ENTREVISTA | Cuando la literatura esta “Fuera de lugar”: Martín Kohan

04/02/2017 - 12:04 am

Para el escritor argentino las cosas que transcurren en su novela no tienen lugar en el centro. Pasas las cosas en un desvío: la aberración, “eso que no debería suceder y, sin embargo, sucede”.

Ciudad de México, 4 de febrero (SinEmbargo).- “En un primer nivel, Fuera de lugar, de Martín Kohan, es un inteligente divertimento literario que incluye enigmas, cadáveres, casinos, carreteras oscuras y por supuesto, abundantes criminales: desde una banda de pornógrafos (sacerdote incluido) que lucra fotografiando niños, hasta una intrincada red de contrabandistas que extiende sus dominios del Río de La Plata hasta los callejones más oscuros de Europa del Este”, apunta Vicente Alfonso en su ensayo sobre el libro.

“Al escribir esta novela, no obstante, Kohan ha dispuesto los ingredientes de modo que el relato, al mismo tiempo, es una reflexión en torno al complejo arte de contar historias. ¿Funcionan las mismas fórmulas que dieron resultado a nuestros antecesores o es necesario buscar nuevas estrategias? ¿cuántas veces puede repetirse un elemento novedoso antes de que se convierta en un lugar común? parece preguntarnos Kohan desde el otro lado de las páginas”, añade Alfonso.

Lo cierto es que Fuera de lugar es un compilado de muchas historias: por un lado la siesta de provincia, donde todo puede pasar. La aberración de paisanos que no ven cómo hacer condenable su delito. Por otro, a cuántas miradas puede ser llevada una novela negra y finalmente esa prueba de que toda realidad puede ser dislocada, transformada.

Kohan es un escritor ya consagrado de la literatura argentina, probablemente el gran heredero de Ricardo Piglia y esta es su última novela.

Fuera de lugar revive la polémica interior-centro

–Eso y sobre todo porque la ciudad ausente, citando a Piglia, está precisamente afuera. Está ausente la ley, está ausente la condena, no la había pensado como novela negra, pero cuando Anagrama la puso en la categoría me dije: ah, bueno. Porque la fase del género policial al policial negro tiene que ver con la clase de investigador y con la falencia, la deficiencia, en este caso la absoluta ausencia, de esa clase de investigador. Las pocas veces en que aparece los investigadores tienen que ver con la forma de la novela: aparecen para no buscar nada, para custodiar donde no hay nada que custodiar y en donde todo lo otro que ocurre donde habría muchas formas del mal o del delito o del crimen hay absoluta ausencia.

–Hay una ausencia de ley y todo se conduce con sus propias leyes, probablemente nosotros como lector las desconocemos…

–Exacto. Alguien que se colocaría contra la falta de una ley no dejaría de señalar la presencia de una ley. Yo creo que aquí hay ausencia, porque tampoco se sienten mayormente expuestos. Toman prevenciones pero que tiene más que ver con la discreción, pero los personajes no están en una lucha contra la ley.

–Para muchos argentinos, la provincia es el paraíso, pero tu novela demuestra que no es así

–Por un lado ves que se llama Fuera de lugar y por el otro su construcción es totalmente geográfica. La pre-cordillera, el litoral, las regiones, en la articulación de estos paisajes hay una desolación, la extensión, cuando Sarmiento decía aquello de que “el mal que aqueja a la Argentina es la extensión”, creo que la soledad, el aislamiento, vienen de ahí. De alguna manera, en Fuera de lugar, hay algo del tejido social que está desmembrado también, porque las cosas ocurren sin el suficiente grado de entorno social. Son siempre personajes que están desvinculados de conexiones, de afectos. Los personajes siempre están solos, son solos.

–Cuando uno llega al final de la novela y ve lo que le pasa a Marcelo, en un punto quiere leer la novela de nuevo

–Sí, es así. Hay una palabra, tragedia, que funciona como eso. El héroe va a un destino que no cree saberlo y el lector sí lo sabe. La novela tiene un cauce ineluctable. Los ríos de llanura son calmos y opacos y hablo mucho de eso en Fuera de lugar. Mi primera relación con la muerte en mi infancia fue alguien que se ahogaba en un río, donde yo me bañaba. Lo que ocurre en la novela es eso: como un remolino en un río de llanura. Lo que no tiene mi novela es una relación romántica con la naturaleza.

–¿Hacía falta que se hiciera ausente la ciudad?

–Hay un tipo de desolación ligado al paisaje que en esta novela hacía prescindible la ciudad. Con urbano remite a la ciudad pero no es la ciudad, la primera parte es la pre-cordillera, pero no es la cordillera, esa cuestión de trabar con geografías que recorren la ciudad pero no son la ciudad, incluso el litoral como estar en la orilla, esa posibilidad de estar en el umbral de, en el borde de…esa geografías me permitieron a mí construir la historia que tiene mucho más de merodeo, de espera, de anticipo, de umbral, de origen…si es novela-río, para mí, es mi río favorito que es el Paraná…

–¿Cómo es tu relación con tu literatura, con tus personajes?

