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Antonio Salgado Borge

11/11/2016 - 12:05 am

Donald Trump

El triunfo de Trump es una pésima noticia para Estados Unidos, México y el mundo; sin embargo, como ha escrito Clara Jefferey en la revista Mother Jones, no es momento de llorar la desgracia sino de pelear; lo que está en ciernes es el advenimiento de un movimiento autoritario blanco nacionalista que puede y debe ser detenido. Para que esto sea posible es una condición necesaria que la presidencia de Trump no dure más de cuatro años.

Un político sureño predica al hombre blanco pobre:
“Tienes más que los negros, no te quejes,
eres mejor que ellos, tú naciste con la piel blanca”, le explican.
Y el nombre del negro
es usado, eso es claro,
en beneficio del político
mientras asciende a la fama.
Y el blanco pobre se queda
en el último vagón del tren,
pero no es a él a quien debemos culpar:
es solo un peón en su juego.

– Bob Dylan, premio Nobel de Literatura 2016

El triunfo de Trump es una pésima noticia para Estados Unidos, México y el mundo. Foto: AP.
El triunfo de Trump es una pésima noticia para Estados Unidos, México y el mundo. Foto: AP.

El ascenso político de Donald Trump es una tragedia que se ha materializado ante los ojos del mundo en cámara lenta. Primero como pre-candidato y luego como candidato, durante casi año y medio, Trump dijo e hizo todo lo que le vino en gana, insultando, sobajando y mintiendo sin pudor alguno. En estos meses, millones de personas escuchamos con pasmo dichos que hasta hace poco hubieran sido considerados suficientes para arruinar las posibilidades de éxito de cualquier campaña o, incluso, de cualquier carrera política en Estados Unidos.

Que los hombres estadounidenses blancos y poco educados son utilizados por algunos sectores del Partido Republicano como carne de cañón para fines electorales no es algo nuevo. La inusual articulación de este movimiento ocurrida este año fue consecuencia, entre otras cosas, de viejos odios latentes, de la existencia de estructuras político-religiosas añejas y complejas, del mayor poder de grupos ultraconservadores –como el Tea Party- dentro del Partido Republicano y de condiciones socioeconómicas adversas.

El gran acierto de Trump fue apostar a que llevando al extremo algunas de las banderas ultraconservadoras sería posible convencer masivamente a una audiencia históricamente “cautiva”, sin perder del todo los votos de personas a las que usualmente no se había apelado con este tipo de discursos. Al candidato republicano no le pasó por la mente moderarse o convencer con argumentos a los electores que votan siguiendo criterios más racionales, y no tuvo miedo de estirar la vieja liga hasta sus últimas consecuencias.

Como si estuviera en uno de sus hoteles en Las Vegas, Trump llegó a la política decidido a apostar al todo o nada. El millonario probablemente entró al nuevo juego buscando algo tan banal como el posicionamiento de su marca o mercadear con las posiciones políticas ganadas. Pero cuando su capital político inesperadamente se multiplicó no titubeó en seguir jugando al “all in” y en seguir confiando en la misma estrategia. Si esto fue posible es porque Trump no tenía absolutamente nada que perder; de haber resultado derrotado el martes se hubiera marchado a casa a preparar un nuevo show de TV sin problema alguno.

Hoy está a la vista que nos equivocamos rotundamente quienes pensamos que esta estrategia terminaría por volverse en contra del candidato Republicano. Millones de personas en todo el mundo esperamos con incertidumbre cuáles serán las siguientes apuestas del futuro hombre más poderoso del planeta, quién ahora dispondrá de fichas ilimitadas sobre su mesa de juego.

Los mexicanos tenemos una lista de miedos justificados que de ninguna forma son excluyentes. Si bien a estas alturas todo lo que pueda decirse es especulativo, en caso de que prometido por Trump se lleve a cabo México estaría ante una nueva crisis económica, la renegociación de TLCAN en términos aún más desfavorables, la construcción del muro, deportaciones masivas y odio desatado en nuestro vecino hacia todo lo que huela a mexicano.

Si bien este escenario no es imposible, sí puede ser considerado uno altamente improbable durante los cuatro años iniciales del nuevo gobierno estadounidense. Y es que lo más seguro es que Trump esté buscando instalarse en la Casa Blanca por ocho años, lo que significaría que, al menos durante cuatro, sus acciones podrían estar constreñidas por su deseo de reelegirse. Y que, por ende, la materialización de parte importante nuestros miedos todavía puede ser evitada.

