ENTREVISTA | Gudiño Hernández y la muerte como producto de consumo

04/05/2015 - 12:05 am
Fue la novela más difícil y la más oscura para mí. Foto: Facebook
Fue la novela más difícil y la más oscura para mí. Foto: Facebook

Ciudad de México, 4 de mayo (SinEmbargo).- Desde que ganara el Premio Lipp de Novela con la perturbadora Con amor con tu hija, cada libro nuevo de Jorge Alberto Gudiño Hernández (Ciudad de México, 1974), ofrece la nada desdeñable oportunidad de construir un puzzle alrededor de un autor decidido a completar una obra.

No son sus voces ni sus personajes el fruto de un impulso aciago, sino el resultado de una vocación literaria que el joven autor explora y expresa sin prisas ni pausas, dando como resultado libros que se diferencian entre sí, marcando no obstante una línea común que integra varios puntos de vista sobre temas como el sadismo, las relaciones humanas y la violencia social e individual en un mundo extraño e implacable.

En Justo después del miedo, publicado por Alfaguara, el escritor pone el dedo en la llaga artificial de una sociedad que no voltea a ver sus propios engendros, tal como lo había hecho con la celebrada Con amor, tu hija.

Alistair Peak, un joven al que le es arrebatado todo, desde su familia hasta el amor, y Laskie, el enemigo que actúa enérgicamente desde los brazos de sus súbditos, son los protagonistas de la historia.

La conexión es el arte. La pintura y la fotografía como conductores de sensaciones extremas, desde el deseo irrefrenable hacia Ilya, la mujer inasible cuyos labios disfrazan una realidad espantosa, hasta una exposición fotográfica donde todo puede ocurrir, incluso recrear el patíbulo que detonó la ira y el terror de Alistair.

–En la novela hay una idea loca que bien podrían tomar los artistas contemporáneos

–Bueno, la realidad es que los escritores les robamos la idea a los artistas contemporáneos, sólo que en la literatura podemos jugar un poco más que ellos e irnos a otro extremo.

–¿Cómo se te ocurrió esa idea de la fotografía en el instante de la muerte en el marco de una exposición?

–No soy un gran consumidor de arte contemporáneo, pero me funcionaba esta idea de la instalación para llevar el miedo hasta un límite posible y jugar con la posibilidad de que eso fuera verdad o mentira. A partir de eso el lector tiene que ser el responsable de lo que ve. Lo dejo librado a la imaginación del lector.

–Encontré aquí la perversidad que ya habías explorado en Con amor, tu hija

–Fue la novela más difícil y la más oscura para mí. En Con amor, tu hija, todo era luminoso y dentro de lo luminoso acontecía el tabú extremo. Aquí necesitaba lo oscuro para que ahí tuviera lugar la violencia como un acto que pudiera generarle placer a alguno de los personajes de la historia. Lo que me interesa en mis libros es llevar los personajes al límite, para saber sus reacciones en cada caso.

–La novela denuncia a la muerte como una cadena de montaje, como si el mundo fuera una fábrica de la muerte…

–Es parte del discurso esencial de la exposición que está montada sobre la novela. El anonimato de las víctimas lleva al público a un éxtasis contemplativo. Si el dolor es de otros, si el dolor está expresado en forma artística, entonces somos capaces de disfrutarlo, pese a que muchos otros se horrorizarían ante ello. La muerte ha dejado de contener su carga terrible para verse como un producto de nuestra cotidianeidad. Nos relacionamos con la muerte de forma artificiosa, convirtiéndola en un producto de consumo. Eso lo podemos ver en las redes sociales, basta darse una vuelta por Facebook o YouTube para encontrarnos con la muerte como si fuera un espectáculo. A veces, sin buscarlo, se nos aparece un muerto en las redes sociales, sin que yo lo hayamos convocado.