–Bueno, pienso mucho todo. Incluso con la lectura. No tengo una relación de espontaneidad con lo que escribo y con lo que leo. Así que en Fuera de lugar están muy pensados los personajes y quiero pensar que si esta novela genera a un lector que se perturba, que se descoloca, es porque estos perversos son tremendamente amables. En un punto podría ser preferible que fueran monstruos, pero precisamente por eso yo elijo no escribir lo que sería preferible, porque lo preferible nos dejaría más tranquilos.

–¿Todo lo que no dices en la novela por qué es?

–Esa es mi idea de la narración y de la lectura. El escritor que uno es se formó en el lector que uno es. Me insinúa mucho más aquello que se merodea que lo que se dice. Por eso todo lo que ocurre en la novela, incluso las aberraciones no se dicen que son aberraciones y por eso perturba. No hay tampoco un narrador que esté ahí para decir: miren, esto qué aberrante es. Todo transcurre con una aparente naturalidad y no deja de ser aberrante por eso, diríamos más bien: es más aberrante.

–Tú tienes entonces una teoría del lector. A la literatura comercial, que nos da todo comidito, tú le opones una literatura paralela…

–Sí, sin duda. La que te da todo comidito se piensa como la más considerada con el lector, pero yo no me siento considerado sino subestimado por esa literatura. Por eso prefiero contestar como lector y como docente de literatura que soy: el texto que es explícito en todo, que lleva de la mano a cualquier lector para que no se pierda en ningún momento, no percibo en ello generosidad para los lectores, sino una gran subestimación. En la ambigüedad, en lo insinuado, en el contorno, en el umbral, en lo que se entrevé, el lector tiene mucho más para hacer y por otro lado es algo que yo no sé qué va a hacer.

–Daniel Sada decía, soy sádico

–Bueno, no tengo ese apellido así que no debo llamarme así. No podría decir que quiero ser sádico porque mi idea del lector es que la pase bien con mis libros. Me parece que tiene que ver con la idea de qué es la literatura para ti. ¿Qué esperamos de la experiencia de lectura cada uno de nosotros? A mí, si no hay de por medio una inquietud, una perturbación respecto a las premisas que yo ya tengo, no me interesa. Para mí los momentos memorables de la literatura es cuando las palabras me resultan luminosas, cuando hay destellos de palabras que yo uso pero vistas así me digo: -es eso. Yo escribo para desencontrarme, para salirme de mí, es la literatura que prefiero.

La literatura que nos da todo comidito, nos subestima. Foto: Especial

–También porque naciste en los ’60 y de esa época nos viene la literatura como algo que nos enseñe algo para vivir

–Sí, efectivamente. La experiencia es la literatura en sí misma. La literatura también está en la vida. Podemos nombrar a Piglia, podemos nombrar a Don Quijote de la Mancha, esta manera de pensar, experiencia y narración, está en todos ellos.

–El lenguaje también tiene mucho que ver

–Vos decías bien de este personaje, Marisa, si fuera un monstruo, pero no, es muy dulce con las chicas, les otorga hasta protección y eso forma parte del paliativo del abuso. No es una compensación, es parte del abuso. Por supuesto, si hubiera puesto a una sargentona violenta, todo hubiera sido más “cuerdo”. En el lenguaje, yo encontré esa posibilidad en el diminutivo, que es la forma de la ternura se vuelve totalmente sádica. No sé si soy sádico. Pero mis diminutivos en Fuera de lugar, son sádicos.

–También hablar de otros temas mientras se está cometiendo el abuso es sádico

–Sí, es eso. Porque eso es una forma del sadismo, mezclar las palabras de lo cotidiano con lo absurdo de la situación, eso armoniza y al lector le chocan. Yo las hago armonizar en la frase para que al lector le choquen. Porque si al lector le dividiera el mundo de la monstruosidad con sus palabras monstruosas y al mundo de lo cotidiano con las palabras de lo cotidiano, el lector se quedaría en paz.

–Me hizo acordar un poco a Blanco Nocturno, de Ricardo Piglia

–Sí, es una influencia para Fuera de lugar. Creo que Piglia hace en Blanco Nocturno una teoría de conciencia total sobre el policial como género. Otra influencia fue La pesquisa, de Juan José Saer, que es otra novela muy importante para mí, la idea de un más allá del género, que es lo que pasa con toda codificación de la literatura. Hay un momento en que el escritor decide si se ubica de la codificación hacia adentro o de la codificación hacia fuera. La pesquisa va de la codificación hacia fuera.

–En el medio de todo esto, con tanta pasión, tú dices que no hay que hacer campañas para la lectura

-Bueno, es un poco lo que hablábamos con respecto a Fuera de lugar: los discursos de la moral. El dedo levantado, el púlpito como lugar de expresión, acá es un aleccionamiento, un deber ser, lo que Josefina Ludmer me enseñó como: la gente que te habla con el dedito levantado. Cuando dije que no había que endiosar a la lectura, tenía que ver sobre la abundancia de los discursos de aleccionamiento sobre lo bueno que es leer. Yo decía: menos sermón y más lectura.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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