Recordemos que Trump llegará al poder habiendo ganado varios estados con ventajas mínimas y con menos votos totales a nivel nacional que los obtenidos por su rival. También es preciso considerar que una cantidad indeterminada de la gente que votó por él lo hizo movida por su hartazgo ante la política tradicional –el establishment representado inmejorablemente en la figura de Hilary Clinton- y no necesariamente por odio a algún grupo específico o por hambre de supremacía mundial. ¡Uno de cada tres latinos votó por Trump este año!

Nada le garantiza al Presidente electo que, en 2020, una vez que se haya diluido su imagen de outsider, seguirá contando con el mismo respaldo.

Además, los próximos precandidatos demócratas a la presidencia probablemente comenzarán a hablar públicamente a mediados de 2019; es decir, en 2 años y medio estarán capitalizando las malas decisiones del nuevo presidente. Si bien es cierto que Donald Trump contará con un margen de maniobra muchísimo mayor al que tuvo Barack Obama, también es verdad que la mayoría de las promesas que hizo son tan abstractas como irrealizables: Trump no mejorará el nivel de vida de quienes votaron por él; mucho más probable es que ocurra justo lo contrario y que en 2020 haya muchos desilusionados.

Sin embargo, en caso de reelegirse en 2020 cualquier auto-restricción basada en cálculos políticos podría desaparecer ya que entonces Trump no tendría nada que perder; el Partido Republicano, que pagará los costos políticos de cualquier mala decisión surgida desde la Casa Blanca, no parece tenerle con mucho cuidado al próximo presidente.

Pero lo anterior difícilmente evitará daños mucho más concretos e inmediatos. Los Republicanos se han hecho del control de las dos cámaras legislativas y probablemente la Suprema Corte de un giro conservador. Los derechos de homosexuales, reproductivos y de otras minorías podrían ser limitados. Además, la agenda ultraconservadora que impulsan el Tea Party y algunos grupos religiosos seguramente avanzará, y con ella la ignorancia –manifiesta en la negación al cambio climático, la evolución o la defensa del derecho a la “libertad religiosa”-.

Hoy, Trump ha sido elegido Presidente por un margen ínfimo en parte gracias a los avances de estos sectores: mientras más poderosos estos sean, más riesgos correrán la democracia estadounidense y las democracias liberales en el mundo. Si bien en el papel este contexto probablemente asuste a pocos, nuestro gran reto es asumirlo como una de las más importantes amenazas a derechos y libertades que consideramos innegociables en nuestro tiempo.

También es cierto que con sus ataques a la otredad Trump ha unido a grupos extremistas y esparcido odio por todo su país y el planeta. La vida para mujeres, latinos, musulmanes y migrantes será más difícil que antes en Estados Unidos y otras partes del mundo. El efecto del triunfo Trump ya se empieza a sentir en otras naciones –como Reino Unido o Francia- donde populistas de ultraderecha se están frotando las manos ante la posibilidad de reproducir esta dinámica en casa.

El triunfo de Trump es una pésima noticia para Estados Unidos, México y el mundo; sin embargo, como ha escrito Clara Jefferey en la revista Mother Jones, no es momento de llorar la desgracia sino de pelear; lo que está en ciernes es el advenimiento de un movimiento autoritario blanco nacionalista que puede y debe ser detenido. Para que esto sea posible es una condición necesaria que la presidencia de Trump no dure más de cuatro años.

Estados Unidos es, por ahora, mucho más que Donald Trump y la gente que por un motivo u otro lo apoyó este año. A pesar de todos sus defectos, nuestro país vecino cuenta una estructura institucional sólida, es la sede de varias de las mejores universidades del mundo, es la nación con más publicaciones científicas, con más millonarios altruistas, y cuenta con miles de activistas y medios de comunicación serios e independientes.

El pasado martes decenas de millones de personas de distintas edades, orígenes raciales y credos que no votaron por Trump contemplaron con horror su ascenso. Ahora cuentan con cuatro años para trabajar unidos y empezar a salvar a su país. Todavía están en condiciones de hacerlo. Dentro de ocho años será mucho más complicado.

 

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Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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