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Antonio Salgado Borge

06/10/2017 - 12:05 am

Desnudando a Hugh Hefner

La asociación Hefner-liberación sexual deja de tener pies o cabeza cuando se evalúa si Playboy pudo tener algún efecto positivo.

La asociación Hefner-liberación sexual deja de tener pies o cabeza cuando se evalúa si Playboy pudo tener algún efecto positivo. Foto: EFE

En 1953, Hugh Hefner, un joven estadounidense de 26 años, desconocido y sin gran capital, tuvo la idea de fundar una revista para “hombres” incluyendo fotos de mujeres sin ropa como su central eje temático. Ese mismo año, el primer número de la revista Playboy fue publicado; su éxito comercial fue inmediato: más de 50 mil vendidas. Fue sobre este golpe inicial que el fundador de Playboy construyó su conocido emporio multimillonario. Hugh Hefner murió esta semana. Es probable que pocos años más de vida le hubieran alcanzado para enterrar a su hoy moribunda creación. Lo cierto es que después de haber vivido una vida desnudando mujeres, resulta apenas justo que ahora sea Hefner quien sea desnudado.

En nuestra era digital, puede ser tentador desestimar o minimizar el legado de Hugh Hefner. Por ejemplo, a las generaciones que han crecido con acceso a internet, Playboy probablemente les resulte irrelevante; actualmente pocas cosas pueden ser más superficiales y obsoletas que una revista con desnudos o con porno “suave” en sus páginas. También es tentador ridiculizar a “Hef”, su autocreado personaje; y es que resulta difícil no asociar este nombre con la idea de un patético anciano multimillonario, enfundado en una bata de seda, rodeado de modelos que podrían tener la edad de sus bisnietas. Pero la insignificancia presente de Playboy o la figura del don juan marchito no deberían hacernos perder de vista la influencia y el legado de Playboy en nuestro mundo contemporáneo. Para ser claros, lo que se discute a la muerte de Hefner no es su innegable influencia, sino el sentido de dicha influencia.

El impacto de una publicación como Playboy a mediados del siglo XX queda ejemplificado en el arresto de Hefner en 1963 bajo los cargos de comercialización de “literatura obscena”. Dado que ciertamente desentonaba con algunos esquemas moralinos de su tiempo, algunos piensan que Hefner fue un “revolucionario” que contribuyó a la liberación sexual de la que hoy buena parte del mundo occidental puede participar y disfrutar. Me parece que no es posible negar que Playboy haya sido un vehículo para hacer pública la conversación sobre temas de índole sexual, pero esto no implica que la liberación sexual haya sido, siquiera remotamente, producida en parte por esta revista; más bien, fue el proyecto Playboy el que se montó en una ola que incluía la defensa de valores seculares y de la libertad del ser humano en todo sentido –incluido, claro, el sexual-.

La asociación Hefner-liberación sexual deja de tener pies o cabeza cuando se evalúa si Playboy pudo tener algún efecto positivo en la liberación sexual de las mujeres. En primer lugar, esta liberación es producto de una lucha larga por la igualdad de derechos encabezada principalmente por ¡mujeres! Pero podemos aceptar sin conceder, tan sólo para fortalecer el argumento de quienes opinan lo contrario, que Playboy pudo contribuir, en efecto, a que las mujeres participaran de forma más libre en actos sexuales. Y es que es posible postular que Playboy pudo haber contribuido en alguna medida a que la vida sexual de algunas mujeres dejara de ser un tabú; pero de eso a contribuir a la liberación sexual, que implica necesariamente agencia, autodeterminación y poder, hay un amplio abismo.

Y es que resultaría un despropósito postular que una revista que gira en torno a la presentación de la mujer como un objeto más en el catálogo de objetos a disposición de los hombres tendría que ser considerada como un catalizador de la liberación de las mujeres; es decir, las modelos retratadas por Playboy no son presentadas como agentes con capacidad de actuar en la vida pública, sino como muñecas que forman parte de un catálogo que incluye otras “recomendaciones” como ropa, alcohol, música o literatura.

Algunos insisten que a Playboy tendría que reconocérsele su contribución en la construcción de un prototipo de “hombre moderno”[1]. El problema es que dentro de la idea del mundo de este “hombre moderno” -esculpido en Playboy a la imagen y semejanza de Hefner-, la mujer no puede nunca ser más que un trofeo. Para no ir muy lejos, un claro ejemplo de “hombre moderno” en el sentido Playboy es Donald Trump. Esta noción es representada fielmente en el concepto llamado “mansión Playboy”; es un hecho bien documentado que en las fiestas organizadas en la “mansión” las mujeres eran presentadas como edecanes al servicio del señor de la casa, quien proyectaba feliz en la imaginación de los asistentes sus poderes de segundo y primer orden; es decir, su poder de hacer transitivo su poder sobre sus subordinadas.

