Y con el “nuevo PRI”, ¿volverán las matracas, el confeti, el besamanos y los cantos y bailes regionales?

05/09/2012 - 12:00 am

1. La matraca.


Presente en las celebraciones presidenciales de todo el Siglo XX, la matraca fue abandonando las ceremonias oficiales en los últimos 15 años. Aunque Ernesto Zedillo las tuvo cuando fue nombrado sustituto de Luis Donaldo Colosio, no se hicieron presentes en los siguientes años de su mandato. Y no era para menos: en los primeros tres años, los mexicanos padecimos una crisis espeluznante en donde hubo poco qué celebrar. Y luego vinieron los gobiernos del PAN, que dejaron la matraca no porque no quisieran el halago (lo tuvieron) sino porque, de plano, recordaba al viejo PRI. Las matracas se conservaron en la vida del mexicano pero para festejar una que otra boberías, como los pobres triunfos en futbol.

2. El confeti.

Plutarco Elías Calles

Crecimos con la imagen de Adolfo López Mateos o Lázaro Cárdenas cubiertos de confeti. Allí están los videos, en Youtube, en donde Carlos Salinas de Gortari es sepultado por kilos de breves papelitos de colores. El confeti está todavía en las fiestas del 15 y 16 de septiembre, en las del 20 de noviembre e incluso en las festividades religiosas de algunas comunidades. El confeti está en las fiestas de los pueblos y en las de las ciudades, en los cumpleaños o en los aniversarios. Vicente Fox celebró con confeti… y hasta Felipe Calderón. La guerra que lanzó apenas llegando a la presidencia lo separaron de las celebraciones masivas, de los baños de pueblo. Y poco a poco, el confeti salió de los festejos oficiales del Presidente. Siendo tan popular, y el PRI tan afecto a los baños de pueblo, es muy probable su regreso con Enrique Peña Nieto.

3. Las serpentinas.

Gustavo Díaz Ordaz

Como el confeti, las serpentinas siguen en las fiestas populares. Y como el confeti, dejaron poco a poco las celebraciones presidenciales. Pero están latentes. Son las más fáciles de regresar a la escena política. En muchas fiestas del PRI, incluso en la campaña de Enrique Peña Nieto, volvieron a verse. Las serpentinas son parte de cualquier “baño de pueblo” que se digne de ser decente. Como las cornetas, pero las cornetas son un poco más molestas. Las serpentinas no se han ido del todo. Es más: nadie extrañará que un día Peña Nieto aparezca en el balcón presidencial cubierto de ellas. Son parte de nuestro futuro y nuestro presente. Así que, ¡preparaos!

4. Las mantas de apoyo.

Mantas de apoyo a José López Portillo

“El Pueblo de México está con usted, señor Presidente”. “Bienvenido, señor Presidente”. Y abajo, o a un lado de las mantas, los logos de las centrales obreras y campesinas: CNC, CNOP, CTM. Todo el Siglo XX fuer0n parte de la escenografía: dos o tres sombrerudos a cada lado, estirándolas para mantenerlas firmes, en tensión. Al frente, también de sombreros, los líderes charros levantando las manos y saludando a su Señoría, el Jefe del Poder Ejecutivo en turno. Las mantas de apoyo fueron parte de todos los actos presidenciales durante gran parte del Siglo XX. Si el Presidente inauguraba una escuela, había mantas de apoyo. Si llegaba a un pueblo, mantas de apoyo. En las marchas de los “trabajadores”, mantas para apoyar al Presidente. Hasta en las supuestas “protestas” de los “trabajadores” al servicio de Fidel Velázquez, mantas de apoyo. Es difícil adivinar si volverán con Peña Nieto: ni los líderes sindicales son lo que eran, ni el PRI es lo que era. Hay más riesgo de zafarranchos, ahora que están los #YoSoy132 o los Morena. Difícil saber si volverán.

5. El besamanos.

Luis Echeverría Álvarez

No necesariamente se ha ido. Sigue allí. Lo que sucede es que en el pasado, hasta con Carlos Salinas de Gortari, era parte del protocolo. Se llamaba (o se llama) pomposamente “acto de salutación”. Sucedía en fechas muy concretas y se repetía en actos importantes. Que si el Presidente anunciaba control de precios, con sus secretarios vinculados con el sector económico a un lado, había besamanos. Que si pagaba dos pesos a los bancos extranjeros para “aminorar el peso de la deuda”, besamanos. Que si visitaba alguna de las Cámaras, besamanos. Y luego estaban los besamanos tradicionales en nuestra “democracia”: El 1 de septiembre, el 15 y el 16 de septiembre, el 2o de noviembre, el 1 de mayo. Uf. El besamanos era infinito hace unos cuantos años, aunque ahora es, parece, más discreto. ¿Volverá a ser parte del protocolo y se transmitirá en Televisa para todos los mexicanos? Difícil saberlo. Seguramente quedará como un acto íntimo de la clase política encumbrada del momento.

