LAS CONSENTIDAS DEL PODER

05/08/2011 - 12:00 am

Con sonadas excepciones, por caso la pintoresca Keiko, primogénita del odiado padre y dedicarse de lleno a la política, las hijas de los ex mandatarios, reyes, ministros y demás miembros de la clase dominante en el mundo, suelen calzar a medida el molde de “niñas bien”, afiliadas a cuanta pasarela de moda acontezca en su círculo inmediato, figuras centrales en los cócteles donde los más conspicuos paparazzi se pelean por tener el sitio más cómodo para perpetuar el ágape.

“Niñas bien” es un concepto que supo acuñar hace un cuarto de siglo la incombustible escritora mexicana Guadalupe Loaeza en un libro que sorprende por su vigencia y que recientemente ha sido actualizado por su autora.

Es lo que en España se llama “niñas pijas” y lo que en general se describe como esa clase social paralela establecida por las muchachas de alta sociedad que exploran y explotan sin ningún pudor sus privilegios, animando una fiesta que conforme se complica y se complejiza el destino del mundo, pierde brillo aunque no sentido para una industria que vende a precios muy altos fantasmales e inalcanzables ilusiones.

Claro que decir “muchachas de alta sociedad” es decir mucho y es al mismo tiempo decir nada. ¿Qué es alta sociedad en un planeta en perpetua crisis económica, en los días en que hasta la antigua ex potencia Estados Unidos se autoflagela por una deuda de al menos 4 billones de dólares que amenaza con cimbrar por enésima vez los endebles mercados mundiales? “En realidad invadimos Irak, por si nos vemos obligados a mudarnos a un país más chico”, bromeó el comediante Bill Maher en su famoso programa Real Time. “Alta sociedad”, entonces, pareciera ser un significado antiguo, cuando Estados Unidos era el país que cobraba las deudas, no el que las debía, cuando oropeles y escudos de más o menos distinguida nobleza se confundían a regañadientes con los brillos de los recién llegados al despilfarro y la ostentación.

Hoy, si nos atenemos al hecho real y contundente de que los bienes de consumo más lujosos son obtenidos antes por los jeques árabes, dueños del petróleo, y por los hijos de los jefes del crimen organizado que por los herederos de una familia de alcurnia o de raigambre política, podríamos decir que el concepto de alta sociedad está diluido en esa masa informe donde el que tiene la tarjeta de crédito dorada es el que manda. Dólar, euro, peso en oro, sin duda mata escudo o título nobiliario.

Sin embargo, hay una pequeña tribu que parece ser inmune al paso de los tiempos, vacunada frente a toda transformación sociológica y esa es la conformada por las damas más o menos jóvenes que gozan de esa rara suerte de que su padre o madre ocupe un cargo de gobierno.

 

Las hijas de la política

Se trata una clasificación que la citada Loaeza, especie de Biblia inevitable en estos temas, mencionó especialmente en su libro paradigmático.

Con un código de conducta irrefutable, Guadalupe describió a las hijas de los políticos como aquellas muchachas que “son muy altaneras, hablan muy fuerte y lo vulgar se les hace chistoso. Gastan mucho y no pagan sus cuentas. Creen que el poder del dinero es lo más importante en la vida. En las fiestas acaban coqueteándole a los mariachis. A sus guaruras y a sus sirvientes los tratan muy déspotamente haciéndolos sentir menos”.

Más allá de las categorizaciones, las hijas de los poderosos suelen distinguirse por gastar en suelas de Jimmy Choo y Louboutin, los que sus padres ganaron a fuerza de caminar y caminar los difíciles senderos de la militancia política.

No es el caso, por supuesto, de aquellas damas reales, hijas de reyes y princesas, como la hermosísima Carlota Casiraghi, quien no deja pasarela de moda tranquila empeñada como está en emular a su madre, la hoy muy recatada Carolina de Mónaco, famosa por sus escándalos sexuales en los tiempos donde las fiestas del denominado Jet set hacían las delicias de las revistas del corazón.

 

La realeza en la lupa

Antes de que María Antonieta perdiera literalmente la cabeza a manos de la Revolución Francesa, era una monarca frívola y caprichosa que de vivir en nuestra era sería sin duda la jefa de las fashion victims. En la hoy muy cuestionada realeza europea no faltan los ejemplos de banalidad mezclada con lujo que comprueba que, por muchas predicciones mayas o profecías de Nostradamus que nos amenacen con el fin del mundo, existen aún esas personas para las cuales vivir es un asunto que sólo les concierne a ellas.

Son las infantas, princesas, duquesas y ainda mais que, a fuerza de costosa ropa de marca y de presidir las recalcitrantes reuniones sociales en donde dejan ver en todo su esplendor sus privilegios, alimentan esa falsa ilusión de que en la tierra hay humanos más humanos que otros.

