Ciudad de México, 4 de julio (SinEmbargo).- Hoy, viernes 4 de julio, se celebrará en Madrid un acto en el que se denunciarán las sistemáticas violaciones de derechos humanos cometidas por el gobierno paraguayo contra los achés.
Testigos del genocidio, como Mark Münzel o Bartomeu Meliá, y una de las víctimas achés, Margarita Mbywangi, participarán en el acto que organiza la asociación “Paraguay Resiste” en la capital española, apoyando a los supervivientes de una tribu de América del Sur que resultó diezmada en los ‘50 y ‘60.
El ex juez español Baltasar Garzón, al frente del Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos (CIPDH), es una de las personalidades que respalda la presentación judicial que miembros de la etnia aché hicieron ante tribunales argentinos por presuntos delitos de lesa humanidad contra esa comunidad indígena durante la cruenta dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989).
De acuerdo con estudios antropológicos realizados a principios de la década de 1970, la población de la comunidad aché disminuyó más del 60 por ciento en un plazo de menos de cinco años, a raíz de “la ocupación de sus tierras ancestrales, la sedentarización forzada, la falta de atención médica y la venta de sus niños como mano de obra esclava para el trabajo doméstico”.
La denuncia se suma a la que en agosto de 2013 hicieron ante Oyarbide 13 víctimas de la dictadura de Stroessner, contra los 448 presuntos represores identificados por la Comisión de Verdad y Justicia (CJV) de Paraguay, en su informe de agosto de 2008.
En ese informe, la CVJ registró 425 ejecutados o desaparecidos y casi 20 mil detenidos, la gran mayoría víctima de golpizas, picana eléctrica, quemaduras y otras formas de tortura física.
La querella en Argentina contra la dictadura de Stroessner fue promovida en virtud al principio de jurisdicción universal, el mismo en el que se basa la denuncia presentada en el país sudamericano contra los crímenes del franquismo, informó la agencia efe.
LA TRAGEDIA DE LOS ACHÉS
El caso de la tribu cazadora-recolectora aché, que habitaba en las colinas boscosas del este de Paraguay hasta que fue brutalmente expulsada de su tierra, se hizo tristemente célebre en la década de 1970.
A medida que la expansión agrícola en el este de Paraguay se aceleró en los ‘50, los achés se vieron forzados a defender su tierra de una población de colonos cada vez mayor, que no no tardaron en organizar partidas de cacería para asesinar a los hombres de la tribu; las mujeres y los niños solían ser capturados y vendidos como esclavos.
Uno de los cazadores más notables de achés fue Manuel Jesús Pereira, un terrateniente local que trabajaba para el Departamento de Asuntos Indígenas de Paraguay, un ente gubernamental, cuya granja se convirtió en una “reserva” aché donde iban a parar los indígenas capturados.
La situación fue denunciada por varios antropólogos en Paraguay, muchos de los cuales fueron deportados o perdieron sus trabajos.
El antropólogo alemán Mark Münzel logró captar la atención internacional sobre el tema, con el informe de 1973 “Genocidio en Paraguay”, publicado por la organización danesa IWGIA, mediante el cual documentó muchas de las atrocidades cometidas contra los achés.
La organización ecologista Survival International difundió el informe de Münzel y patrocinó una investigación realizada por el prominente jurista internacional Richard Arens, al tiempo que muchas otras organizaciones internacionales, académicos y activistas denunciaron las atrocidades y pidieron que el goobierno de Paraguay rindiera cuentas.
Eran los tiempos de las dictaduras sangrientas en Latinoamérica, apoyadas por los Estados Unidos y sus aliados, que desacreditó las denuncias y continuó con su auspicio a Stroessner y sus secuaces.
Ahora, los supervivientes del genocidio y sus descendientes buscan reparación.
Ceferino Kreigi, un representante aché, declaró: “Estamos pidiendo justicia; hubo torturas, violaciones, castigos corporales. El dolor que padecimos se hizo insoportable”.
“Fueron cazados como si de animales se tratara, porque querían confinarlos en un gueto. Una vez en la reserva, no se les permitía irse. No solo vendieron como esclavos a niños, sino también a las mujeres. Es posible que el 60% de su población haya resultado aniquilada”, dijo el abogado de los achés, Juan Maira.
La población de los achés crece otra vez, a pesar de que se les robaron sus bosques para dar paso a la ganadería y la agricultura y de que estos han sido destruidos prácticamente en su totalidad.
