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Alejandro Calvillo

06/03/2018 - 12:05 am

La falacia de la elección

La elección política suele tener un fuerte contenido de fe, por la falta de certeza de que lo que elijamos, si elegimos, nos brinde los que esperamos.

La elección política suele tener un fuerte contenido de fe, por la falta de certeza de que lo que elijamos, si elegimos, nos brinde los que esperamos. Foto: Isaac Esquivel, Cuartoscuro

El sistema nos hace creer que nosotros tenemos la libertad de elegir. Pero nuestras elecciones siempre están condicionadas y son esas condicionantes las que determinan nuestras elecciones, las que las limitan. Las limitantes de nuestras elecciones las podemos reconocer si en algún momento de nuestras vidas hemos visto más allá de ellas. La rata que ha nacido en el laberinto no puede imaginar que hay opciones más allá de las paredes del laberinto. La rata podría tener televisión, internet y radio y, muy posiblemente, no podría ver más allá de esas paredes, porque lo que estaría viendo en esos medios, sobre todo la información que recibiría sobre de su laberinto y sus paredes, vendría de los propios diseñadores del laberinto.

Toda elección está limitada por las opciones que tenemos para elegir. Si usted va a la tienda de la esquina a comprar su comida se encontrará que el 90 por ciento de las opciones o más son de comida chatarra, que las opciones más inmediatas le llevarán a usted y a su familia a enfermar y tener una gran probabilidad de desarrollar obesidad, diabetes, enfermedades del corazón, caries, etc. Las opciones políticas en un país también se dan por el entorno, por la cultura política dominante, por qué tanto la democracia se ha practicado, por cuál es la cultura en las agrupaciones políticas. Es decir, hay un ambiente, un entorno que limita las opciones. Lo anterior no implica que las opciones sean iguales, pero sí que las opciones pueden estar limitadas por el entorno, por esas prácticas culturales, por la historia.

Las opciones en el mercado, además de ser limitadas, se publicitan, es decir, las conoce la mayor parte de la población por la publicidad con la que se presentan. La publicidad es por naturaleza persuasiva, es decir, buscará que la persona “actúe o piense de un modo determinado”. La publicidad en la sociedad de consumo, buscará persuadirnos de ir por esa opción, e, incluso, buscará descalificar a las demás opciones. En la publicidad de productos se vale descalificar otros productos únicamente a través de información veraz, si no es así, la publicidad podrá ser sancionada. Así como se publicitan productos se publicitan servicios y podríamos encontrar una analogía mayor entre la publicidad de servicios y la publicidad política que, en última instancia, ofrece una opción para que un grupo se haga del poder para, supuestamente, dar un servicio a la sociedad. De hecho, los elegidos se convierten en servidores públicos.

El primer derecho que tenemos en el mercado como electores de productos o servicios, es el derecho a la información de las diversas opciones. La publicidad se mete en medio para persuadirnos y, muy comúnmente, para engañarnos. En el caso de los productos y servicios la ley establece la prohibición de la publicidad engañosa. Si uno demuestra el engaño, la publicidad debe ser retirada. Sabemos que en nuestro país no suele ser así del todo. Pero se permite el uso de imágenes subliminales, asociar el producto o el servicio con una aspiración, la Coca Cola con la felicidad y la juventud, el hotel con la playa y la chica en bikini. ¿Con que aspiración se asocian las campañas de los candidatos?

La información sobre un producto tiene que normarse y son las propias empresas, en el caso de la comida chatarra y bebidas, las que se niegan a que, incluso, se informe del contenido de azúcar en su producto de una manera que el consumidor pueda entenderla. ¿Cuál es la información que podemos recibir de un candidato? No hay ninguna etiqueta que obligue y garantice que la información que nos da es veraz. En su publicidad nos dirá lo que sus publicistas han encontrado que queremos oír. Santiago Pando lo explicaba en la campaña de Vicente Fox, los demás candidatos eran autoritarios en sus mensajes, lo que tienen que hacer los candidatos es decir lo que la gente piensa, lo que la gente quiere oír. Puede ser que un candidato, en su fuero interno, coincida con lo que los ciudadanos piensan y quieren. Sin embargo, veremos que la mayor parte de los candidatos dirán lo mismo, aunque esté muy lejos de su fuero interno. Lo único que podemos tener de información de un candidato es nuestro conocimiento directo de él. Este conocimiento no será objetivo, pero si conocemos cómo actuó anteriormente, tendremos un elemento más real para evaluarlo como una opción.

Pero la información que más recibimos sobre las diversas opciones en la política, vienen más de las contracampañas, que de las campañas para promoverlos. A diferencia de la contrapublicidad que puede hacerse contra otros productos cuando la información es real, las contracampañas políticas suelen ser anónimas en las redes sociales. Estas campañas anónimas están ocupando un lugar preponderante. Esto que podríamos llamar guerra sucia, ya que no hay quien firme el mensaje que llega a través de robots virtuales, puede ser determinante en una elección. Sabemos que esto pasó en las elecciones pasadas a la presidencia de los Estados Unidos. Creo que en México veremos algo así, mucho más agudo de lo que estamos viendo actualmente.

En la elección de una opción en el mercado de los productos y servicios tenemos la posibilidad de regresar lo adquirido cuando no cumple con lo ofrecido. Esa es la teoría y puede ocurrir si la empresa es honorable. Si no es así, con la paciencia suficiente para perder días en la PROFECO y con la suerte de que le toquen funcionarios comprometidos con su trabajo, a lo mejor lo logra por ese medio. En el caso del mercado político tenemos a millones de mexicanos que recuerdan las promesas de los candidatos que nunca cumplieron lo que les prometieron, aquello que les vendieron a cambio de su voto.  ¿Y cómo regresarlos a dónde vinieron?, ¿el plebiscito?, ¿y con quién nos lo van a sustituir?

Y la elección política no la hacemos de manera individual, la hacemos en conjunto con toda la población que ejerza su voto, una población con muy bajo acceso a la información, una población que ha vivido en el laberinto, pero que comienza a ver más allá de él.

En última instancia, la elección política suele tener un fuerte contenido de fe, por la falta de certeza de que lo que elijamos, si elegimos, nos brinde los que esperamos.

Insisto, lo que debemos hacer, entre todos, más allá de preferencias partidistas, es fortalecer los órganos ciudadanos y la regulación del conflicto de interés en la legislación y la elaboración de la política pública.

 

 

 

Alejandro Calvillo
Sociólogo con estudios en filosofía (Universidad de Barcelona) y en medio ambiente y desarrollo sustentable (El Colegio de México). Director de El Poder del Consumidor. Formó parte del grupo fundador de Greenpeace México donde laboró en total 12 años, cinco como director ejecutivo, trabajando temas de contaminación atmosférica y cambio climático. Es miembro de la Comisión de Obesidad de la revista The Lancet. Forma parte del consejo editorial de World Obesity organo de la World Publich Health Nutrition Association. Reconocido por la organización internacional Ashoka como emprendedor social. Ha sido invitado a colaborar con la Organización Panamericana de la Salud dentro del grupo de expertos para la regulación de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia. Ha participado como ponente en conferencias organizadas por los ministerios de salud de Puerto Rico, El Salvador, Ecuador, Chile, así como por el Congreso de Perú. el foro Internacional EAT, la Obesity Society, entre otros.

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