Author image

Diego Petersen Farah

07/10/2016 - 12:00 am

Seguridad, la estrategia ausente

La estructura ausente, decía Umberto Eco, es aquella que permanece detrás de los códigos del lenguaje, que no es explícita pero que está ahí. Es imposible escapar de ella, nos marca, nos define. Algo muy similar sucede con la estrategia de seguridad del Gobierno federal. La estrategia no ha sido explicitada, no tiene definiciones claras, […]

La forma de enfrentar el crimen organizado no ha cambiado un ápice de diez años para acá. Los mismos límites que tuvo la estrategia del presidente Calderón los repite el gobierno de Peña Nieto. Foto: Cuartoscuro
La forma de enfrentar el crimen organizado no ha cambiado un ápice de diez años para acá. Los mismos límites que tuvo la estrategia del presidente Calderón los repite el gobierno de Peña Nieto. Foto: Cuartoscuro

La estructura ausente, decía Umberto Eco, es aquella que permanece detrás de los códigos del lenguaje, que no es explícita pero que está ahí. Es imposible escapar de ella, nos marca, nos define. Algo muy similar sucede con la estrategia de seguridad del Gobierno federal. La estrategia no ha sido explicitada, no tiene definiciones claras, nadie la sabe explicar claramente, pero está ahí, perfectamente codificada y presente. Es una estrategia reactiva, inercial.

La forma de enfrentar el crimen organizado no ha cambiado un ápice de diez años para acá. Los mismos límites que tuvo la estrategia del presidente Calderón los repite el gobierno de Peña Nieto: no tocar la estructura política y judicial que soporta a las organizaciones criminales. La diferencia, que no es menor, es que Felipe Calderón parecía creer y tener confianza en su estrategia, mientras que el presidente Peña ha apostado por ignorar el asunto. Está bien no hablar del crimen organizado, que el mandatario no este todo el día haciendo discursos sobre los grupos criminales, lo que grave es que no exista un proyecto de seguridad pública y de seguridad del Estado clara, definida y con metas tangibles.

El ataque a los militares en Sinaloa tiene un agravante con respecto a otros eventos aparentemente similares. En esta ocasión el Ejercito fue emboscado, agredido directamente. No fue, como el lamentable caso del helicóptero derribado el primero de mayo de 2015 en Jalisco, una pérdida en combate, sino un ataque premeditado, con exceso de violencia y vejación a los cuerpos de los militares. Esto va a tener como consecuencia desmotivación de la tropas y aumento en el ejercicio de la fuerza por parte de los militares.

Los tres meses más violentos del periodo de Peña Nieto se han dado en este año. No solo no mejoramos, hay claramente un retroceso en territorios como Tamaulipas, Guerrero, Jalisco, Michoacán y Sinaloa. El crimen organizado se reconfigura mientras que la estrategia solo sigue la inercia. El problema de esta estrategia ausente es que está cada día más desgatada, es cada vez más previsible y genera tanto en autoridades como en ciudadanos una sensación de estancamiento, de estar luchando contra una medusa que se reproduce tras cada golpe recibido, de un hiedra que crece a cada poda. Estamos regresando a niveles de violencia similares al los peores momentos del sexenio pasado, pero con una diferencia, hay una clara tendencia al alza.

Si no hay un cambio que rompa la inercia, el cierre de sexenio puede ser fatídico en términos de seguridad y derechos humanos. Los cuerpos militares y policiacos están cada día más desgastados. Los abusos de poder, ejecuciones extra judiciales y violación de derechos encuentran es estas circunstancias un caldo de cultivo.

Urge una estrategia, casi diría la que sea, pero explícita, clara y objetivable, que nos permita a todos, fuerzas policiacas, militares y sociedad civil saber hacia dónde vamos.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video