México
VANGUARDIA DE SALTILLO

Feminicidios en Coahuila suman 271 en 3 años, y Moreira los llama “crímenes pasionales”, acusan

12/03/2017 - 10:21 am

En los últimos años, en Coahuila han surgido institutos municipales de la mujer, centros de justicia y hasta una Secretaría de la Mujer. Sin embargo, pese a más personal y más recursos destinados a combatir la desigualdad en contra las féminas, los niveles de violencia y los feminicidios no parecen disminuir. Los primeros dos meses del año se registraron en Torreón asesinatos contra mujeres por lo que se encendió la alarma. El Gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, desestimó los homicidios al asegurar que no eran feminicidios y que se trataba más de cuestiones “pasionales”, por diferencias de parejas. Los especialistas consultados lamentaron la postura.

Por Francisco Rodríguez.

Ciudad de México, 12 de marzo (SinEmbargo/Vanguardia).– La próxima mujer que aparezca muerta en tres o cuatros días, está viviendo violencia, me dice mirándome a los ojos Adriana Romo del colectivo Red de Mujeres de La Laguna.

Porque el homicidio de una mujer, aclara con el tono de voz de quien conoce, es lo último de una serie de violencia y abusos. “El homicidio es el punto máximo y las denuncias por violencia están rebasadísimas”, menciona.

Lo sabe la señora Elena. Su hija Cecilia Eguía de la Fuente, fue asesinada en Torreón presuntamente por su esposo Edgar hace dos años. Su caso es uno de los 47 feminicidios reconocidos como tal por la Procuraduría General de Justicia de Coahuila entre 2013 y 2016.

Cecy, una mujer de sonrisa rutilante de 29 años y tres hijos, fue hallada muerta el 5 de octubre de 2014, semidesnuda, a un lado de un canal de aguas negras. Del cuello a la cabeza estaba tatuada de agresiones. “Estaba negra”, recuerda Elena, la madre. Fue presuntamente ahorcada por su esposo. Pero como dice Adriana Romo, ese fue el punto máximo. Antes hubo un antecedente de violencia.

La primera vez que Elena supo que su hija era golpeada, fue un día que Édgar la pateó. Vivían en casa de Elena. “Si no me volteo, le da la patada al bebé en la cabeza”, le dijo Cecy hace años. El bebé hoy es el mayor de 3 hermanos de 14, 10 y 9 años.

A Édgar lo corrieron de la casa pero tiempo después volvieron a estar juntos y se fueron a una casa propia. Por días, Édgar, un trabajador de Comisión Federal de Electricidad, dejaba encerrada a su esposa Cecy en la casa. “Nunca me dijo que la golpeaba pero después se escapó y los vecinos me la llevaron”, recuerda Elena.

Por el crimen de cecy el esposo sólo pisó la cárcel 9 meses. Primero confesó el crimen, luego dijo que lo habían obligado bajo tortura y salió libre. Foto: Vanguardia.

Cecy volvió con su esposo seis meses después con la condición que acudiera con el psicólogo. Iba a terapia individual y de pareja. “Yo misma le dije ‘Cecy, veo que sí ha cambiado, que ya no es agresivo”, recuerda Elena. “Sí cambió”, le afirmaba Cecy a la madre. Pero en el fondo, Cecy seguía siendo violentada.

Cada mes, ejércitos de mujeres llegan a los Centros de Justicia de la Mujer en Coahuila o a los institutos municipales de la mujer a denunciar abusos, pedir asesorías por pensiones, advertir de amenazas o clamar apoyo por el maltrato verbal.

Sin embargo, pese a la creación de institutos y el discurso de proteccionismo, las cifras de violencia y la percepción de vulnerabilidad de las mujeres, no cesa.

Adriana Romo, miembro del colectivo Red Regional de Mujeres de La Laguna, considera preocupante que no haya una disminución de casos de feminicidios y mucho menos de violencia hacia la mujer, pese a programas, talleres y pláticas que dan los nuevos institutos, el Centro de Justicia para la Mujer y la Secretaría de la Mujer.

