Deporte que tritura cerebros: los jugadores de futbol americano en la mira de los científicos

11/10/2013 - 12:30 am

Por Daniel García Marco

Un alto porcentaje de jugadores de futbol americano con daños cerebrales. Foto: Efe
Un alto porcentaje de jugadores de futbol americano con daños cerebrales. Foto: Efe

Ciudad de México, 11 de octubre (SinEmbargo/dpa).– Los 61 cerebros de jugadores de futbol americano almacenados a 80 grados bajo cero cerca de Boston le costaron a la NFL muchos millones en indemnizaciones y sobre todo un aura de violencia, inseguridad y ocultación de la realidad en la que hoy ahondan en un nuevo libro y un documental.

Parecía un cerebro de un boxeador de 72 años: a esa conclusión llegó la neuropatóloga Ann McKee al analizar en 2008 el cerebro de Tom McHale, ex jugador de la NFL que murió por sobredosis a los 45 años. Tenía encefalopatía crónica traumática (CTE por sus siglas en inglés), fruto de las continuas conmociones provocadas por los golpes en la cabeza.

“Era muy, muy diferente a la persona con la que me casé”, dice su esposa, según el libro League of Denial, de Mark Fainaru-Wada y Steve Fainaru, que salió a la venta esta semana de manera simultánea a la emisión de un documental sobre el mismo asunto: la lucha de la NFL contra las evidencias médicas que alertaban de los peligros del football, un deporte que genera 9 mil millones de dólares anuales de beneficio.

Cerebro de bla. Foto: Especial
Cerebro de Tom McHale. Foto: Especial

Ante la avalancha de demandas de familiares de ex jugadores muertos o gravemente enfermos, la NFL llegó a un acuerdo en agosto para pagar una compensación de 765 millones de dólares.

Si así pensaba limpiar su imagen y que el tema se olvidara, la NFL se equivocaba. League of Denial demuestra que la liga negó durante años con discutibles informes médicos el riesgo que supone jugar al futbol americano, que acosó a los científicos que osaban discrepar mientras por otro lado, ya en 1999, pagó secretamente a la familia del ex jugador Mike Webster.

“Sus dificultades cognitivas eran el resultado de las lesiones en la cabeza sufridas como profesional”, admitió entonces la propia NFL en un documento con el sello “Confidencial” revelado por el libro.

Los autores afirman que la NFL no colaboró en ningún momento con el libro y el diario The New York Times asegura que las presiones de la liga están detrás de que la poderosa cadena ESPN haya retirado el apoyo a un libro y documental que había promocionó hasta hace unas semanas.

En agosto, la NFL exigió que el acuerdo no se considerara una admisión por parte de la liga de “responsabilidad” en las lesiones.

Pero la enfermedad, que sólo se diagnostica una vez que la persona está muerta y puede entonces trocearse el cerebro, no sólo pone en jaque a la NFL y alerta a los profesionales, que cobran grandes salarios, sino que deja también una parte de responsabilidad a los millones de espectadores que pasan el domingo viendo football en los estadios o frente al televisor y que disfrutan tanto con un derribo como con un pase del quarterback.

El Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, expresó hace unos meses su preocupación por el tema y deseó que se reduzca la violencia de los impactos, aunque eso le reste emoción al espectáculo.

“Creo que aquellos que amamos este deporte vamos a tener que asumir que probablemente cambiará gradualmente para tratar de reducir una parte de la violencia. En algunos casos lo hará un poco menos emocionante, pero será mucho mejor para los jugadores”, dijo Obama.

“Los que somos aficionados no tendremos que examinar tanto nuestra conciencia”, agregó el Presidente, que si tuviera un hijo, “tendría que pensar mucho antes de dejarle jugar”.

El Presidente está más preocupado por los jugadores de la universidad que por los de la NFL, ya que éstos “tienen un sindicato, son adultos, toman decisiones por sí mismos y están bien recompensados por la violencia que aplican a sus cuerpos”.

Aunque tarde, la Liga ha tratado de responder, y no sólo con dinero. Por ejemplo, ha promovido que los equipos cuenten con neurocirujanos que controlen en el mismo partido las lesiones derivadas de las conmociones cerebrales producto de los choques. También se busca evitar el uso de la cabeza en los “tackles”.

De esos 61 cerebros de jugadores de la NFL almacenados en Boston, McKee había analizado hasta hace un año 34. De ellos, 33 dieron positivo de CTE. ¿Cuántos jugadores hoy en día tendrán la enfermedad sin saberlo? “No creo que todos, pero sí será un porcentaje impactantemente alto”, responde la doctora.

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