La misión de los jesuitas entre las montañas de Chiapas es contra la exclusión de los indígenas

08/02/2016 - 10:57 am

En los años del alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el trabajo de pastoral social de los jesuitas y de la diócesis en general y sus denuncias contra la exclusión de los indígenas puso a la Iglesia local en la mira de los sectores más conservadores.

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Los invitados especiales a la visita del Papa en Chiapas serán
los indígenas, que viven en la pobreza y marginación. Foto: Especial

Por Andrea Sosa Cabrios

Bachajón (México), 8 feb (dpa) – Cuando se alzó la guerrilla zapatista mexicana en 1994 se llegó a decir que el “subcomandante Marcos” era un sacerdote jesuita emergido de alguna misión con indígenas en la selva de Chiapas.

Chiapas es uno de los estados que visitará el Papa Francisco, también jesuita, del 12 al 17 de febrero en México. Ahí los invitados especiales serán precisamente los indígenas, que viven en la pobreza y marginación.

“En la prensa salió una vez que yo era el ‘subcomandante Marcos’ y justo en esos días yo estaba ingresado en el hospital militar”, dijo a dpa el sacerdote Eugenio Maurer, antropólogo y lingüista, que fue uno de los señalados.

Maurer, de 88 años, con pelo canoso revuelto, bastón y conversación ágil, lleva cuatro décadas en la misión de la Compañía de Jesús en Bachajón, unos 120 kilómetros al noreste de San Cristóbal de las Casas. Será el encargado de entregarle al papa una Biblia traducida al tseltal el 15 de febrero al final de una misa en San Cristóbal.

En los años del alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el trabajo de pastoral social de los jesuitas y de la diócesis en general y sus denuncias contra la exclusión de los indígenas puso a la Iglesia local en la mira de los sectores más conservadores.

En especial fue cuestionado el Obispo Samuel Ruiz (1928-2011), que durante 40 años dirigió la diócesis y cuya tumba visitará el papa en la catedral de San Cristóbal.

Al poblado de Bachajón, unos 900 metros sobre el nivel del mar, se llega por una carretera serpenteante y llena de topes desde San Cristóbal de Las Casas, urbe mestiza muy visitada por los turistas en la zona montañosa de los Altos de Chiapas.

El superior de la misión es Pedro Arriaga, un jesuita de 52 años que trabaja con otros sacerdotes más jóvenes, con voluntarios e indígenas tseltales.

Su labor va más allá de la difusión del evangelio en la lengua local. Trabajan en un proyecto integral que incluye desde una planta procesadora y exportadora de café orgánico hasta la conservación de la lengua o la capacitación de indígenas para resolver conflictos intracomunitarios.

Alfredo Gallegos, un indígena tseltal, vierte los granos de café con una cubeta en una máquina de la planta cafetalera, situada en la vecina localidad de Chilón. Es el encargado de controlar el proceso de calidad y selección de granos.

Como él, indígenas tseltales, hijos de productores de café, se encargan de las diferentes labores: empaquetan, arman el plan de negocios, organizan los envíos de cinco toneladas mensuales de café a un comprador en California o administran microcréditos.

En las filas del EZLN, la guerrilla indígena dirigida por el mestizo Rafael Sebastián Guillén Vicente -según reveló el gobierno en 1995 al identificar a “Marcos”-, hubo también indígenas que eran catequistas.

“Sin el trabajo de la diócesis no hubiera habido zapatismo porque tomaron nuestras formas de organización”, dice Maurer. Sin embargo, “nosotros nunca apoyamos la violencia ni tampoco la diócesis. Don Samuel siempre dijo que se oponía a la violencia”.

Muchos de los sacerdotes que tuvieron un papel importante en ese tiempo siguen en la región. El fraile dominico Gonzalo Ituarte, ex vicario general diocesano, dirige un centro de atención pastoral para migrantes en San Cristóbal de Las Casas.

“El proceso que generó Don Samuel continuó”, dice Ituarte. “Para mí, la venida del Papa es una ratificación, un reencuentro de la Iglesia universal con la Iglesia de San Cristóbal de Las Casas”.

Para Ituarte, “por desgracia, Juan Pablo II en la última etapa y Benedicto no supieron descubrir la grande riqueza que se daba en esta diócesis y en muchas otras de América Latina”.

“El que venga el Papa y visite la tumba de Don Samuel es una implícita bendición pero para mí lo importante es la ratificación de un proceso: es un camino que tendrá gran fecundidad y que permitirá, con mayor confianza, compartir el proceso chiapaneco con otras Iglesias”.

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