Dice que se tiene que revisar lo que no está funcionando porque los casos siguen y no hay variaciones. “Nos vamos a ver los reportes de las mujeres que solicitan asesoría o ayudas pues vemos un incremento”, comenta.

La asociación civil Mujeres Solidarias en Acción Social (Musas) de La Laguna, por ejemplo, reporta un aumento cada año de atenciones a mujeres en situación de violencia.

Musas tuvo un registro de atención en 2016 de 395 usuarias, un incremento a comparación de 2015 cuando hubo 356, mientras en 2014 hubo 347 atenciones.

Evangelina Velázquez, presidenta de Musas, reconoce que hay preocupación por los índices de violencia, pues comenta que la misma es un comportamiento aprendido que tiene sus raíces en la cultura y en las formas como se estructuran y se organizan las sociedades.

“Dicen las instituciones que es porque ha aumentado la cultura de la denuncia, pero ante la cultura de la denuncia qué más se hace, qué está fallando. Como sociedad cuál es la responsabilidad social que tenemos todos y todas”, se cuestiona Adriana Romo.

Los homicidios a mujeres ahí están: En 2013 fueron 103; en 2014 fueron 63, 62 en 2015 y en 2016 fueron asesinadas 43 mujeres en el Estado.

Sin embargo, la Procuraduría de Justicia de Coahuila reconoce menos en el estatus de feminicidios: 6 en 2013, 10 en 14, 16 en 2015 y 15 en 2016. Es decir, de 2013 a 2016 hubo 271 asesinatos de mujeres y únicamente 47 se consideraron feminicidios, un 17.3 por ciento.

La activista Adriana Romo insiste que algo no funciona si las mujeres siguen siendo asesinadas. Independientemente de los feminicidios, dice que hay fallas en el Estado para garantizar la seguridad de las mujeres y garantizar una vida libre de violencia.

Además, está el tema de las desapariciones: Según el Registro Nacional de Personas Extraviadas y Desaparecidas (RNPED), en Coahuila desaparecieron 91 mujeres en 2013, 53 en 2014, 18 en 2015 y 15 en 2016, es decir, 177 desde 2013.

En delitos sexuales o violación, aumentaron 126.6 por ciento en Coahuila en 2016 a comparación de 2015, según las estadísticas del Sistema Nacional de Seguridad Pública. En 2016 se denunciaron 238 delitos sexuales, mientras que en 2015 fueron 105 denuncias, aunque se incluyen delitos cometidos contra mujeres y hombres.

Se dispara violencia En 2016, los delitos sexuales o violación, aumentaron 126.6 por ciento en Coahuila. Foto: Vanguardia.

EL FEMINICIDIO

Un día, ya con tres hijos, Cecy Eguía llegó con su madre. “Me quiero divorciar”. “Qué pasa, por qué, sí es buen hombre”, preguntó la madre. “Tú no sabes, me golpea y ha golpeado al niño. Lo golpeó muy feo y muchas otras cosas”, le dijo.
Édgar asfixiaba a Cecy y la ponía contra la pared. Hacía lo mismo con el hijo mayor, mientras la hija más chica se metía para defender a la madre. En julio de 2014 se divorciaron y le interpusieron al hombre una orden de restricción.

Elena se había dado cuenta de que el padre de Édgar tenía un trato denigrante hacia su esposa e inclusive los hijos le hablaban de ‘pendeja’ a su mamá. “Que no se vayan los niños con él porque van a aprender eso”, le pidió a su hija.
Édgar seguía buscando a Cecy, le pedía que lo perdonara, le prometía que iba a cambiar.

