado. Con él nos reconciliamos con la esencia de un oficio que consiste todos los días de la vida a aprender la única cosa realmente trascendente: ser humilde.

A escuchar más que a hablar. A escribir sólo cuando hay una historia que contar. A mirar y en lo posible nunca ser visto, identificado.

Últimamente, en nombre de algo hereje y pretencioso llamado “periodismo narrativo” comenzaron a brillar falsamente ciertos seudoperiodistas devenidos en estrellas mediáticas (que durarán lo que un suspiro, claro está), pretendiendo hacer creer que la forma es más importante que la sustancia.

Así, aparecen crónicas, incluso libros, sobre temas totalmente fútiles e intrascendentes para abonar e imponer la teoría de que no importa si no hay historia, importa quién y cómo la cuente. Es el discurso inventando la realidad y no al revés, el discurso periodístico al servicio de la traducción de la realidad.

Lo cierto es que escribir bien está bien y es necesario, pero no lo único ni lo imprescindible.

El autor en una foto de su archivo personal. Foto: Especial
El autor en una foto de su archivo personal. Foto: Especial

En Extranjero siempre, Tarifeño escribe bien, pero además se mete en el lodo y excremento donde los desdichados del mundo, que son muchos, asumen una cotidianidad no exenta de humor ni de ironía.

Eso es lo que hace fascinante el oficio periodístico y es la magia que honra y despliega el autor.

“El periodismo es una versión ilustrada y lúdica de la pobreza y quienes viajamos como freelancers globales hemos podido disfrutar de su cosmopolitismo, muy probablemente el mejor camino hacia la alegría de ser reportero.

Una frase hecha describe a esta profesión como la forma más divertida de ser pobre y he podido corroborar ese dicho con historias que compensan su siempre oscuro porvenir económico.

Al mismo tiempo, creo que, sin ser una condición indispensable, el paso por la pobreza es muy importante para todo periodista, ya que lo obliga a despojarse  de la coraza protectora de la ilustración académica y le enseña a valorar el mundo y las personas tales como son”, escribe Leonardo (Mar del Plata, 1967) en la introducción.

“Un hallazgo: la prosa puesta al servicio de la claridad, la profundidad en busca de revelaciones”, afirma Rafael Pérez Gay en el prólogo.

Forma y contenido en equilibrio gozoso, testimonio de un periodista que no pretende ganar infructuosamente el Nobel, sólo quiere conocer de qué sufren, qué les duele, cómo aprenden a ser pese a todo felices los prójimos que el oficio le puso enfrente.

Una clínica para drogadictos y alcohólicos; la experiencia cadenera en un antro defeño, las confesiones del peyote en la fantasmal Real de Catorce,  en busca de Maradona en Cuba; Bamako, Mali, al bar discoteca para entrevistar al músico Salif Keita: las sombras de la vida que deslumbran frente al lente especial de Leonardo Tarifeño, demostrando que nunca, jamás, never, las cosas son como creemos.

Foto: Archivo
Foto: Archivo

 

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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