Por difícil que resulte de digerir, es preciso entender que Hefner no se veía a sí mismo como un explotador de mujeres. Lo contrario es cierto. El fundador de Playboy se consideraba un feminista, y en lo que llamó la “filosofía Playboy” incluyó entre otras cosas la defensa de derechos de homosexuales, de las mujeres a decidir sobre su cuerpo o la libertad de expresión[2]. Las contradicciones son catedralicias; para tomar un ejemplo concreto basta con considerar que hace unos años “Hef” demandó a una periodista que lo calificó como “padrote”. En un reciente artículo publicado en The Guardian, la periodista demandada explica que en ningún momento le paso por la cabeza la idea de que la referencia de ese término a Hefner pudiera ser controvertible[3]. ¿Qué otra cosa podía ser el dueño de la “mansión Playboy”?

Pero justamente en la imagen que Hefner tenía de sí mismo está uno de sus más perniciosos legados: este multimillonario se definía como “el hombre más afortunado del mundo” y afirmaba estar viviendo “el sueño de todo muchacho, convirtiendo la vida en una celebración”[4]. Sin embargo, a esta “celebración”, pocos, muy pocos, estaban invitados; ciertamente para participar las mujeres tenían que cumplir requisitos indignantes y denigrantes. Así, una activista contemporánea que en los años 1960 se infiltró como “conejita” a la “mansión Playboy” describió a The Guardian que su experiencia le llevó a convertirse en feminista; a las mujeres que formaban parte de la corte de Hefner se les hacía jugar un rol desmoralizador y debían obedecer instrucciones y vestirse con disfraces ridículos. No es gratuita la afirmación del autor australiano Clive James: “para ser ‘conejita’, una mujer necesita más que su apariencia; necesita también idiotez”.

Sin embargo, el formato Playboy incluye mucho más que una relación entre dos distintos tipos de idiotas. Las relaciones lector-playmate e invitado-conejita implican ya la idea de subordinación y de apropiación. Es de la mayor importancia subrayar, considerando una de las respuestas más comunes de Hefner a sus críticos, que el sentido de la crítica al formato Playboy no es, ni de lejos, puritano: esto es, las relaciones consensuadas de dominación sexual o los “juegos de roles” son parte de la libertad sexual que cada individuo –sin distinción de género- tendría que poder ejercer libremente en cualquier sentido si ello hace si vida sexual más placentera y gratificante.

Pero la clase de interacciones que Hefner enseño a todos los que aprendieron a entender el sexo a través de su visión enana del mundo no son ningún juego. En este sentido, quizás basta con recordar cómo Hefner empezó la construcción de su mundo. Primer ejemplar de Playboy incluyó la publicación fotografías de Marilyn Monroe desnuda. En 1953, Monroe era ya sumamente conocida, y el éxito en ventas de este ejemplar no podría entenderse sin la aparición de la actriz en su portada. Pero Monroe no posó para la revista ni autorizó que sus fotografías fueran usadas por la misma. En realidad, las imágenes fueron tomadas en 1949, cuando Monroe, aún desconocida y desesperada por mantenerse con vida, posó sin ropa para el fotógrafo Tom Kelly. Cuatro años después, Kelly vendería las fotografías de Monroe a Playboy en 500 dólares.

La repetición, perfeccionamiento y exportación de este esquema, en combinación con una imagen de “hombre moderno” lleno de sí y ciego a la opresión, son el más grande legado Hugh Hefner; un individuo que sólo pudo convertir su vida en una “celebración” cosificando a las mujeres y ensañando a otros a admirar su fórmula. Hoy Hefner está muerto, pero su legado, por desgracia, no.

 

@asalgadoborge

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[1] https://www.nytimes.com/2017/09/28/opinion/hugh-hefner-playboy.html?_r=0

[2] https://www.nytimes.com/2017/09/28/opinion/hugh-hefner-playboy.html?action=click&contentCollection=Opinion&module=RelatedCoverage&region=Marginalia&pgtype=article

[3] https://www.theguardian.com/commentisfree/2017/sep/28/hugh-hefner-pimp-sue-playboy-mansion

[4] https://www.washingtonpost.com/local/obituaries/hugh-hefner-founder-of-playboy-magazine-dies-at-91/2017/09/27/0560ae1a-a3fe-11e7-ade1-76d061d56efa_story.html?utm_term=.81b27dc76ada

 

Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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