Un sobrino de la familia de Cecy fue operado y se requerían plaquetas. Édgar pidió vacaciones y se ofreció a donar. Como tenían que presentarse temprano en el Seguro Social por la ficha, le pidió a su exesposa Cecy que si se podía quedar en la casa. Cecy accedió. A la mañana siguiente, Cecy ya no contestó ninguna llamada, ningún mensaje. No estaba en la casa. Nunca llegó al hospital.

Un hermano que tenía un bar, vio a Édgar transitar a las cuatro de la mañana. Después se enteraron que el esposo salió a las dos de la mañana con con rumbo a donde antes había solo terrenos baldíos. Regresó y volvió a salir a las 5 de la mañana con los niños y preguntó al guardia: “Oiga no ha visto a mi esposa es que la estoy buscando”. “No, señor, yo vi que entró con usted en la noche y ya no la vi salir”, respondió el guardia.

Elena la madre acudió a casa de los consuegros y salió la nieta más pequeña. “Hija, dónde está tu mamá”, le preguntó a la niña. “No sé, mi papá nos trajo veníamos dormidos e hizo que buscáramos a mi mamá debajo de la cama”, le dijo la nieta. Inmediatamente salió la mamá de Édgar con los ojos hinchados y rojos: “Yo les decía que se arreglaran”.

Édgar no estaba. Había salido con el papá. Elena y otra hija tomaron las llaves de la casa que había dejado Édgar y vieron todo en orden, limpio. “Algo le hizo Édgar”, sospechó de inmediato la familia. Édgar se comunicó reclamando por las llaves.

-¿Dónde está Cecilia? –le preguntó la madre a Édgar.

-Yo qué voy a saber –respondió Édgar.

El dos de octubre Cecilia estaba en calidad de desaparecida. Édgar se escondió y no volvió a contestar el teléfono. La familia buscó por todos lados, hasta que el 5 de octubre, por la carretera Santa Fe, entre las 2 y 3 de la tarde, un sobrino halló a Cecy. Estaba a un lado de un canal de aguas negras, semidesnuda, sólo con un calzón, con señas de ahorcamiento, de asfixia, los dedos los tenía reventados, ya estaba en estado de descomposición.

Después detuvieron a Édgar y se negó a poner las huellas dactilares. En el Cereso confesó cómo la había matado, dónde la había tirado. Sin embargo, a los 9 meses salió libre porque interpuso un amparo, argumentando que había declarado bajo tortura.

Luego surgió una nueva orden de reaprehensión y se volvió a amparar. Édgar salió con una orden sin firmar. “No lo detienen, contra quién me enfrento. La Procuraduría de Justicia hizo un trabajo con las patas”, reclama la madre. Están por determinar la orden de amparo. “Es un luchar con los ministeriales. Estaba la orden de aprehensión y les hablamos que fueran por él. Y me decían que no iban a ir que no podía porque no se querían meter en problemas”.

A la mañana siguiente, Cecy ya no contestó ninguna llamada, ningún mensaje. No estaba en la casa. Nunca llegó al hospital. Foto: Vanguardia.

CRIMEN PASIONAL

Los primeros dos meses del año se registraron en Torreón asesinatos contra mujeres por lo que se encendió la alarma. El Gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, desestimó los homicidios de mujeres en La Laguna al asegurar que no eran feminicidios y que se trataba más de cuestiones “pasionales”, por diferencias de parejas. Los especialistas consultados lamentaron la postura.

En las 176 páginas que comprende el Código Penal de Coahuila, nunca aparece la palabra “pasional”.

Adriana Romo de la Red Regional de Mujeres de La Laguna, explica que las mujeres generalmente son asesinadas por personas cercanas o al interior de sus casas, o bajo una saña o crueldad que normalmente no se da en los homicidios contra varones.

Romo critica que se investiguen los homicidios de mujeres bajo una figura como el “crimen pasional”, cuando el término ni existe en el Código Penal. Por el contrario, si se revisan los 5 puntos que comprende el Artículo 336 BIS sobre lo que se requiere para ser un feminicidio, se encontrarían pruebas que ameriten el estatus, como las lesiones o mutilaciones infamantes en cualquier parte del cuerpo, como fue el caso de la joven de 15 años a la que le enterraron un palo de escoba en el ojo.