6. Los cantos y bailes regionales.

Miguel de la Madrid

Una escena normal, en tiempos de Luis Echeverría o de José López Portillo: Llegaba la caravana presidencial; una banda de guerra tocaba desaforada mientras brincaban el confeti y las serpentinas. Cuando el mandatario pisaba el suelo, una larga diana. Y luego, un breve besamanos que se extendía a lo largo del camino que su Señoría pisara. Y mientras comía, rodeado de soldados y de políticos locales (de preferencia con lentes oscuros), los muchachillos de la escuela local, del pueblo o de la ciudad, lo deleitaban con cantos a la Patria y con bailes regionales. El Presidente levantaba la mano, siempre atento a que terminara el acto, para saludar y agradecer con la palma volteada hacia su rostro. Los cantos regionales para el Señor Presidente fueron, durante un siglo, parte de nuestras hermosas tradiciones. Lo mismo que los bailes o bailables, que se discutían los mejores de la escuela. En algún momento, su Señoría se acercaba a la maestra y le estrechaba la mano, y acariciaba a algún chamaco para la foto, y luego tomaba su autobús hacia la nada, hacia donde nadie nunca más lo vería regresar.

7. Los concursos de oratoria.

Miguel de la Madrid

Algunos políticos contemporáneos siguen presumiendo que fueron los meros-meros de la oratoria. Porfirio Muñoz Ledo, por decir, y sobran los ejemplos. Los concursos de oratoria eran un camino para que un niño o un adolescente crecieran en la política. Los buenos oradores siempre fueron apreciados por el partidazo, el Revolucionario Institucional. No es que se hayan ido: al final, estaban con nosotros desde los griegos; pero fueron bajando de los estrados presidenciales. ¿Volverá este hermoso ejercicio de elocución? Es probable: Todos recordamos lo terrible que fueron Zedillo, Fox y Calderón para los discursos. El primero parecía que estaba pidiendo auxilio; el segundo, que estaba arreando vacas. Asistir a un discurso de Calderón es como ir a la dirección después de quebrar un vidrio: manotazos, gritos, regaños, amenazas, arañazos. Los concursos de oratoria y la premiación, en manos del Presidente, pueden, sí, regresar. El PRI deberá reeducar al pueblo, sí señor.

8. Los sombreros típicos para el señor Presidente.

Enrique Peña Nieto

Hermosas escenas, conmovedoras. Tampoco se fueron del todo, se debe aclarar; sólo que durante la dictablanda fueron más comunes. Vicente Fox se puso sombrero chamula (con listones de colores colgando en la cara), lo mismo que Calderón y Plutarco Elías Calles. Son parte del baño de pueblo. Pero el señor Presidente del pasado se ponía sombreros regionales casi en cada acto, cuando estaba de gira. Eran tan necesarios como cargar y besar a un niño, o entrar a la casa de algún jodido. Parte del protocolo. Los sombreros regionales no eran para decir: “ya llegué”. Eso estaba claro. Más bien eran para decir: “soy uno de ustedes”, aunque nunca más volvieran a ver a ese autonombrado miembro de la familia. Hay fotos, sí, de Andrés Manuel López Obrador con sombreros regionales; pero en su caso, como en el de Felipe Calderón, no se veían tan falsos: los dos son raza; los dos son chaparritos y con acento; no se veían tan falsos como se le vieron en su momento a Salinas o, todavía más folclórico, a Gustavo Díaz Ordaz. Los sombreros típicos del Presidente son, en realidad, una costumbre que se hizo parte del pueblo.

9. Los “contingentes de apoyo”.


Los contingentes de apoyo son muy comunes en las contiendas electorales. En todos los países. La gente puede ver a sus futuros gobernantes de cerca, aunque nunca más los vuelva a ver. Pero no es tan común hoy que el Presidente sea recibido por contingentes de apoyo, como lo fue en el pasado. Como con las mantas: si el mandatario suspiraba, un contingente de obreros y campesinos estaba allí para apoyar su causa; si anunciaba un aumento de 0.000001 por ciento al salario mínimo, allí estaban los contingentes. La movilización social (o el vil acarreo, como se dice en buen español) fueron parte de nuestra historia durante el Siglo XX. Acarreos para todos los actos del Presidente. Sí se fueron haciendo menos visibles, sobre todo porque las centrales obreras y campesinas se quedaron con el PRI cuando el PAN ganó la presidencia, y porque los presidentes panistas sólo tuvieron dos sindicatos paleros a su servicio: el de Elba Esther Gordillo y el de Carlos Romero Deschamps. ¿La nueva presidencia volverá a los contingentes de apoyo? Quizás no sean necesarios: allí están los contingentes adormilados frente a la televisión, cortesía de Televisa y TV Azteca.

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