Carlos Velázquez, su humor negro y el miedo a la obesidad y a la muerte

11/11/2017 - 12:04 am

Carlos Velázquez escribió La Biblia Vaquera en 2008. Años más tarde El karma de vivir al norte, un libro testimonial de cómo existir en Torreón, más allá de las amenazas, de las muertes y que descubrió a un escritor notable. Ahora vuelve con el humor negro, lo absurdo y el deseo de poner orden (las dos cosas a la vez) con los cuentos de La efeba salvaje (Sexto Piso).

Ciudad de México, 11 de noviembre (SinEmbargo).- Carlos Velázquez (1978) siempre lo veré como el autor de El karma de vivir al norte, un libro que me conmovió y que dio el anticipo de lo que hoy pasamos: un país amenazado y donde todos somos víctimas de algo que está afuera, que no podemos controlar.

Claro, para muchos está La Biblia Vaquera, cuando el aún era muy joven, en el 2008 y que hizo decir al crítico de Letras Libres, Rafael Lemus, que “lo primero que asombra de La Biblia Vaquera es, en efecto, su desorden: todo convive con todo, intrépidamente, como si nuestro ejemplar del libro hubiera sido zarandeado y descompuesto”.

Ahora vuelve con La efeba salvaje, donde intenta rescatar el humor negro que cultivó en La marrana negra de la literatura rosa y donde intenta tomar para sí lo que es más él: no tratar de ser más hombre para realizar una novela, sino ir a su paso y preocuparse “con la muerte, mi obsesión por la obesidad y el miedo a la paternidad”.

“Este libro lo quería escribir desde hace tiempo. No este libro en particular, sino que tenía la idea de hacer algunos homenajes a esos escritores que me han dado patria y que de alguna manera me influyeron muchísimo. Como La marrana de la literatura rosa tuvo una gran aceptación por parte de la crítica, no era nada fácil para mí. El primer cuento que escribí se llama “El resucitador de caballos”, que es un cuento que tiene un tono totalmente distinto a lo que yo hago, es una historia de fantasmas y que lo escribí porque hay un sueño de Sam Sheppard, que se llama El gran sueño del paraíso y que tiene un cuento que se llama “El domador de caballos” y lo que quise hacer esa especie de homenaje, mi propia versión de la historia”, cuenta Carlos Velázquez.

–Aparecen también el humor negro y tus obsesiones

–Sí, el miedo a la paternidad, el miedo a la obesidad, que aparecen también en La marrana negra de la literatura rosa. La efeba salvaje es un cuento que escribí después de ver un Misterioso asesinato en Manhattan, de Woody Allen. La volví a ver con otros ojos. Una pareja que vive en un edificio y tienen un vecino que al parecer mató a la esposa. Quería reproducir estas falsas pistas, si está muerta o no está muerta y el cuento tiene a una chica del clima que cree que el comentarista deportivo mató a sus esposas. Empieza a desarrollar una serie de teorías absurdas. Al final hay un tremendismo tal que de qué manera lo resuelves y le encontré la vuelta, que llega al final y es uno de los cuentos con los que más me divertí escribiéndolo.

­–¿Cómo manejas el miedo a la obesidad?

–Uno de los asuntos que está todo el tiempo en nuestro ambiente es el miedo a la gordura. Campañas contra la obesidad, contra la diabetes, contra la hipertensión, gente que se saca fotos de la cara, no del cuerpo, hay una no aceptación del cuerpo. Cada vez más el mexicano tiende a lo que debería ser su figura y por otro lado estas campañas y los productos para reducir al peso. Con todo esto flotando tengo que hacer cuentos. Las personas que no aceptan su cuerpo son personajes literarios muy interesantes. Me acordé de Jorge Porcel, el gran cómico argentino y fue una manera de rendirle un homenaje a cierta parte de mi infancia en la que veía a Porcel y sus gatitas.

–¿El miedo a la muerte?