“Independientemente del término, no se alcanza a ver que este tipo de crímenes tienen que ver con un sistema cultural, un sistema patriarcal donde el hombre concibe a su pareja o ex pareja más como una propiedad que como un sujeto con derechos”, comenta Romo.

Lamenta que tanto el Procurador de Coahuila como el Gobernador, hablaran de que no hay que generar pánico, cuando, afirma, si se platica con cualquier mujer en la calle, la mayoría expresará miedo. “También cuenta la percepción de la gente. Pero a las autoridades les da miedo que se les cuestione”, dice Adriana Romo.

Para Roberto López Franco catedrático de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC) y psicólogo social, comentarios como los de los servidores públicos, abonan al pensamiento masculino, a la estructura de injusticia que hay en el país; abona a que aquellos que ejecutan actos de violencia digan ‘pues si existe esa percepción, pues yo voy a seguir hostigando a mi pareja y no va a pasar nada’.

“Si un asesinato no es perseguido y no es esclarecido mucho menos le van a poner atención a una violencia sexual, física o económica en una relación de pareja. Esos hombres siguen transitando por el mundo como si nada hubiera pasado”, critica López Franco.

A mayor impunidad mayor sentimiento de vulnerabilidad, dice Adriana Romo. No hay que mandar el mensaje de impunidad.

Adriana Romo de la Red Regional de Mujeres de La Laguna. Foto: Vanguardia.

Para Rosario Varela Zúñiga, maestra investigadora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAdeC y experta en temas de género y desarrollo, en los hechos se mantienen los mismos paradigmas como que la mujer es la encargada de cuidar la casa, lo que, considera, genera violencia y tensión y a la postre genera choques entre los roles del hombre y la mujer que pueden terminar en agresiones o feminicidios.

Asegura que no se ha logrado desterrar la idea de que las mujeres son para la casa, lo que genera violencia doméstica, pública, institucional, política, etcétera.

El 20 por ciento de los asuntos penales que se han judicializado, por ejemplo, corresponden a casos de violencia familiar según la presidenta del Tribunal de Justicia, Miriam Cárdenas.

Para Rosario Varela Zúñiga, maestra investigadora de la UAdeC, la violencia contra la mujer no tiene una sola explicación pero sí una constante: las mujeres son vistas como inferiores, lo que vulnera su integridad y las vuelve objetos, en lugar de sujetos.

Esa inferioridad hacia la mujer, explica Varela Zúñiga, se da en todos los ámbitos, desde el doméstico hasta el público, desde el manoseo en el autobús, hasta la ofensa disfrazada de piropo, hasta las agresiones sexuales sólo por el hecho de ser mujer.

“Ser mujer es como estar disponible para los deseos y caprichos. Muchos hombres detentan una posición de poder que les da la sociedad y la mayoría se cree con esa condición y practica una masculinidad hegemónica”.

Recuerda que antes si una mujer era violada, el delito se extinguía si el violador se casaba con ella. Era, dice, un estado patriarcal donde se protegía el honor de una mujer en lugar de su seguridad.

Para Adriana Romo, del colectivo Red Regional de Mujeres de La Laguna, más allá de las leyes no hay un personal sensibilizado ni capacitado, pues siguen existiendo comentarios como: ‘es que para qué andaba a las 12 de la noche con el novio’. Romo lamenta que esos lentes para juzgar sigan presentes.

La feminista refiere que cuando las mujeres se acercan a quejarse o contar un problema, surge la angustia de tener que lidiar con la procuración y administración de justicia.