Conforme el planeta avanza en democratización, los nobles persisten en esa anacronía decadente, generalmente pagada con los impuestos de los comunes mortales, consistente en demostrar que el escudo de familia los libra de toda responsabilidad social.

Allí está como ejemplo la muy lánguida infanta Elena, hija del rey Juan Carlos de Borbón, quien no deja pasar fiesta de la moda alguna en España, a las que asiste luciendo siempre un traje distinto, marcando tendencia hasta el paroxismo, como la vez que, imitando a la protagonista de la serie Gossip girls, Leighton Meester, vistió el mismo traje rojo deslumbrante, diseñado por el dominicano Oscar de la Renta.

Sin pasado noble, a la tosca Máxima Zorreguieta, argentina de origen, mucho le sirvió su matrimonio con el príncipe Guillermo de Orange, futuro rey de Holanda, para tapar el pasado oscuro de su familia, ligada estrechamente a la sangrienta dictadura argentina. Entre lujosos vestidos de Valentino y ostentosos sombreros, la futura monarca de los Países Bajos deja ver lo integrada que está a la nobleza europea.

Poco también le quedan de sus orígenes plebeyos y de sus entequiladas en Guadalajara a la ex periodista española Letizia Ortiz, actual princesa de Asturias. Sus desplantes y desprecios a la gente que trabaja para ella y su esposo Felipe, así como la necesidad de protagonizar cada acto público en el que participa (según los medios españoles, deja de lado aquellas bodas y/o encuentros reales donde sabe de antemano que ella no será el centro de atención), la pintan como una persona muy diferente a aquella que el periodista de investigación Isidre Cunill describió en el escandaloso libro Una republicana en la corte de Juan Carlos I.

Otra noble que llena las páginas de papel couché es la duquesa de Montoro Eugenia Martínez de Irujo. La hija de la duquesa de Alba y ex mujer del torero Francisco Rivera no tiene oficio conocido, aunque últimamente se decantó por el diseño de joyas y por prestar su imagen a una conocida marca de tenis.

 

Entre el sexo, el escándalo, para desesperar a papá

Pero si a las nobles sus antepasados en cierta medida las justifican, a muchas hijas de políticos se les nota que sus padres estaban más ocupados en hacer campaña que en proveerlas de una educación con valores, digamos, más humanistas.

No se trata de juzgar con la lupa de una moral al uso los actos de quienes nacieron en cuna de oro merced al esfuerzo más o menos destacable de sus ilustres progenitores, sino en ver cómo a raíz precisamente de ese origen logran insertarse en sectores sociales que de otro modo le hubieran resultado ajenos, para transmitir mensajes y contenidos muy distintos y muy distantes a los que pregonan sus padres en los puestos políticos que ocupan.

Por ejemplo, en 1994, ¿la famosa revista Playboy hubiera aceptado en la portada a la madura Patti Davis, una ex adicta a las drogas y dueña de un cuerpo magro y sensual, si no hubiera sido la hija descarriada del ex presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan?

Y tanto le gustó a la mujer el exhibicionismo que, recientemente lo hizo de nuevo. A los 58 años, la Patti se volvió a desnudar, esta vez para la revista More. No lo hizo, dice, como en el pasado, “para molestar a mi familia”, sino para mostrar que la belleza femenina no termina a los 40.

Claro que Davis no ha sido la única que puso los reflectores en su mira.

Ajena al trágico periodo histórico del que está tratando de salir la atribulada Rumania, donde todavía se pagan los terribles males heredados de la cruenta dictadura de Ceausescu, la llamada “Paris Hilton rumana”, Elena Basescu, reparte su alivianada existencia entre el modelaje y la convivencia con la farándula nacional. Su padre, el presidente de Rumania, en tanto,  lidia con problemas un poco más sustanciosos.

En Nicaragua, el otro líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional, Daniel Ortega, no sólo abandonó los ideales de izquierda y los principios morales que decía defender a sangre y fuego cuando combatió al dictador Anastasio Somoza. El actual mandatario nicaragüense, a punto de ser reelegido para un segundo mandato, también tiene que luchar con los escándalos públicos que provoca su hija, la incipiente modelo de nombre Camila. La muchacha, una verdadera niña de papá, ha posado recientemente un tanto ligera de ropas para la revista semanal del diario La Prensa, opositor al gobierno de su polémico progenitor.

Frente a estos hechos, no se entiende mucho por qué causó tanta alarma el desnudo involuntario de Jenna Bush, cuando la cacharon en la playa cambiándose al aire libre la ropa interior. Aunque es cierto que las dos hijas del ex presidente de los Estados Unidos, famoso por sus cruzadas fundamentalistas y religiosas, nunca han sido bien portadas que digamos.

