EL HUMOR POLÍTICO, UNA QUIMERA EN MÉXICO

10/07/2014 - 12:00 am

Especialistas coinciden en que el humor es la forma que tenemos los mexicanos de esconder la realidad en la que estamos inmersos. Es un forma de expresión hacia los problemas que tiene que enfrentar y permanecer en una fantasía de tiempo completo. El mexicano se burla permanentemente de todo, en especial de las tragedias cotidianas, aunque en la realidad sólo refleja un pesimismo atroz, dicen…

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Imagen: Esecial / Shutterstock

Ciudad de México, 10 de julio (SinEmbargo).– Del voluntarismo en el ánimo al sarcasmo social, pasando por la respuesta de humor inmediato y automático frente a toda tragedia masiva, hay, sin embargo, un amplio trecho.

En ese sentido, el humor como contrapeso de las dificultades y la capacidad de transformar el miedo en chistes más o menos espontáneos son sin duda un sello grabado a fuego en la idiosincrasia mexicana.

Fue proverbial, por ejemplo, la respuesta del mexicano medio a lo que podría haber derivado en una gran tragedia social en tiempos donde reinaba la influenza y la pandemia amenazaba con transformar durante mucho tiempo todos los hábitos de un país.

Ya se ha hecho típico el humor frente a la narcoguerra y a las muertes que de ella se derivan y, durante el rescate de los mineros en Chile, fue arrasadora la ola de chistes mexicanos en las redes sociales, comparando el hecho con el trágico episodio que sepultó a más de 80 obreros en Pasta de Conchos, Coahuila.

Mientras algunos periódicos hablaban de “los mineros que México no quiso salvar”, Facebook y Twitter se empachaban con las teorías humorísticas que esbozaban los usuarios. “Si los mineros chilenos hubieran sido mexicanos: 1) los diputados se hubieran tardado 6 meses para aprobar el presupuesto pa’ sacarlos 2) habría ambulantes vendiendo garnachas y dvds del rescate pa’ los mineros y sus familias 3) hubieran contratado al  Chapulín Colorado con su pastilla de chiquitolina para sacarlos 4) no los hubieran encontrado. Si no dieron con una niña abajo del colchón…”, fueron sólo algunas de las ocurrencias en torno a un tema tan doloroso.

Para el psicólogo gestáltico Rubén Rangel, “el humor es la forma que tenemos los mexicanos de esconder la realidad en la que estamos inmersos. El mexicano ha encontrado en estas formas de expresión el desentendimiento de los problemas a los que se tiene que enfrentar. Pareciera que nos gusta estar en una fantasía de tiempo completo”, asegura.

El novelista David Miklos confiesa a su vez que “nunca he entendido el humor mexicano, esa burla permanente de todo, más en particular de las tragedias cotidianas, desde el temblor hasta el caso Paulette, pasando por los mineros de Pasta de Conchos (en relación con los mineros chilenos) y el secuestro del Jefe Diego”.

Para la escritora mexicana Ana García Bergua, “el humor mexicano es un elemento cultural refinadísimo que tan sólo refleja un pesimismo atroz. De ahí su inutilidad y el desánimo que termina generando. Si te fijas, unos cuantos mexicanos nos podemos reír de algo terrible, pero después nos deprimimos más. Para experimentar lo que te digo, basta con ir a ver la película El infierno, de Luis Estrada.

En ese sentido es malo, pues paraliza, prolonga este regodeo en el “peor es nada”, en el sentir que todo ha sido siempre igual y nada puede cambiar. Sirve para la exaltación del famosísimo aguante: nosotros aguantamos todo y hasta nos reímos. Contribuye a la normalización de la desgracia”.

En el sentir de Rubén Rangel, el tan mentado albur mexicano es un rasgo esencialmente masculino, “refleja una lucha entre hombres, el sometimiento de uno hacia el otro y por eso es raro que la mujer esté inmersa en dicho juego verbal”.

“Como rasgo cultural, por ejemplo en la burla a los gobernantes, el tan mentado humor mexicano puede ser prodigioso, pero me parece terrible que alguien se burle de lo ocurrido a los mineros de Pasta de Conchos”, opina Ana García Bergua.

¿QUÉ PASA CON EL HUMOR POLÍTICO?

La particular relación que tiene el mexicano con el humor parece ir por una vía, mientras que ese mismo humor aplicado a la política resulta más o menos relevante de acuerdo a la época de la que hablemos.

En el libro Re/tratos de la re/vuelta, editado por la Universidad de Guadalajara, el académico Boris Berenzon Gorn reunió más de 4 mil chistes, bromas y anécdotas desde la época de la colonia hasta el 2000, como ejemplos de la forma en que los mexicanos se han relacionado con el poder político a lo largo de su historia.

Por ejemplo, de Álvaro Obregón –quien pretendía ser elegido presidente por segunda vez– muchos preguntaban, en broma, quién era el responsable de su asesinato, ocurrido en 1928. La respuesta común era “Cállese”, una forma de señalar al entonces Presidente Plutarco Elías Calles.