Y lo que sucede en los ministerios públicos, no difiere de lo que acontece en la sociedad. Cuando el caso de la muchacha que fue atropellada por el novio, circularon comentarios en Facebook como “ni modo que no supiera”, “ya sabía cómo era”, “para qué andaba con él a esas horas”, “a lo mejor andaba tomada”. “Eso qué”, critica Adriana Romo.

En Musas, en 2016, 60 mujeres optaron por albergarse en un refugio por vivir violencia extrema (amenazas, golpes). “Hay otras que no quieren entrar y se les da la atención aquí con sus medidas de protección. 17 mujeres fueron mandadas a refugios en otros estados”, agrega Evangelina Velázquez de Musas.

Sin embargo, de las 395 atenciones que dio Musas en 2016, únicamente hubo 150 denuncias penales contra los agresores.

“Hay mujeres secuestradas, encadenadas, sin un peso, sin el celular, es un sometimiento cultural. Nos educan a que la mujer es la débil, la que debe de quedarse en casa a servirle al hombre y el hombre es el proveedor”, describe Velázquez.

La activista Adriana Romo refiere que los institutos de la mujer pareciera que sólo quieren cumplir con un curso, una plática y ya, cuando es algo constante. Foto: Vanguardia.

SISTEMA ASISTENCIAL

Para Rosario Varela, investigadora de la UAdeC, se tiene que hablar de una ausencia de políticas públicas que respondan a marcos de igualdad.

Las instituciones que se han creado, opina, institucionalizan el ver a la mujer como víctimas más que ciudadanas con derechos, lo que hace que no atiendas a las mujeres como debe ser. “Las atienden de una manera asistencialista”, recrimina.

Para la académica, hay avances para el trato igualitario pero siguen fallando las definiciones de políticas públicas. “La ley no se baja sola. Necesitamos actores políticos con decisión, con voluntad política de querer hacer un cambio y no solo discursos huecos”, opina.

A decir de Rosario Varela sí se puede hablar de un fracaso en la política de transversalidad de género tanto en la administración pública estatal como en la municipal, entendiendo la transversalidad de género como la incorporación, la aplicación del principio de igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres en las políticas públicas.

“El Plan Nacional de Desarrollo te exige que tengas la perspectiva de género. Que tomes en cuenta que tu población no es neutra, son hombres y mujeres con necesidades diferentes”, expone.

Ejemplifica que la UAdeC no tiene un reglamento para que estudiantes embarazadas puedan faltar a los exámenes si están en situación de parto. “No hay porque existe un reglamento neutro y no se ve que son hombres y mujeres, no se transversaliza el género en los instrumentos organizacionales”, explica.

Otro ejemplo, dice Varela, son las políticas de no acoso sexual, las cuales no existen. “No se pueden tener los mismos parámetros de hace 50 años”, menciona.

Para Evangelina Velázquez de Musas, se necesita trabajar en las estructuras ya establecidas como el sometimiento, el machismo, el sistema patriarcal, para que se entienda la igualdad y equidad de la mujer.

Roberto López Franco, catedrático de la UAdeC y psicólogo social, menciona que la problemática radica en que se trabaja con temáticas orientadas a privilegiar el grupo de mujeres e informarlas sobre cómo cuidarlas, cuando mucho del problema, dice, está radicado en la conducta y comportamiento de la figura masculina.

Considera que tantos nuevos institutos no se estructuran también para el hombre y por consecuencia en términos reales no ha impactado en la disminución de actos de violencia.

“Hay acciones bien intencionadas pero dónde queda la atención, prevención y tratamiento de los hombres, para que vaya tomando una conciencia de respeto hacia la mujer. Yo no lo veo, seguimos deambulando y siendo educados además en una estructura social muy machista donde puede tener el control de todo en la vida política, social, económica, cultural”, expone.

De los asesinatos a mujeres, la Procuraduría de Coahuila sólo reconoce como feminicidios un 17 por ciento. Foto: Vanguardia.

Para López Franco, la problemática está muy arraigada y no es tan fácil erradicar, por lo que los gobiernos tendrían que estar pensando en labores de prevención para los próximos 30 años.