En 2003 se corrió el rumor de que existía un video de Barbarita Bush, quien se habría quitado totalmente la ropa en una desenfrenada fiesta universitaria. Y en 2006, cuando las hermanas visitaron Buenos Aires, las echaron del hotel donde paraban por sus escándalos nocturnos. Al parecer, las niñas Bush andaban semidesnudas por los pasillos y las botellas de champagne salían y entraban de su habitación.

Malia Obama, en tanto, la primogénita del actual presidente estadounidense ha arribado a los 13 años, disfrutando de una adolescencia saludable con una estampa agraciada, heredada de su también muy bella madre. El crecimiento de sus hijas no tiene indiferente al mandatario, quien en varias oportunidades ha expresado su angustia “por verlas crecer tan bonitas”.

“Entiendo que la adolescencia es complicada”, dijo Barak Obama abriendo el paraguas por cualquier tormenta pública que Malia o Sasha podrían originar con sus desbordes hormonales, aunque se espera poco escándalo de estas niñas educadas en los colegios más exigentes y muy seguidas de cerca por sus jóvenes e intelectuales padres.

No lo tienen muy bien frente a los medios las hijas adolescentes del presidente de España, José Luis Zapatero. Laura y Alba han aparecido recientemente en una fotografía precisamente junto a los Obama, luciendo sendos trajes góticos que originaron la burla masiva de los internautas.

En su defensa, Meghan McCain, hija del ex candidato republicano a la presidencia de EU, John McCain, publicó un artículo en The Daily Beast en donde se lamenta porque “estas dos niñas estén soportando el bautismo de fuego del escrutinio de los medios que ha rodeado la fotografía de su familia con los Obama”.

“Son adolescentes que se expresan a sí mismas y es claro que el presidente de España y su esposa no tenían problema con que vistieran sus atuendos góticos para reunirse con Obama”, dijo la buena de Meghan.

 

Y en nuestro suelo patrio

Símbolo de una sociedad en decadencia es cuando los poderosos dejan de lado el pudor y el recato para dedicarse a actividades públicas donde la ostentación es un cheque al portador con muchos ceros a la derecha.

“Nos estamos convirtiendo en unos frívolos y nuestros hijos toman cuenta de ello”, dijo el filósofo español José Antonio Marina. Muestra de ello es el peregrino andar por ágapes, desfiles de modas y demás reuniones sociales que puntillosamente documentan revistas como Quién y Hola!, de México, de Ana Cristina, la hija adoptiva del ex presidente Vicente Fox, la misma que en una fiesta para festejar su cumpleaños número 30 recibió de regalo la presencia del galán William Levy.

En 2007, como para que no queden dudas de cuánto reditúa ser hija de un ex presidente mexicano, Ana Cristina comenzó a trabajar en Cancún como promotora turística, en un puesto inventado especialmente para ocasión.

“Ana Cristina Fox ha tomado decididamente el papel de hija del presidente muy al estilo de los Beverly de los Pinos, ahí tenemos a la chica provinciana en la cúspide, fotografiada a lado de todos los arredimes oportunistas que no le dirigirían la palabra de no ser la hija del presidente. El patito feo se ha convertido en Cisne”, escribió Jorge González Anaya en la revista El Chamuco.

Otra hija presidencial aficionada al medio artístico es la actual señora de Gatica, Cecilia Salinas Occelli, hija del inefable Carlos Salinas de Gortari. En su juventud, la muchacha fue noviecita del cantante Luis Miguel, luego del dizque conductor televisivo Jorge, “El Burro”, Van Rankin. Finalmente, se casó con toda la pompa con Alfredo, hijo del cantante Lucho Gatica, un muchacho sin fortuna ni estirpe, pero que al parecer la hace feliz.

Entre 1994 y 2002, la fotógrafa Daniela Rossell se dedicó a tomar fotos a sus amigos, conocidos y familiares dentro de sus propias casas. Su familia era muy cercana a la élite del PRI, así que la mayoría de sus modelos son mujeres jóvenes, hijas y esposas de líderes de ese partido. El trabajo de Rossell vio la luz en un libro de gran porte, editado por Océano con el título Ricas y famosas. Imágenes de un barroquismo cercano al mal gusto, con candelabros recargados, enormes jacuzzis, comunidades enteras de animales disecados, dan cuenta de un modo de vivir ostentoso, propio de una clase social abocada a crear su propio mito por fuera de la realidad circundante.

“Un análisis de mínimo rigor y superficial sobre quiénes son los protagonistas de estas publicaciones y de dónde provienen sus fortunas revelaría que nuestros ricos y famosos tienen una idea de sí mismos extremadamente autocomplaciente.”, escribió Jorge E. González Ayala a propósito del libro de Rossell.