“Entender la política mexicana desde la solemnidad es un gran error, porque tiene una parte humorística. Y eso lo saben los políticos”, dice Berenzon.

De Álvaro Obregón, que era manco, se decía que fue el Presidente más honrado porque sólo tenía una mano para apropiarse del presupuesto.

A Adolfo López Mateos, que gobernó entre 1958 y 1964 le decían “López Paseos”, por la gran cantidad de viajes que realizó.

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Foto: Cuartoscuro
Eduardo del Río “Rius” , caricaturista político.  de Foto: Cuartoscuro

Eduardo del Río “Rius”, nacido en Michoacán en 1934, izquierdista y vegetariano es el autor de dos historietas señeras, Los Supermachos y Los Agachados, que hicieron su agosto a finales de los 60.

Rius, de flamantes 80 años, también ha publicado más de 100 libros y ha ganado docenas de premios nacionales e internacionales.

A la entrada del Museo del Estanquillo, en el Centro Histórico, la casa que alberga parte de la herencia cultural de Carlos Monsiváis, un óleo gigante que remeda “La última cena” con personajes de Los Supermachos y Los agachados da la bienvenida al paseante con las dosis exactas de humor e ironía a las que Rius es tan aficionado.

El mural “El último desayuno” es una parodia de la obra de Leonardo Da Vinci en el cual el dibujante mexicano incluye no a 13, sino a 25 personajes para establecer la lucha de clases en el país; dos de los personajes pelean el sitio que ocupa Cristo en la pintura original. “Esto sirvió para hacer un chiste extra, porque los dos del PRI [Partido Revolucionario Institucional] se pelean por el lugar del RIP”, explica Rius.

El historietista de Los Supermachos señaló que el mural lo realizó en tres días. “Me costó mucho trabajo pintarlo, porque no es lo mismo hacer muñequitos del tamaño de la historieta, a echárselos, en un espacio de cuatro metros. Ahora comprendo cuánto sufría Diego Rivera. No traté ni siquiera de acercarme a los talones del maestro. No es un mural, es una caricatura grandota hecha con acrílico, y espero que se rían, porque traté de hacerla con humor”.

LOS VAIVENES DEL HUMOR POLÍTICO EN TIEMPOS DE LA DEMOCRACIA

En nuestros tiempos, desde el estreno de la democracia en el 2000, hasta la vuelta del PRI en 2013, el humor político en México ha tenido vaivenes. No se trata de establecer si hubo humor político, porque sí lo hubo, sino de cuánto de esa especie de rebeldía frente al poder y ojo avizor de la realidad circundante llegó a los medios.

Cómo olvidar en ese sentido a Vicente Fox Quesada, el primer Presidente de la democracia nacional, imitado y albureado hasta el hartazgo tanto por el humorismo gráfico como por famosos cómicos televisivos, tal el caso de Andrés Bustamante que lo inmortalizó con sus manazas enormes y con irresponsable tendencia a preguntarse ¿Y yo por qué?, cuando alguien le pedía alguna explicación.

Así, dicen que el regreso a la arena política del ex Presidente de México, Vicente Fox, en 2008 alegró más que nada a los humoristas, quienes con el apagado Felipe Calderón (1960), poco material encontraban para hacer nutridas y eficaces sus rutinas.

Apenas Fox puso los pies fuera del Rancho San Cristóbal donde estaba más o menos recluido desde que dejó el poder en 2006, la nostalgia por tiempos más desopilantes tiempos inundó a una gran masa de mexicanos.

Con una imagen canchera, “el bigotón”, “el botas”, vestido siempre de camisa y pantalones de jeans, salvo cuando el protocolo exigiera lo contrario y un argot que hacía hincapié en conceptos como eficiencia y competitividad, producto de haber sido el presidente de la Coca Cola local, Fox logró convencer a un electorado que quería la democracia a toda costa.

Sin embargo, en un país donde las formas suelen ser más importantes que los contenidos, el estilo cuanto menos folclórico del mandatario comenzó muy pronto a generar una gran incertidumbre y mucha, mucha molestia en gran parte de la población, sobre todo entre aquella masa de gente que lo había votado.

El mexicano medio finalmente comprendió que poco más había detrás de las maneras peculiares de gobernar o al menos poco bueno. A poco tiempo de asumir Fox quiso implantar una medida fiscal sumamente impopular consistente en gravar con el impuesto al valor agregado el consumo de alimentos, medicinas, colegiaturas de escuelas privadas, libros y revistas, (entre otros).

La reforma fue rechazada, pero alcanzó para percibir el verdadero perfil de gobierno de quien, durante su campaña había prometido un empleo para cada mexicano y terminó dependiendo en gran parte de una política de migración hacia los Estados Unidos como manera de proporcionar los medios de subsistencia a los obreros nacionales.

Fue cuando México comenzó a ser llamada Foxilandia, por un territorio maravilloso que parecía sólo manifestarse en la mente del Jefe de Estado. El término surgió oficialmente durante el cuarto informe de gobierno en el 2004 presentado ante el Congreso. Allí, la Diputada Margarita Martínez del Partido Revolucionario Institucional (PRI) le increpó al Presidente: “A ver cuando me invita a foxilandia para conocerla”.

