Adictos a la chatarra desde el vientre materno; estudio afirma que los malos hábitos alimenticios se heredan

04/12/2013 - 12:30 am
Foto: Cuartoscuro
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Ciudad de México, 4 de diciembre (SinEmbargo).- La obesidad es un problema complejo, resultado de variables tan diversas como la geografía, la economía, la cultura, clase social, elecciones personales y la genética particular de cada persona. La combinación de estos factores resultan en este aumento de peso del cual millones de personas son víctimas en el mundo entero, como en el caso de más de un tercio de los adultos estadounidenses, los cuales están catalogados como obesos.

Sin embargo, en este caso, hay otro factor que se agrega a la ecuación. Al respecto, la periodista Kristin Wartman escribe en el New York Times que una nueva investigación muestra cómo las dietas de las mujeres embarazadas y en periodo de lactancia puede marcar un disposición en sus hijos hacia los alimentos grasos, cuando la mujer embarazada completa su dieta con comida chatarra. Según el trabajo, esta tendencia puede afectar las vías de recompensa química en el cerebro del nonato y predisponer a los bebés para que buscar alimentos similares después de nacidos.

Los gustos con los que las personas crecen son los que tienden a quedarse en ellas, dicen los investigadores. “Esta exposición temprana conduce a un fenómeno similar al de una impresión, en el que hay sabores que no sólo son los preferidos, sino que también adquieren un vínculo emocional”, dice el psicólogo Gary Beauchamp . Casi todo lo que las personas hacen, afecta a la estructura de su cerebro y la comida no es la excepción. De esta manera, si los alimentos a los que está expuestos un niño –ya sea en el útero o a través de la leche materna son alimentos ricos en energía o alimentos chatarra, el cerebro se adaptará a ellos, publicó The Smithsonian Magazine.

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Así, las madres que se alimentaron con comida como cereales azucarados, frituras y dulces durante el embarazo mostraron una mayor expresión de un gen relacionado con un receptor opioide, lo que dio lugar a una desensibilización a los alimentos dulces y grasos en su descendencia.

“La mejor manera de pensar acerca de la manera en la que afecta una ruta de recompensa insensibles es usando la analogía de alguien que es adicto a las drogas”, dijo Jessica R. Gugusheff, candidata a un doctorado en FoodPlus y autora principal del estudio, quien además puso como ejemplo que “cuando alguien es adicto a las drogas se vuelve menos sensibles a los efectos de esa droga, por lo que tiene que aumentar la dosis para obtener el mismo efecto”.

Por tal motivo, al tener una ruta de recompensa insensibles, las personas expuestas a la comida chatarra antes de nacer tienen la necesidad de comer más alimentos de este tipo para obtener la misma sensación de satisfacción, afirma Gugusheff.

De esta manera, hay que añadir ahora otra capa a las complejidades de la obesidad, así como al hecho de que, aunque la comida chatarra tiene un sabor bastante bueno para la mayoría de las personas, para algunos se trata de un deseo que tarda más en ser saciado.

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