Jorge Alberto conduce junto a su esposa la editora Mayra Olvera el programa radial "La tertulia". Foto: Facebook
Jorge Alberto conduce junto a su esposa la editora Mayra Olvera el programa radial “La tertulia”. Foto: Facebook

–En estos tiempos del mundo la muerte se ha convertido en un exterminio, se muere masivamente…

–Claro, porque en este tema deberíamos dejar de lado la muerte natural que siempre ha existido y existirá. Hay cada vez más esta intención de alguien porque desaparezcan otras personas. Se vuelve entonces un exterminio politizado como los que hay en México o también puede ser un exterminio recurrente como los que hay en algunos países africanos. Incluso puede ser un exterminio mediático como el que llevan a cabo algunos grupos fundamentalistas.

–¿Qué función cumple la novela frente a ese exterminio?

–Con los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, por ejemplo, no hay que olvidar que a pocas horas de la desaparición pudimos ver la cara desollada de uno de los estudiantes. Frente a ello no alcanza sólo la mirada política, sino también la humana, esa que nos hace pensar en el dolor que habrán sentido y sienten los familiares de los estudiantes. Pero también podemos ver más allá y ahí es cuando entra la novela para tratar de saber sin justificar cómo es la realidad de quien realizó el despellejamiento. Cómo esa tarde volvió a su casa, qué pensó, cómo vio a su familia y cuántos días después lo habrá perseguido la imagen del joven desollado.

–Toda esta hecatombe de violencia parece ser el resultado de nuestra conciencia acerca del fin de la especie. Ahora ya sabemos que vamos a desaparecer y que estamos viviendo el fin del mundo

–Ahora tenemos la conciencia, efectivamente. Esa conciencia que probablemente la humanidad tuvo por primera vez cuando la Guerra Fría, donde reinaba esa idea de que si uno de los presidentes apretaba el botón explotábamos todos de un día para otro. No sé si la literatura tenga la obligación de datar esa conciencia, pero me da la impresión de que si la literatura se ocupa de intentar entender las emociones humanas en torno a hechos insignificantes de la vida cotidianas o frente a hechos tan graves como la conciencia de que finalmente el mundo se va a acabar. Creo que esa es la función de la literatura, captar esas emociones nuevas, porque va de suyo que en el siglo XII no existía esta percepción del fin del mundo.

–¿Este fin del mundo no obliga a los artistas a terminar con el escepticismo y construir una ética nueva?

–Es complicado. A lo mejor el fin de la especie humana es bueno, porque el hombre ha sido un depredador de la naturaleza, lo cual es cierto, además. Lo contrario a eso es que si no hubiera sido así no existiríamos. La inexistencia es algo menor a la existencia humana. Las contradicciones en torno a si se impone la necesidad de un discurso ético en el arte hace que todo esto sea mucho más entretenido.

Una novela que le pone nombre a la muerte. Foto: Especial
Una novela que le pone nombre a la muerte. Foto: Especial

–¿Cómo te sientes frente a la perspectiva de tu obra?

–Me siento contento porque lo que escribo tiene mucho sentido para mí. No soy un escritor cuyos libros vayan a reeditarse por millones. Eso me tiene tranquilo, porque lo he sabido siempre. Soy una persona que viaja poco, una persona que está metida en su mundo, en su familia, lo cual no implica que mis novelas estén siempre situadas en la ciudad de México, en un entorno citadino. Los personajes no caminan por los lugares que yo transito, ni van a los lugares adonde voy. Lo que en todo caso me interesa de mi obra es que siga sorprendiéndome.

–No es tu literatura una costumbrista ni paisajística, por lo cual México aparece muy desnudo en tu obra, muy descarnado

–Esa literatura costumbrista que mencionas o la del realismo mágico, creo que le han hecho muy mal a los países del continente latinoamericano, pues los han investido de características que no son ciertas. Se trata de libros que le han hecho muy bien a la literatura, pero no a las naciones del área. De las novelas de García Márquez, por ejemplo, uno podía inferir que las casas latinoamericanas siempre estaban abiertas para recibir al que llegue con un plato de comida. Las casas que conozco están cerradas con llave y si llegara un extraño a comer no le abrirían la puerta.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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