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Tomás Calvillo Unna

06/12/2017 - 12:04 am

La necesidad de otra mirada

La posibilidad humana está en el abismo de la eternidad. Su fugacidad arde en el instante de tener conciencia de nosotros mismos; aquí está el fundamento que nos permite reconocernos, si perdemos esta condición dejamos de ser.

Pintura: “Paisaje interior”. Tomás Calvillo

La posibilidad humana está en el abismo de la eternidad. Su fugacidad arde en el instante de tener conciencia de nosotros mismos; aquí está el fundamento que nos permite reconocernos, si perdemos esta condición dejamos de ser.

La indiferencia del universo ante el carnaval diario de minúsculos, medianos y grandilocuentes ídolos en que hemos convertido nuestro breve pasaje, para llamar la atención y no pasar desapercibidos, es una señal más que prudente; y nos advierte del peligro de que nuestro conocimiento “civilizatorio”, a pesar de sus certezas, puede estar en medio de un naufragio.

La exacerbada exposición de cada momento sin límite alguno (de imágenes y textos) trastoca los vínculos y tejidos del tiempo y del espacio.

El desafío es donde poner la atención y tener la capacidad de hacerlo en un entorno cada vez más ajeno a la naturaleza de nuestra interioridad.

Estamos inmiscuidos en la distracción tecnológica, que ha pulverizado cualquier sentido de diferenciación en los procesos de conocimiento.

La información se ha vuelto el imperio de la alienación: nos hemos convertido en el recipiente de millones de mensajes electrónicos que destazan la vida.

Estamos absortos en lo inmediato respondiendo al mundo de los estímulos, vivimos en su órbita y no podemos salir de ella sin quedar sin rumbo y exhaustos.

La ansiedad reviste la cultura y desplaza la pronunciación, el sonido, la palabra, que hacen tangible todo lugar y permiten la presencia que habita.

No se trata del poder, sea este material, espiritual, energético, si no de una relación extraviada consigo mismos, y por ende con el entorno, la naturaleza y la sociedad.

¿Cómo traducir todo ello en la política, que abruma por el peso de su pragmatismo, obsesión y soberbia que conlleva todo empoderamiento?

¿Cómo lograr un horizonte que recupere la respiración primaria de cada uno en su articulación social y esté presente en esta guerra de percepciones e imágenes, que suelen reducir la complejidad a la elección de preferencias que simplifican al máximo nuestra realidad cotidiana?

¿Cómo las necesidades sociales pueden ubicarse en profundo cambio permitiendo darle a la política las alas de la imaginación y la generosidad, para elevar las miras de su ancestral y pesado cuerpo que pretende seguir explicándose por sí mismo?

El tablero del ajedrez tiene ya otras dimensiones, si no se asume así, sus piezas permanecerán inmóviles a pesar de sus mejores intenciones; y los huracanes de una historia en periodo de ebullición, los barrerán; recordándonos las metáforas de la ceniza como antiquísimo conocimiento y del ave fénix como indomable atemporalidad.

La globalización, en su acepción común, nos ha posicionado aceleradamente frente a un futuro horadado de presente; donde la vida y la muerte personal son un número más en la estadística de una historia que se resiste a cavar su propio olvido.

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