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Diego Petersen Farah

05/05/2017 - 12:00 am

Las cabezas de Hidra

Suponíamos que cada cabeza iba a ser más débil que la anterior, hasta que algún día podríamos ahorcarlas a mano limpia, serían tan débiles que hasta las policías municipales podrían con ellas.

Suponíamos que cada cabeza iba a ser más débil que la anterior, hasta que algún día podríamos ahorcarlas a mano limpia, serían tan débiles que hasta las policías municipales podrían con ellas. No solo no pasó… Foto: Especial

¿Cuántas cabezas tiene el crimen organizado? A juzgar por el número de cabecillas que caen y cómo nos lo presumen, el crimen organizado en México tiene más cabezas que Hidra, el mitológico monstruo del lago Lerna. De hecho, si revisamos la historia del combate al narco en los últimos 40 años lo que encontramos es una actualización espantosa de aquel ser mitológico.

El modelo de partido único y cartel único (valga la redundancia) de los años ochenta parecía ser el ideal, pues nos hizo pensar que el monstruo podía controlarse. Eran pocos los que manejaban todo (una cabeza principal, Miguel Ángel Félix Gallardo, y dos operativas, Caro Quintero y “Don Neto” Fonseca) y nadie, ni el Estado ni la sociedad veían al narcotráfico como una amenaza. Por el contrario, soto voce, se le celebraba y de ser posible se buscaba beneficiarse de sus enormes flujos. Todos iba bien hasta que en 1985 el monstruo mató a la persona equivocada, el agente de las DEA, Enrique Camarena, lo que causó un grave problema al Estado en su relación con el vecino del norte.

Al modelo del cártel único le siguió el de la Federación, varios grupos, varias cabezas repartiéndose el territorio, y varias instancias del Estado juagando a apoyar, perseguir, o provocar enfrentamientos, según el caso. Este modelo apostaba de alguna manera a que nunca hubiera un solo gran jugador que pusiera de nuevo en jaque al Estado. Lo que no se contempló en este modelo fueron las implicaciones que tendría a nivel territorial: como en toda Federación la soberanía sobre el territorio se convirtió en una necesidad operativa. A la postre este modelo, igualmente fallido, nos llevó a la atomización del crimen organizado, al grado que ya no podemos hablar de cartel ni de carteles, sino de grupos de crimen organizado con control territorial. Hoy tenemos más de 270 grupos que ejercen, por la vía de la violencia, control sobre alguna parte del territorio nacional, desplazando policías y en no pocos ocasiones supliendo las funciones esenciales del Estado. Como la mítica Hidra, hemos logrado que el monstruo tenga cada día más cabezas.

Que caiga otra cabeza del narcotráfico como “El Licenciado” es sin duda una buena noticia, pero no significa ningún triunfo en términos de eso que se dio en llamar como “guerra al narco”. Suponíamos que cada cabeza iba a ser más débil que la anterior, hasta que algún día podríamos ahorcarlas a mano limpia, serían tan débiles que hasta las policías municipales podrían con ellas. No solo no pasó, sino que la fragmentación de los grupos derivó en una terrible escalada de inseguridad: el primer trimestre de este año es el peor en homicidios desde que se tiene registro.
Hidra está

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