Óscar David López hace hablar a los perros nazis y piensa que el lenguaje es puro pelo suelto

11/10/2013 - 12:30 am
nota_oscar
Especial

Ciudad de México, 11 octubre (SinEmbargo).- Una noticia en un periódico que hablaba del proyecto nazi de hacer hablar a los perros inspiró a Óscar David López, nacido en Monterrey en 1982, para escribir el poema “wooffan ss experiment”.

La fuerza de su poesía y particularmente de ese texto expresa a un creador singular de versos que gritan como látigos y que hacen reír con esa mueca extravagante de quien lanza una carcajada por fuera y por dentro corre desesperado a refugiarse.

“Nací en Monterrey, pero me mudé a Monterreyna para escribir desde una ciudad travestida. Hice estudios en lenguajes audiovisuales y luego una licenciatura en letras mexicanas. He ganado un par de premios, uno internacional y dos nacionales. Desde los 18 años padezco una enfermedad intestinal llamada CUCI que me saca de la jugada regularmente dos o tres meses al año.

Tomo 21 pastillas diariamente y estoy en un protocolo de anticuerpos monoclonales que me aplican cada dos meses vía intravenosa, así me mantienen como sano. Soy un travesti de la salud: puro personaje. Así también un travesti de los géneros literarios: donde escribo poemas, estoy escribiendo un relato hipertextual. No me gusta aburrirme. Por eso la promiscuidad lectora y el arrepentimiento de estanque bibliotecario. Habito: http://oscardavidlopez.blogspot.mx/”.

Palabras de un poeta que cuando va a los encuentros literarios busca donde comer un buen helado de fresa y se la pasa repartiendo abrazos y risas por doquier.

Donde anda Óscar David se produce algo como una instalación y el poema explota con un ruido ensordecedor. La ausencia de silencio, ese picar las huellas del acné como una mosca tsé tsé, que es lo que la poesía hace cuando tiene hambre, cuando tiene sed.

Oscar David López
Oscar David López

–       ¿Hace cuánto que escribes poesía?

–      Más de los años que me gustaría reconocer: quizá 15. Comencé escribiendo narrativa a los 14 años, aunque la poesía vino a ocupar un lugar casi de inmediato en mi preocupación literaria. Los primeros poemas que escribí fueron en relación con el pánico escénico. Me habían invitado a una lectura y desconfié de leer una página atiborrada de frases y anécdotas. Mucho después, comprendí que cuando se trata de que un autor lea su propia obra la poesía goza de una salud incomparable respecto a la narrativa. La poesía permite explotar una experiencia de la voz como acto performático. Desde entonces muy pocas veces he leído prosa en público. Aunque reconozco que mi poesía tiene ese carácter discursivo, con anécdotas, con juegos narrativos que la lírica mexicana no explota.

–       ¿Qué es la poesía?

–         Un género literario que permite todas las técnicas y todos los recursos del lenguaje. Una maravilla y un peligro. Como una enfermedad crónica: uno se olvida que la tiene hasta que de pronto se ve padeciéndola.

–         ¿Es un síntoma de la juventud que se te pasará cuando seas mayor?

–        Creo que la poesía está conectada con la juventud, pero no en el sentido de la edad física, sino de la edad con que los relacionamos con el universo. Para escribir poesía sí más un enfrentamiento con la inexperiencia, menos prueba y error de la que se necesita cuando se escribe novela o relato. En mi obra, creo que he llegado a un punto en que necesito dejar de producir poemas para concentrarme en piezas narrativas, principalmente la novela.

–         ¿Quiénes son tus poetas preferidos?

–          Voy de Francisco de Quevedo a Haroldo de Campos a Sor Juana. De Anne Carson a Gerardo Deniz a Lezama Lima. De Néstor Perlongher a Salvador Novo a Arthur Rimbaud. De Minerva Reynosa a Luis Felipe Fabre a William Carlos Williams. Y así.

–          ¿Qué piensas de la nueva poesía mexicana?

