Author image

Gustavo De la Rosa

06/03/2018 - 12:05 am

Anaya: Negocios y política

Anaya es simplemente un empresario mexicano con la mentalidad de “business is business”.

Anaya es simplemente un empresario mexicano con la mentalidad de “business is business”. Foto: Galo Cañas, Cuartoscuro

El perfil ético de Ricardo Anaya muestra lo profundamente generalizada que está la corrupción en los empresarios privados mexicanos y por qué se debe separar la política de los negocios.

Mientras la PGR afirma que Anaya pudo estar implicado en un esquema de lavado de dinero al cambiar un inmueble limpio por dinero sucio, él se defiende asegurando que la construccion la vendió a un conocido como si vendiera un carro, y que no está obligado a saber el origen del dinero con el cual le pagaron. Ninguno dice la verdad.

Anaya sí sabía que el dinero con el cual le pagaron era de dudosa procedencia, y la PGR también sabe que Anaya aprovechó la ocasión, pero que no está involucrado en esa banda de posibles delincuentes organizados.

En primera, la PGR sabe que la mayoría de los negocios de compra venta de inmuebles, terrenos y autos de lujo los celebra una comunidad terriblemente contaminada por dinero de origen delictivo pues, si no se mezclara el dinero del narcotráfico y la corrupción con los negocios privados, ¿cómo funcionaría la economía mexicana?

La Procuraduría sabe que los empresarios mexicanos cuidan su interior financiero, que se relacionan muy formalmente en sus actos de comercio y hasta incluyen cláusulas en las escrituras de que no hay dinero sucio en la transacción; sabe que estos empresarios no forman parte de la delincuencia organizada pero se benefician de ella igual que la mayoría de los agentes del Ministerio Público.

Por su lado, el señor Anaya dice que trató la venta con el arquitecto Reyes, representante de la empresa Manhattan Masterplan Development, y miente al decir que él ignoraba que en esos negocios se encontraba implicado Manuel Barreiro.

Anaya es originario de Querétaro y tiene una larga experiencia en los negocios relacionados con la compra venta de bienes raíces por lo tanto sabe quién es quién en el mundillo de los negocios de la región, quién es indiscutiblemente confiable o está relacionado con dinero de origen inexplicable; en las ciudades pequeñas esto es conocimiento popular.

Un empresario debe conocer el entorno de los negocios para poder arriesgar su patrimonio y, con los negocios tan contaminados por dinero sucio como lo están en México, es muy difícil encontrar a quienes no hayan cometido pecadillos de este tipo, porque esta es la lógica que mueve el comercio en el mercado nacional actual: Toda transacción es buena si te deja ganancia y sólo debes cuidar que no te impliquen directamente en algún negocio sucio.

No es creíble que Anaya sea tan ingenuo para vender un inmueble en 57 millones de pesos sin saber a quién se lo está vendiendo, ni que no haya investigado a través de sus abogados el acta constitutiva de la empresa Manhattan, la cual no tenía un capital social para negocios de 50 millones de pesos: Es una empresa para comprar casas de Infonavit una por una, no naves industriales.

Anaya nos engaña cuando compara la venta de una nave industrial con la venta de un automóvil, sin embargo, una investigación como la que se hace contra él fácilmente implicaría a ocho de cada 10 empresarios mexicanos; por eso es criticable que la PGR se haya convertido de la noche a la mañana en una eficaz dependencia persecutoria de los malos negociantes.

Si se investigara a Meade con el mismo lente se le van a encontrar compras y ventas raras e inexplicables, pero no significa que él forme parte de la delincuencia organizada de bajo nivel; la organización delictiva a la que pertenece este candidato es a la de las finanzas internacionales, reconocidas como el motor de la economía mundial.

Así es como se hacen los negocios en México, los empresarios sólo se cuidan de que no haya huecos jurídicos ni éticamente dudosos pero cierran los ojos ante el pasado del comprador o vendedor que tienen enfrente, y Anaya es simplemente un empresario mexicano con la mentalidad de “business is business”.

Pero, aunque él insista en ser presidente (sin duda alguna porque ese puesto permite impulsar y consolidar las empresas familiares, como lo hicieron Fox y Marta Sahagún), alguien crecido en este caldo de cultivo de la corrupción no puede ni debe ser aspirante a la Presidencia de la República, porque está contaminado y no va a escapar de las redes que ya lo tienen atrapado de tiempo atrás.

Para combatir la corrupción en el país hay que empezar por separar la política de los negocios.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas