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Adela Navarro Bello

07/12/2016 - 12:00 am

75 millones de pesos para lucimiento en un país a oscuras

Los excesos de los diputados en las prebendas que se auto imponen, son humillantes, nos refieren con una clase política adinerada, que no vive en la justa medianía, y que no reacciona ni acciona para el beneficio de la mayoría sino para salvaguardar los intereses de unos cuantos políticos, unos muchos empresarios y unos enormes intereses económicos.

Los excesos de los diputados en las prebendas que se auto imponen, son humillantes, nos refieren con una clase política adinerada, que no vive en la justa medianía, y que no reacciona ni acciona para el beneficio de la mayoría sino para salvaguardar los intereses de unos cuantos políticos, unos muchos empresarios y unos enormes intereses económicos. Foto: Cuartoscuro
Los excesos de los diputados en las prebendas que se auto imponen, son humillantes, nos refieren con una clase política adinerada, que no vive en la justa medianía, y que no reacciona ni acciona para el beneficio de la mayoría sino para salvaguardar los intereses de unos cuantos políticos, unos muchos empresarios y unos enormes intereses económicos. Foto: Cuartoscuro

Los políticos y funcionarios mexicanos son un grupo selecto, una élite en el mosaico de clases sociales de este País. Su privilegio económico, su fuero constitucional, su mayorazgo en materia de reglamentación, y su posición preponderante en el manejo y la distribución de los recursos, los hacen súper poderosos y además adinerados.

El sistema político y de administración pública mexicano da para eso y más. Entre los privilegios de vivir dentro del presupuesto están los planes de seguridad social para quienes trabajan en cualquiera de los tres poderes. Las prestaciones millonarias que no tienen la clase trabajadora en este País, y las amenidades de la vida diaria como son carros (normalmente último modelo y además blindados), chóferes, asistentes, pago de comidas y bebidas, así como servicio de asistencia personal.

La vida de un funcionario público, por más bajo nivel que tenga, está varios niveles arriba de la vida de un trabajador asalariado, que debe hacerse cargo de la vida propia y los suyos con cada vez menores, y sin que presupuesto alguno le cubra sus necesidades para el desempeño de su labor. Ha de pagar su transporte, su sistema de comunicación, sus alimentos, sus traslados, su educación y desarrollo.

En los días recientes el abuso del erario está una vez más en el circo mediático alrededor de una clase política tan desprestigiada como cínica. Aquella que pertenece a la Cámara de Diputados Federal. En efecto, quienes planearon el presupuesto de egresos del Poder Legislativo, destinaron 75 millones de pesos para uso y disfrute de cada uno de los 500 diputados federales y personas que les acompañan.

00150 mil pesos al final del año a manera de un “bono navideño”, pero que ellos han tenido a bien llamar y para disfrazar la cínica dádiva, como “apoyo al trabajo legislativo”. Ciertamente no es parte de su aguinaldo, por ese concepto a cada diputado le llegará un cheque de arriba de los 70 mil pesos, aun cuando la Ley marca como mínimo de 15 días para pago de aguinaldo, lo que en el caso de los diputados sería algo así como 36 mil 500, pero no, para que quedarse en la medianía cuando pueden servirse a lo grande.

Este fin de año, los diputados federales recibirán cada uno de ellos algo así como 480 mil pesos. A los 150 mil por concepto de “bono” o “apoyo al trabajo legislativo”, se sumará su sueldo de 73 mil 817 pesos, 45 mil 796 pesos por asistencia legislativa, 18 mil 772 para atención ciudadana, el promedio de 50 mil pesos que reciben al mes para viajes, hospedaje y viáticos, su aguinaldo de 73 mil pesos, y el resto será el aguinaldo para los empleados que tienen en los módulos de atención ciudadana.

Sólo de los 150 mil pesos de “bono navideño”, serán 75 millones de pesos. Y como ese recurso no tienen porqué comprobar el destino que le den, serán 75 millones de pesos para el lucimiento personal. Algunos legisladores dicen que lo utilizarán para posadas y dádivas a la gente en cobijas, despensas, y regalos diversos. Otros han declarado que lo donarán a instituciones de sus respectivas ciudades. Unos más como en el caso de la líder de la bancada del PRD, Alejandra Barrales, insisten en conminar a los suyos a donarlo a organizaciones de la sociedad civil, y muy pocos, de hecho sólo uno, el diputado Manuel Clouthier, dice que no lo aceptará. Acción que dice un Diputado por Baja California que no tienen caso emprender, porque los 150 mil que no tomen se irán a la revolvedora y, literal “se lo chingarán en cualquier cosa”, por lo tanto, es mejor tomarlo y gastarlo “en causas justas”.

Los gastos que genera cada uno de los diputados (no escribiremos en esta ocasión de los funcionarios de los tres poderes del Estado Mexicano) son ominosos para un País que suma más de 55 millones de pobres según el  Consejo Nacional para la Evaluación de la Política Social (Coneval), y en el cual después de mucho negociar se ha aprobado un salario mínimo que apenitas supera los 80 pesos al día.

La repartición en la Cámara de Diputados es, aparte de injusta, humillante en un País como México, donde existe pobreza alimentaria, un desempleo de 4.5 por ciento de su población, donde quienes tienen un trabajo lo es con salarios de hambre.

Los excesos de los diputados en las prebendas que se auto imponen, son humillantes, nos refieren con una clase política adinerada, que no vive en la justa medianía, y que no reacciona ni acciona para el beneficio de la mayoría sino para salvaguardar los intereses de unos cuantos políticos, unos muchos empresarios y unos enormes intereses económicos.

No se trata de aceptar, donar, rechazar el “bono navideños”, se trata de eliminarlo del presupuesto de la Cámara de Diputados, y canalizarlo a obras de desarrollo social, o etiquetarlo en programas sociales que aporten al desarrollo económico, social, educativo o cultural de los mexicanos todos y no solamente de 500 y sus amigos.

Y de paso analizar si son necesarios 7 mil 339 millones 166 mil 195 pesos al año a ese Poder Legislativo que más gasta en servicios personales, para mantener con onerosos sueldos y jugosos bonos, a los diputados, a sus trabajadores y a los de éstos.

Podrán decir los diputados que la “ayuda” que dan a grupos sociales y organismos no llegaría de otra manera, pero podrían enmendar el presupuesto de egresos para etiquetar presupuestos a estos grupos y verificar con transparencia y rendición de cuentas el adecuado uso y destino de los mismos.

Es tiempo de combatir la opacidad y la corrupción, la compra de voluntades con dádivas oficiales, y la ayudantía social que no genera desarrollo y solo provoca un bienestar momentáneo. La Cámara de Diputados puede empezar a hacerlo, si solo fuese un Poder autónomo y comprometido con su sociedad. Pero no, no lo es. Quieren más dinero para el lucimiento personal, y responden en términos legislativos a los deseos del Presidente de la República, de sus dirigentes nacionales de Partido y de otros intereses económicos.

Ojalá los electores consideren y no olviden el despilfarro de los legisladores federales, y cuantifiquen las diferencias económicas de la clase trabajadora y el abusivo privilegio del que gozan quienes pertenecen a la clase gobernante de un México que así lo van dejando a oscuras.

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