­–Hay mucha vitalidad en el camino hacia el final. No quiero decir que conforme me acerco más al cuarto piso comienzo a pensar más en la muerte, pero es evidente que pienso mucho más que cuando tenía 17 años. Creo que sigue siendo uno de los temas centrales de la literatura. A pesar de que la muerte sucede todos los días, siempre es distinto para cada uno. Como esa pareja que está a punto de casarse y cada vez que llega el casamiento muere un familiar, lo que crea una enorme frustración sexual en la mujer y empieza a marcar una separación entre los dos personajes.

–¿El tema de las adicciones?

–Hay un cuento, el que abre, “Muchacha Nazi” que es un homenaje a “Muchacha punk”, de Rodolfo Fogwill. Él fue mi máximo gurú. Mi obra no es tan cercana a la de él, pero lo he tomado como una verdadera guía de vida. También mi cuento tiene algo de futbol y la cocaína está presente. Mis días de gloria pasaron hace mucho tiempo, ahora nado 2000 metros diarios, tengo mucho trabajo en Proceso. Creo que uno es lo que es, pese a las drogas, uno puede escribir, uno puede hacer lo otro. Yo jamás puedo escribir intoxicado, ni siquiera puedo tomarme una copa de vino tinto, porque la una trae a la otra. Hay que estar enfocado y consciente para poder escribir.

–¿Cómo dirías que está La efeba salvaje en el contexto de tu obra?

–Poco a poco estoy abriéndome el abanico de registros, ahora estoy terminando mi próximo libro de cuentos y hay algunos que se alejan bastante de mi universo, son temas hacia los que no era proclive a tocar. Claro que está siempre el humor, el humor negro, es muy difícil sacarlo de mí. La novela saldrá en el 2018 y estoy en un tren de trabajo al cual no me había metido desde hace mucho tiempo.

Un libro de cuentos formidable, a cargo de Carlos Velázquez. Foto: Sexto Piso

–Tienes una gran influencia argentina

­–Yo desde joven no me sentí muy ligado a la literatura mexicana, como lector lo digo. Sí estaba José Agustín, Élmer Mendoza y algunos más por ahí, pero párale de contar. La literatura que yo he leído es la argentina, sobre todo los post-borgianos. Releí “El perseguidor” 50 mil veces, era mi rutina y luego vienen Rodolfo Fogwill, Alberto Laiseca, que sin él no existiría La Biblia Vaquera. En Matando enanos a garrotazos aprendí que en la ficción no debe de haber ningún tipo de respeto, sí por las formas, pero no por las tramas y cualquier tipo de historias. Rodrigo Fresán en mi momento iniciático fue muy importante y además de esos autores, la música. Nunca me interesó el rock de mi país, tenía una calidad que nunca fue lo suficientemente atractiva para mí. El rock argentino todo el tiempo ha sonado en mi casa. Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Soda Stereo, hasta los más nuevos como Él Mató a un Policía Motorizado. Pappo Blues me encanta. Luis Alberto Spinetta, todas sus etapas.

–Viniendo del Norte, ¿qué piensas de lo que dijo Juan Cirerol, riéndose de los chilangos y sus terremotos?

–Yo he tenido una relación distinta con esta ciudad, desde hace tiempo. Me casé con una chilanga, he tenido novias chilangas, he vivido grandes momentos aquí, cuando sucedió el terremoto me desmorono, soñé que temblaba. En el Norte permea mucho la idea del “antichilanguismo”, estuve con personas que hacían bromas terribles sobre el terremoto en Torreón. Hay una incapacidad por sentir empatía por el que sufre. Es muy grave, los desastres naturales han golpeado al sur, al centro y un poco al norte, Houston está totalmente inundada. Viene este asunto con Juan Cirerol, que muestra una falta de respeto por la tragedia ajena, una total falta de empatía y una cobardía al estar insistiendo sobre el tema, luego pedir perdón…él es muy joven, está muy metido en las drogas, especialmente en una droga que tiene devastado a este y otros países, que es la piedra, el crack. No son excusas suficientes. Me parece triste, la falta de respeto, me hace sentir un poco avergonzado de ser norteño, no es así.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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