Entre las fotos, sobresalía la de Paulina Díaz Ordaz, hijastra de Raúl Salinas de Gortari y nieta del ex presidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz. Con una cabellera de rubio furioso y disfrazada de tenista, con una playera con la provocadora leyenda “Peep show”,  la muchacha posa de manera sensual. A sus plantas, rendido un león de peluche de tamaño real.

Aunque Paulina protestó públicamente por la inclusión de su imagen en el libro, diciéndose ofendida y aclarando que no había autorizado su publicación, no es secreto que a la chica le encanta salir en las revistas y que dos por tres da notas tan trascendentes como la del 9 de febrero de 2009 a Quién: “Paulina Díaz Ordaz nos muestra el closet de su pequeña”.

El 23 de enero de 2002, una nota de portada de la revista Proceso, firmada por María Scherer con el título “Los herederos indiscretos”, la periodista hacía alusión a los hijos, hijas y nietos de los ex presidentes mexicanos.

“Distintos en apariencia, como sus padres, están cortados por la misma tijera, igualados por su gusto por la ostentación, los estudios y viajes foráneos, las prendas de diseñadores internacionales, el recorrido por los sitios y eventos de moda”, decía la periodista.

“Sus privilegios no tienen límite: estudian en los colegios más prestigiados de México y el extranjero. Organizan imponentes fiestas privadas. Tienen los mejores lugares en los grandes eventos Tras de sí, cierran las puertas de las discotecas y los restaurantes “de moda” para apropiarse de ellos. Viajan a los sitios más exóticos y espectaculares del mundo. Visten prendas de diseñador. Viven, comen y beben a todo lujo. Compiten por las portadas de las revistas rosas y las páginas de sociales”, agregaba.

Implacable, Jorge González Anaya refrenda: “Plebeyos jugando a la nobleza, las revistas de sociales son el escaparate indispensable en un país donde las apariencias son todo. Cuando vemos las fotografías de las alumnas más prendidas del Regina y el Miraflores, en realidad vemos a las futuras candidatas plurinominales del Partido Verde”.

En este contexto, ¿quién podrá defendernos de las niñas bien de la política?

 

Hay futuro en la tierra de las “damas bien”

Conforme la edad implacable las hace maduras para una sociedad banal que valora la juventud por sobre todas las cosas, en los bancos de suplentes esperan las niñas bien que en el porvenir inmediato reemplazarán a las gastadas princesas del ayer.

En ese sentido, ya empezó a dar la nota la hija mayor del recientemente elegido gobernador del Estado de México por la coalición “Unidos por ti”, Eruviel Ávila. Se trata de Isis, una guapa muchacha de 23 años, quien en su blog personal que lleva por título el muy imaginativo de “Mi sopa de letras”, habló sin pudor de su adorado padre, el hombre más admirado por ella.

“Es un papá muy exigente, cariñoso, risueño, que no regaña mucho y al que no le gusta que comamos chatarra”, dice entre otras linduras la buena de Isis. Pone también algunas fotos domésticas del flamante mandatario y, a su modo, pinta la escena de una familia perfecta donde el hombre aparece como el único rey, feliz por la idolatría que le profesan sus súbditos.

Las páginas de  las revistas de sociales comenzaron también a dar cuenta de las aventuras quinceañeras de las hijas del actual gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, mucho más consustanciado con la farándula desde que se casara en segundas nupcias con la actriz Angélica Rivera, “La Gaviota”.

En octubre del año pasado, Paulina Peña cumplió 15 primaveras y la revista Quién no se olvidó de la fecha. “A diferencia de otras quinceañeras, Pau optó por un outfit poco tradicional: vestido corto, nada de crinolinas y peinado sencillo”, elogia la revista de los ricos y famosos de México, al tiempo que agrega una nota complementaria donde analiza “la evolución en el estilo de Pau”.

La chica “súper chic” considerada por las revistas del corazón “una de las chicas más guapas de México”, comparte honores con su hermana pequeña, Nicole, quien con 11 años ya ha comenzado a dar entrevistas en las que, entre otras cosas, declara pertenecer a una familia “donde nos enseñaron que las cosas materiales no son importantes”.

Poco habitual de las páginas de sociales, la hija adolescente de la ex jefa de gobierno del Distrito Federal, Rosario Robles, ha saltado recientemente al centro del foco público al ser detenida mientras conducía en estado de ebriedad.

Mariana Moguel, de 27 años, fue detenida en Altavista y Revolución al reprobar la prueba del alcoholímetro en un punto de revisión de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, en la Delegación Álvaro Obregón.

Luego de una hora, Moguel fue trasladada al Centro de Sanciones Administrativas, conocido como “El Torito”, en donde tramitó un amparo para no ser detenida durante 20 horas, que es la multa por conducir en estado de ebriedad.

 

 

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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