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Óscar de la Borbolla

08/08/2016 - 12:00 am

No somos nada y cada quien es menos

Hoy, sin embargo, revisando y leyendo aquí y allá para unas conferencias que traigo entre manos, he descubierto que pensar al hombre desde la perspectiva del espacio confirma mejor mi certeza: son las magnitudes, y no el tiempo, lo que nos hace comprender sin escapatoria nuestra absoluta pequeñez.

Viendo en el mapa de México el terreno que ocupa Querétaro se hace evidente lo insignificante que es la humanidad. Foto: Especial
Viendo en el mapa de México el terreno que ocupa Querétaro se hace evidente lo insignificante que es la humanidad. Foto: Especial

Siempre he sabido o, más bien sentido, que los seres humanos somos insignificantes. Y a esta certeza he llegado, generalmente, desde el ángulo del tiempo: la historia humana -lo he dicho muchas veces- desde que apareció el homo sapiens sapiens hasta nosotros y lo que aún nos falte será un latido cósmico, y no importa si sobrevivimos los 5 mil millones de años que es el tiempo marcado por el combustible del Sol, o si el fin sobreviene el año próximo a causa de algún Atila moderno: frente a la eternidad lo que duremos será un mero parpadeo.

Hoy, sin embargo, revisando y leyendo aquí y allá para unas conferencias que traigo entre manos, he descubierto que pensar al hombre desde la perspectiva del espacio confirma mejor mi certeza: son las magnitudes, y no el tiempo, lo que nos hace comprender sin escapatoria nuestra absoluta pequeñez. Ilustrémoslo:

¿Cuánto espacio hace falta para que todos los seres humanos que hoy infestamos el mundo pudiéramos estar de pie ocupando cada uno un metro cuadrado? No estoy pensando en los apretujamientos que se dan en algunas manifestaciones o peregrinaciones donde llegan a compactarse hasta 7 personas en un metro, sino en un hacinamiento cómodo, donde cada quien holgadamente disponga de su metro cuadrado.

Así, para hacernos una idea de lo poco que somos visualicemos nuestra dimensión: actualmente la humanidad está compuesta por poco más de 7 mil millones de personas. Son muchísimos, sí, pero ¿dónde caben?, ¿cuánto espacio necesitamos para ponerlos a todos juntos y a cada quien en su metro cuadrado? Pues podríamos caber en uno de los estados más pequeños de la República Mexicana: en Querétaro, cuya superficie, como se sabe, consta de 11 mil 499 millones de metros cuadrados; espacio más que suficiente para que estemos todos los que hoy componemos la Humanidad y, todavía, sobrarían unos 4 mil y medio millones de metros cuadrados para que siguieran llegando los que vienen. (Si no me creen, hagan una simple resta: a 11,499, 000,000 quítenle 7,000,000,000 y les dará 4,499,000,000, o sea casi 4 mil y medio millones).

Toda la masa “enorme” de la humanidad cabría en Querétaro si no fuera, claro, por los servicios que esa masa necesita, y si no fuera también tan descomunal nuestra capacidad, no digamos destructiva, sino meramente entrópica. Viendo en el mapa de México el terreno que ocupa Querétaro se hace evidente lo insignificante que es la humanidad. Advierto que estoy hablando estrictamente en términos de espacio, pues, aunque Querétaro es uno de los estados que más aprecio, es pequeño comparativamente con respecto al país y más pequeño en relación con todo el planeta. Desde el espacio, todos los seres humanos reunidos no seriamos vistos ni como un lunar en el mundo; tendríamos que descender a la altura que alcanza una avioneta para vernos como una especie de tiña que desparramada hasta el horizonte.

Somos tan poca cosa, incluso todos juntos, que por un lado resulta increíble el daño que somos capaces de hacer al medio ambiente y a los demás seres vivos; pero, ni con eso, incrementamos la importancia de nuestra especie, que es nada comparada con la distancia que hay de aquí a la Luna. Sólo piénsese que el diámetro de la Tierra son 12 mil kilómetros y la distancia a nuestro satélite es de 384,403 kilómetros, lo que equivale a que de aquí a la Luna caben 32 Tierras. Y si este número no es elocuente, imagínese que la Tierra la reducimos al tamaño de una pelota de básquetbol y que, entonces, a escala, la Luna sería del tamaño de una pelota de tenis. En estas proporciones, la Luna distaría de la Tierra 6 metros. Somos, insisto, prácticamente nulos en el universo e incluso también desde más cerca.

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@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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