–         La nueva poesía mexicana es la enemiga de la nueva poesía mexicana. A veces creo que va por buen camino porque sigo las publicaciones de unos cuantos, pero luego llego a un recital o leo una revista de poesía reciente y me doy cuenta que el grueso de la poesía mexicana no me gusta. Pero eso también me ocurre con la poesía que fue escrita o que está siendo ahora mismo publicada por las generaciones que están arriba de mí, los poetas que tienen 10, 20 ó 30 años más que yo: el grueso de sus poemas no me gusta. Los he leído, lo confieso, con promiscuidad arrepentida. No sé si sea una falta de frescura o una necedad por escribir entre polillas y aserrín.

–         ¿Crees que los jóvenes leen más a Tablada y Villaurrutia que a Octavio Paz?

–          No, creo que justamente es lo contrario. Los poetas jóvenes, los que por ejemplo llegan a mis talleres o son mucho menores que yo, están obsesionados con la figura de Octavio Paz. Ojalá fuera con Sor Juana o con Salvador Novo pero no. Buscan imitar a Paz: Octavio Paz lo hizo, tiene sus poemas que me encantan, pero imitarlo sin profanar su tumba es un acto de descaro y muy efectista que hace que esos jóvenes poetas escriban justamente desde la tumba de Paz. Una clase de zombis muy mexicanos.

–         ¿Cómo es tu proceso de escritura?

–        Caótico. Aunque sobre todo mi proceso de escritura está conformado por capas: capas sobre capas. He publicado “Gangbang” (2007), “Perro semihundido” (2008), “Roma” (2009) y “Kitsch de cuarzo” (2012) y está por aparecer “Farmacotopía”, y cada uno ha sido una búsqueda distinta, tanto tonal como temáticamente, he ido desaprendiendo manías y he ido en busca de otras. Creo que en cada libro tuerzo el camino al que había llegado con el libro pasado, de tal forma que no quiero que se me reconozca por eso que se les da mucho a los poetas, una especie de búsqueda en pos del tono perfecto. Yo no, yo lo que quiero es llegar a algo en un libro y que el siguiente no tenga nada que ver. Como travestismo. Salir con una peluca y luego salir con otra. De libro a libro. Son pelucas, ya sé, pero no es la misma. Al final el lenguaje es puro pelo, pelo suelto, pelo recogido, muchas capas de pelo, de peinados, estáticos o con movilidad, pero nunca el mismo que el día o el libro anterior. Incluso, cada libro ha tenido sus propias búsquedas fuera de sí mismo como contenedor. Con “Gangbang” hice un show de cabaret con los poemas, con “Roma” hice una caja donde invité a más de veinte poetas a que reescribieran mis poemas y los incluí en un juego de mesa, luego con “Kitsch de cuarzo” hice también unas piezas sonoras que presenté en una gira por varios lados antes de que el libro fuera editado, como una especie de pieza desfasada, muy al espíritu de lo kitsch. Ahora, desde hace un año, he montado un espectáculo con “Los poemas nazis”, un libro donde exploro las diversas voces del mal en el poder.

–        ¿Escribes otras cosas además de poesía?

–        Actualmente escribo novela y crónica periodística. El primer libro que publiqué es una novela, se llama Nostalgia del lodo (2005), no está editada en México porque ganó un premio en Francia, pero próximamente será lanzado como libro digital por la editorial española Fog. En el transcurso de estos años he perdido dos novelas por diferentes motivos tecnológicos. Ahora estoy trabajando en una nueva novela cuyo tema es el plagio en el arte contemporáneo. En la revista Vice tengo una columna llamada “Gracias por su preferencia sexual”, en donde mezclo diversas formatos narrativos como crónica periodística o entrevistas, todo en torno a la diversidad de prácticas y preferencias sexuales.

–        ¿Qué le dirías a un joven poeta?

–          Que desconfíe ¾ partes del día. Y ahí encontrará el material poético.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video