“Me parece que en el momento que tienes miedo pierdes tu libertad”: Alma Guillermoprieto

07/10/2018 - 12:05 am

Ciudad de México, 7 de octubre (SinEmbargo).- No quiere fotografías ni cámaras en la entrevista. “¡No sabes lo que es tener una cámara así, de frente!”, explica Alma Guillermoprieto (México, 1949).

La flamante ganadora del Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades plantea de antemano una dificultad. La admiración tremenda que se siente por ella, que a veces –casi siempre- dificulta una entrevista.

Sin ego, muy pasiva, se ha quejado poco. No es feminista por no quejarse, por hacerse de la vista gorda en una profesión caracterizada por el machismo, al punto que hoy mismo ella dice que no cree que el periodismo vaya a ser femenino, que hay muchas mujeres trabajando porque cobran menos y son más fáciles de mandar para ciertos hombres que sus colegas masculinos.

La autora de La masacre del Mozote, el episodio más sangriento perpetrado contra la población civil durante la guerra en El Salvador, se sienta en un desayunador de La Condesa. Habla del terremoto. De cómo destruyó el departamento que tenía antes, de cómo ha tenido que albergar a la amiga que se lo ha vendido, de su vida en Bogotá, de los pocos días que faltan para ir a Oviedo, donde estará durante una semana para impartir cursos y para recibir el Princesa de Asturias de Comunicación.

Piensa mucho en Latinoamérica, con el torturador y derechista Jair Bolsonaro como próximo Presidente de Brasil, con Daniel Ortega subido casi a la estatura que tenía Anastasio Somoza en Nicaragua, con el país barrido por el empresario corrupto Mauricio Macri en Argentina, con Venezuela ardiendo. “¡Cómo no van a hacer falta periodistas!”, enuncia. Y razón tiene.

–¿Ya fuiste a recibir el Premio?

–No, es el 19 de octubre, me voy el martes a España hay una semana cultural en Oviedo, bonito.

–Vas a tener que dar entrevistas.

–[Risas] Conozco mis obligaciones. Pero hay eventos con los chicos de Asturias, que han estado armando entre todos un periódico mural, voy a hacer alguna charla con danza, está bien, es un evento con danza.

Alma Guillermoprieto, periodista y escritora durante la presentación de su último libro “Los placeres y los días”. Foto: Andrea Murcia, Cuartoscuro

–¿Te cuesta mucho dar entrevistas?

–Qué buena pregunta. No conozco a nadie que le guste dar entrevistas. Lo que pasa es que yo creo que soy más brutal a flor de piel y ese disgusto no lo logro manejar. ¿Pero por qué no me gusta dar entrevistas? Me parece entre otras cosas que es un mecanismo de falsedades, que la situación de la entrevista es tal que uno lo que trata de hacer es decir cosas que luzcan bien y eso a mí no me gusta. Me gusta tanto la conversación, soy tan conversadora, que la situación de la entrevista me resulta antinatural.

­–La entrevista siempre me parece una conversación, no sé dónde está la diferencia.

–La mayoría de las entrevistas están a cargo de personas jóvenes, no tan expertas, que no te han leído, que te hacen 20 preguntas, muchas de ellas copiadas de entrevistas anteriores, para dar nota. Y esta situación se vuelve cansona.

–De todas maneras, el Premio que me parece súper trascendente, no sé si ha destacado tanto.

–Qué bueno, porque con esto yo ya tuve suficiente.

–Creo que se ignora mucho al periodismo, como para captar la importancia del Premio Princesa de Asturias.

–No sabría opinar. Es un premio inmenso, me da mucho gusto que se lo hayan dando al periodismo, me parece que hace mucha falta en estos tiempos destacar y reconocer al periodismo y en ese sentido me da una alegría enorme, que haya recaído en mí, en el gremio o el oficio. Para mí ha sido abrumador. Yo creo que otro poco y me mata. La cantidad de gente que se enteró, ha sido tan enorme, me hablaron desde pueblos, me habló el señor que siempre me lleva al aeropuerto, todo fue muy bonito. Quizás porque en Colombia se transmitió mucho por la radio y…acá también. Creo que fue bastante destacado. Me parece que hay un error, que los periodistas preguntan siempre por el periodismo, que es un tema que no le interesa mucho a la gente.

–¿Por qué crees que en un país donde se ataca tanto y tanto al periodismo, tú has podido surgir y crecer con este periodismo tan sofisticado?