En Foxilandia había terminado la guerra en Chiapas en 15 minutos. En el mundo maravilloso de Fox había disminuido la pobreza. A la libertad de prensa alardeada por el gobierno, se contraponía una constante represión oficial contra grupos sociales; a la presunta mejora de la ciencia y la educación pública, la fuga de cerebros más alta de la historia; a la publicitada mejora en los salarios, la estadística que marcaba que el nivel de compra de los mexicanos fue tan bajo que se hizo similar al de Botswana, según cifras del Banco Mundial.

Las frases pintorescas del mandatario se hicieron populares y dieron títulos a blogs, películas, tiras cómicas en los periódicos. Como aquella de “Comes y te vas” espetada al cubano Fidel Castro en una conversación telefónica que se filtró a la prensa. A pedido expreso del Presidente de los Estados Unidos, Fox trataba por todos los medios que el mandatario de la isla no coincidiera con George Bush durante la cumbre llevada a cabo en Monterrey en 2002.

O el desopilante “¿Y yo por qué?”, cuando fuera cuestionado por la represión a dirigentes sindicales en Oaxaca o el no menos delicioso “Ya hoy hablo libre, ya digo cualquier tontería. Ya no importa. Ya total, yo ya me voy”, unos días antes de que dejara su mandato.

El vocabulario florido del político quedó estampado en un libro de Ediciones B titulado, precisamente, ¿Y yo por qué?, escrito por el actor y guionista Andrés “Ponchito” Bustamante, que dio cuenta de las 250 frases que sacudieron al país recopiladas por Ponchito y un gran equipo de investigación, en donde tras cientos de horas de trabajo atraparon para la posteridad frases y mas frases, dichas en la primera mitad del sexenio foxista por el mismísimo Presidente de la República y personajes circunvolantes.

–¿Te acuerdas cuando Vicente Fox llamó Borgues a Jorge Luis Borges?

— ¿Te acuerdas cuando Chente dijo “ambos cuatro”?

— ¿Te acuerdas cuando escribió el verbo haber sin hache?

–¿Te acuerdas cuando su esposa, en un acto oficial, citó unos versos de la escritora hindú Rabinagrand Tagora?

México tendrá memorias para muy pocas cosas, pero de todos los exabruptos del primer Presidente de la democracia, no hay quien se olvide.

¿Las reformas están escritas por el mismísimo Dios Padre?  Foto: Cortesía Las Reinas Chulas
¿Las reformas están escritas por el mismísimo Dios Padre? Foto: Cortesía Las Reinas Chulas

En una reciente entrevista con SinEmbargo, Cecilia Sotres, una de las integrantes de Las Reinas Chulas, el grupo de humor político por antonomasia de nuestro país, explicaba que el estilo corrosivo y directo que practica la agrupación que tiene a su vez el Bar El Vicio, sólo podía tener lugar en el Distrito Federal.

“México es un país muy contrastante y nuestra labor como cabareteras es el cuestionamiento, el análisis, la crítica, pero lo hacemos porque tenemos una gran esperanza y nos fascina vivir aquí. Ahora bien, tenemos que tener muy claro que esto lo hacemos en la ciudad de México, que es muy aparte del resto de la República.

Estoy segura de que no podríamos tener otro Bar El Vicio en otro lado que no fuera en el DF. Por otro lado, hemos hecho una labor titánica para sostener una compañía independiente. Somos cuatro mujeres muy fuerte, activistas por el feminismo, que luchamos todos los días y nos sentimos muy afortunadas por contar con un espacio propio. Trabajamos más de 16 horas diarias, con poquísimo apoyo institucional y hemos sabido manejar eso”, decía Sotres.

Como sea, luego de la larga noche del terror y la sangre instituida por Felipe Calderón Hinojosa, timonel de un sexenio que dejó más de 100 mil muertos y desaparecidos, la percepción que se tiene es que el humor político en los medios de comunicación ha ido menguando hasta casi desaparecer en la era peñanietista.

Como si con el advenimiento del siempre viejo PRI también hubieran regresado la autocensura, la solemnidad lambiscona frente a la omnímoda figura presidencial y el silencio en estos casos funcionara como tapón a una marea de descontento y sumisión que han ennegrecido el humor patrio.

No hablamos de las redes sociales, siempre despiertas, atentas y con la espada desenvainada frente a las metidas de pata de don Enrique Peña y su siempre folclórico séquito, sino el humor político que falta por ejemplo en la televisión nacional, donde Brozo, el antiguo payaso crítico, se ha convertido en una verdadera parodia de sí mismo.

Ya no hay veneno allí donde reinaban la ironía, el sentido de justicia, la rebeldía, el sarcasmo.

¿Cómo nos reímos del PRI en tiempos del PRI? ¿O es que el PRI sólo nos hace llorar?

Es lo que intentaremos develar en esta modesta serie donde humoristas como Daniel Camacho, los muchachos del programa El Gueso en la W, los de Charros vs Gángsters en MVS, ayudarán a sacarle capas a esa cebolla agria en que se ha convertido el humor político en México.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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