–Bueno, yo tengo una suerte inmensa, la suerte me acompaña en todo, hubo momentos en que creo que podría haber estado muerta y no lo estoy. Digamos que nunca me he ganado la vida abundantemente pero he logrado sobrevivir como freelance o casi siempre. Bueno, la realidad es que no hice mi carrera como reportera en México sino en los Estados Unidos. De pronto también por eso que te extraña tanto y eso da otra libertad, como freelance, tuve la inmensa suerte de caer en The Washington Post y luego en The New Yorker, que es una revista que te permite hacer reportería como yo hubiera querido hacer reportería siempre. Eso es suerte, no todo el mundo ha tenido ese privilegio. Económicamente es una suerte, pero también en términos de libertad creativa ha sido maravilloso. Creo que si hubiera hecho mi carrera en México, los medios acá tienen menos poder, son más tradicionales en lo que exigen de la reportería y hubieran sido más misóginos. Siento que la misoginia es universal, aquí se hubiera sentido mucho más.

Creo que si hubiera hecho mi carrera en México, los medios acá tienen menos poder, son más tradicionales en lo que exigen de la reportería y hubieran sido más misóginos. Foto: Cuartoscuro

–Hablar de la misoginia, no soy particularmente feminista, pero al mismo tiempo no excesiva la misoginia en el periodismo…Creo que el periodismo próximo será femenino o no será.

–Ni yo. Creo que la revolución que está ocurriendo en este momento en la relación que existe entre las mujeres y los hombres, es tan inmensa, que no ha sucedido nada comparable documentadamente desde los sumerios. No tenemos evidencia de que las relaciones entre los sexos hayan cambiado tanto y esto ha generado a su vez una cantidad de reacciones que van desde los feminicidios hasta una cierta rabia contra el movimiento #MeToo. Ahora es notable que en la mayoría de los periódicos en México, en América Latina, los reporteros son mujeres. Pero creo que eso no es todavía una señal de liberación, es señal todavía que a las mujeres se les paga menos y a las mujeres todavía los hombres se sienten con autoridad de darle órdenes más punzantes. Yo tampoco he sido gran feminista, pero últimamente, no sé por qué, quizás cuando empezó todo esto de que las mujeres teníamos que ganar igual que los hombres, empecé a darme cuenta de que siempre yo había ganado mucho menos. Jamás se me había ocurrido discutirlo. En los últimos dos años me he puesto a preguntar por qué eso está bien. Claro que no está bien. Pero es muy difícil conseguir que te paguen lo mismo que a un hombre.

–Mi hermana, que es feminista, siempre dice que uno no es totalmente feminista porque ha renunciado a muchas cosas, a tener hijos, a tener una pareja estable…

–Creo que en mi caso no me he considerado feminista porque he renunciado a una serie de derechos como el de recibir igualdad de sueldo, como en el de una junta mi voz se escuche tanto como la de los hombres presentes, como que se me interrumpa constantemente en una reunión y no me parezca mal y últimamente me estoy dando cuenta de a lo mucho que he renunciado con tal de que no me molesten.

–Mirar para otro lado…

–Soy una persona muy pacífica y con tal de no enojarme, paso de largo. Entre otras cosas, las mujeres para no ser consideradas poco femeninas, para no perder tampoco nuestra ternura o delicadeza o femineidad (puede ser una cosa importante integrada, a mí por ejemplo), esa consideración de cualquier mujer que se enoja o exige o interrumpe, de que se está volviendo dura o loca o histérica o machorra, esa acusación uno quiere evitarla.

–¿Qué le pasa a esos hombres?

–Creo que toda revolución es difícil y creo que es difícil la nueva relación de pareja, es difícil ser hombre el día de hoy, es difícil saber cómo comportarse, las nuevas normas sexuales son complicadas y delicadas y tanto nosotras como los hombres venimos arrastrando 10 mil años de civilización. Esa civilización nos han educado para todo lo contrario. Estamos en una época difícil. Me preocupa, por ejemplo, cuando doy cursos en la universidad, que ahora las muchachas son las primeras en levantar la mano y los muchachos están poco seguros de sí mismos. Es una época muy complicada.

–Tú dices 10 mil años de civilización y en estos tiempos nos hemos puesto a pensar que la humanidad perecerá.

–No soy particularmente optimista. Me preocupan mucho mis amigas que tienen niños ahora, pienso mucho en ellos. No sé si seamos genéticamente un desastre. También pienso que las nuevas generaciones vivirán en un mundo casi sin agua, pero como cada quien procura ser feliz en el lugar donde le tocó, a lo mejor no van a saber que viven en un mundo casi sin agua. Encontrarán soluciones nuevas porque esa es la historia de la humanidad.

–No quería dejar el tema de la misoginia sin analizar algo que dijiste: ¿las mujeres asesinadas son víctimas de este fenómeno de nueva relación con los hombres? ¿Son mártires?

–Mira, es difícil y no tengo ningún expertise para hablar del tema, porque por un lado pienso que a las mujeres se las ha golpeado, asesinado de manera brutal, impune y casi normativa durante toda la historia de la humanidad. Recuerdo que una vez entrevisté a un mariachi en Plaza Garibaldi que me dijo: “Mi mujer extraña cuando no le pego”. La frase llamó la atención a los verificadores de la revista The New Yorker, quienes insistieron en que tenían que hablar con ese hombre porque no podían creer que un hombre dijera abiertamente semejante cosa. Pero sabemos que en el campo mexicano el maltrato a la mujer ha sido sistemático, no sé decirte si hoy es más o menos. Lo que pienso que hoy puede ser motivado mucho por la sensación de desplazamiento y de inferioridad de los hombres. Que tiene también una contraparte. Hoy en los pueblos veo a hombres paseando a sus hijos, siendo cariñosos, demostrando su afecto, cosa que antes era imposible verlo. Ha habido grandes logros para los hombres conforme avanza la igualdad de la mujer.

–¿Qué piensas de tu vida cuando piensas en el baile y en el periodismo? ¿Se han unido las dos fuerzas?

–Sí. Por ejemplo en el libro Samba está contado a través del gozo de bailar. Escribí sobre el tango. Cuando puedo escribo sobre danza. Sí, para mí es un placer. Ahora he vuelto a escribir sobre danza, he vuelto a Nueva York con cierta regularidad, porque estoy ligada al The Center for Ballet and the Arts at NYU y tengo una enorme alegría. Después de 40 años de vivir fuera de mundo de la danza, volver a ese universo es como volver a los brazos de una vieja pareja de baile, que das el primer paso y sabes cómo sigue.

–Todas las actividades se unen en la existencia propia.

–Sí, claro. Envejecemos y unificamos las diferentes partes nuestras. Es parte del proceso, pero no todas las veces tienes la oportunidad de cerrar el círculo y eso es lo que me está dando la circunstancia de estar en Nueva York, que ha sido una experiencia muy feliz.

–La supervivencia, creo, también tiene que ver con el baile.

–Puede ser. En todo caso, la vida de la mayoría de los bailarines, como la mía, es azarosa. Nunca sabes cómo vas a poder pagar la renta el siguiente mes. Si te vas a lesionar, si te van a elegir o no para una coreografía, es sumamente azarosa, es un buen entrenamiento para la vida. Por otro lado, en la danza te critican todo el tiempo, porque eso es parte esencial de tu oficio. Vas a clase y te dicen lo que estás haciendo mal. Ese es un entrenamiento para ser rigurosa contigo misma.

–¿El ego es lo más importante para luchar en el periodismo?

–Yo, dirán otros, no tengo ego, que debería tener un poco más, en el sentido de ser más ambiciosa. Es una cosa que a las mujeres nos cuesta trabajo. No siento que en la tarea de reportear y escribir, por oficio, por disciplina, porque vengo de la danza, yo tenga ego.

“La vida de la mayoría de los bailarines, como la mía, es azarosa”, dijo Alma Guillermoprieto. Foto: Mario Jasso, Cuartoscuro

–Lo decía por el ego en general. Pensaba en el editor del The Washington Post, Ben Bradlee, cuando él decide publicar a la periodista que ganó el Pulitzer y tuvo que devolverlo, él publicó una nota admitiendo su error.

–Acá, en México, es difícil. En parte también porque es asunto de hombres. Son muchas las veces que se han equivocado tremendamente a la hora de escribir cualquier cosa sobre mí. Errores garrafales y que he llamado a alguien para decirle: “oye, ¿cómo le decimos a esta persona tan amable, que tuvo la generosidad de escribir este texto sobre mí, que esos datos no son correctos?” Y me dicen: “no vayas a decir eso, eso estaría muy mal visto”. Está muy mal visto corregir a un hombre, a un escritor, el proceso del fast checking, de la verificación de datos, molesta muchísimo a muchos hombres de América Latina. A tal grado que cuando empezamos los talleres de la Fundación, empecé con una hora individual de cada uno de los talleristas, editar con ellos un texto suyo, al principio una mayoría de los hombres se negaban. Decían que eso nadie lo hacía con sus textos. Creo que no es un problema de ego profundo, es un problema de cómo han sido educados los jóvenes, para demostrar su virilidad.

–¿A qué has tenido miedo?

–Hubo en algún momento que iba con alguna columna guerrillera, que pasamos al amanecer, ya clareando el día, por un cuartel militar. Los perros empezaron a ladrar y lo que me dije: –Aquí me morí. Pero de las varias veces que yo estaba en peligro de que me mataran, es la única vez que he sentido alarma por ver tan claramente cómo venía la cosa y que iba a ser imposible evadir la situación. Lo que me da mucho miedo es tener miedo. Eso sí me asusta mucho. Me parece que en el momento que tienes miedo pierdes tu libertad. Si empiezo a sentir miedo por cualquier razón, aplasto esa sensación. Soy, por ejemplo, muy tímida. Y eso es una especie de miedo. Con eso no me ha resultado fácil luchar.

–¿En las noches, cuando no te puedes dormir?

–Creo que por ahí entre los 50 y los 60 años, cuando me di cuenta de lo difícil que era ser reportera freelance, empecé a sentir mucho miedo.

–¿Mirarías para atrás y sentirías que te tendrías que haber dedicado a otra cosa?

–No, pero a veces pienso que me hubiera gustado ser otra cosa. Lo curioso es que siendo tan impaciente y volátil llevo 40 años en esto y no se me ocurre otra cosa. Me hubiera gustado ser arqueóloga, por ejemplo. No, esto fue lo que tocó y en esto me quedé.

–¿Tu vida personal?

–Creo que ese no es tema, por una sencilla razón: para los hombres jamás es una pregunta.

–¿Qué piensas del periodismo en México?

–A mí me parece lamentable que los mejores reporteros, hasta donde yo alcanzo a ver en México, sean los reporteros que trabajan por fuera de los periódicos. Me parece terrible que los periódicos paguen tan mal, que un periodista talentoso quiera formar una familia tenga que pensar en una alternativa a este oficio. Son muy pocos los periodistas, los reporteros, que envejecen en la reportería. Eso es por situaciones económicas, exclusivamente. Entiendo que los periódicos están en la misma crisis que en el resto del mundo, pero es que no le apuestan al periodismo, no le apuestan a sus reporteros, es para mí donde está el futuro del periodismo, con los reporteros, con la información, con la exquisita calidad.

­–Maruja Torres decía: Son los periódicos los que están en crisis, los periodistas no.

–Claro. ¿Qué cantidad de jóvenes hay en estos momentos haciendo y queriendo hacer excelente reportería y su limitación son los jefes, los dueños de los medios? Quienes quieran que sean los dueños de los medios, no le están apostando a su gente. Esta manía incomprensible para mí de entrecomillar las palabras de los titulares. Por ejemplo, El PRI le hace la “guerra” al PAN, con guerra entrecomillado, como si la gente no entendiera, no quiere decir una guerra con fusiles y tanques, es para mí señal que ni siquiera le apuestan a los lectores.

–¿Qué piensas de la nueva esperanza en México?

–Yo deseo de corazón que todas las esperanzas que los electores de Andrés Manuel López Obrador se cumplan, no vivo acá desde hace varios años, no estuve para la campaña, no la cubrí, me preocupa y me molesta que López Obrador que va a ser el Presidente de todos los mexicanos se refiera a la prensa como “fifí”. Me parece estúpido el término e innecesaria la agresión, no sé, por el bien de México le deseo lo mejor. Me gustaría ver programas más concretos. Cuando que alguien dice no voy a vivir en la casa presidencial y voy a vender el avión me preocupa, porque son gestos y no soy muy amiga de los gestos. Ha habido un cambio acá, ha habido un cambio enorme. Todo lo que pueda salir de bueno de ese cambio, me parece fantástico.

–¿Has escrito todos los libros que has querido?

–Cada vez escribo menos. Hay gente que escribe hasta el último día de su vida y yo tengo la sospecha que no va a ser mi caso.

–Para ir terminando, a veces te imagino meditando, haciendo yoga…

–No, cero. Soy la persona menos mística, menos espiritual, que te puedas imaginar. Yo soy muy concreta y más fácilmente me puedes imaginar en la cocina, que es mi pasión, que meditando. No me has preguntado, pero sí quería decir que el domingo va a haber elecciones en el Brasil, que la situación en Nicaragua es abismal, es lo más trágico que he visto, que lo que sucede en Venezuela es increíble, que lo que pasa en Argentina es nuevamente tremendo y al borde de la tragedia y que estos son fenómenos globales como el del 68 fue global. Después de 40 años como reportera tener que pensar que tendré que volver a Nicaragua para cubrir lo mismo, me llena de tristeza. Quien piense que en un mundo así no hacen falta que no hagamos falta los mejores reporteros, me asombra.

Nacida en Ciudad de México el 27 de mayo de 1949, Alma Guillermoprieto ha desarrollado toda su carrera en Estados Unidos. Siendo una adolescente se trasladó a Nueva York para vivir con su madre. Con formación de bailarina, en 1969 viajó a La Habana para impartir clases de danza y fue allí donde, en 1978, se inició en el periodismo como freelance. Comenzó como reportera de América Central para el diario The Guardian y más tarde para The Washington Post, donde fue redactora de plantilla en los años 80.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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