La activista Adriana Romo refiere que los institutos de la mujer pareciera que sólo quieren cumplir con un curso, una plática y ya, cuando es algo constante.

Dice que es necesario definir perfiles adecuados de las personas que atienden. Se habla de pláticas de prevención de la violencia desde las primarias, se habla de talleres, de pláticas, pero “¿dónde están los resultados”, se cuestiona Romo.
– ¿No se cumple para lo que fueron hechas las instituciones?

– Hacen lo que pueden pero a veces las personas que lo dirigen pues no, sabemos cómo se dan esos puestos. Está bien que la pongan, pero que se permita que intervenga un consejo, un grupo de asesores, algo externo.

AFECTADOS DIRECTOS

Evangelina Velázquez de Musas, menciona que la violencia a la mujer afecta todo el entorno familiar. La mayoría de los casos, las mujeres llegan a pedir ayuda porque ya no tiene sus redes de apoyo, ya les cerraron sus idas y venidas.
“Las familias se separan porque la usuaria no deja al agresor”, comenta.

Adriana Romo cuenta que cuando asesinan a mujeres, surge todo un calvario para atender a los hijos. “Es un camino largo. Se tiene que promover un camino legal, promover la patria potestad y muchas veces resulta un calvario. Esa parte no se ve y no se habla”, indica.

La asociación Musas, por ejemplo, atendió en 2016 a 150 menores de edad, hijos de las mujeres, quienes también sufren las consecuencias de la violencia. Inclusive mencionó que el 10 por ciento de los menores sufrieron abuso sexual.

Romo recuerda el caso de una muchacha que fue asesinada en noviembre, donde la hija presenció los hechos y se quedó toda la noche a lado del cuerpo de su madre hasta que alguien llegó. “Esas consecuencias no se quieren ver”, considera.
El mismo caso de Cecilia. Sus tres hijos se quedaron en el limbo jurídico. Actualmente Elena pelea la custodia de sus nietos. La familia del padre resultó que no era apta. A Elena, de paso, la corrieron después de 20 años de trabajar en atención al público del Simas Torreón. “Queremos caras jóvenes y bonitas en atención”, le dijo el gerente de la paramunicipal, Xavier Herrera, en lo que se puede considerar como otro tipo de violencia hacia la mujer.

Sus nietos acudieron a terapia y en algunos momentos de este proceso, tuvieron crisis de angustia. “De un día para otro dejaron de tener madre, el padre se desapareció. El hijo mayor no lloraba, se quedaba serio, un día me dijo que quería un policía para ver a su padre, los niños se escondieron cuando vieron al padre en el ministerio público”, recuerda Elena.

Adriana Romo también relata el caso de una mujer que era amenazada por la pareja. Una vecina intercedió para ayudarla y la resguardó en su casa. Entonces el hombre rompió los vidrios de la casa y empezó a aventar cosas.

La policía se lo llevó pero como la mujer no tenía moretones, no le ayudó. La mujer fue al Centro de Justicia y como no llevaba huellas visibles de violencia no la atendieron, hasta que acudió una segunda vez.

“Giran una orden de restricción para que no se le acerque. Es una mujer joven con bebé a dónde se va. La están resguardando personas de buen corazón. Mientras, la vecina que la ayudó vive sola y ahora los familiares del muchacho la andan amenazando y terminó por cambiarse de casa. Son cosas que no se ven, que nadie supo”, insiste Adriana Romo.

– ¿En su opinión qué hace falta?

– Hay que apostar a una reeducación de la sociedad. Dejar de pensar que son casos aislados, cualquier mujer es vulnerable.

La asociación Musas, por ejemplo, atendió en 2016 a 150 menores de edad, hijos de las mujeres, quienes también sufren las consecuencias de la violencia. Inclusive mencionó que el 10 por ciento de los menores sufrieron abuso sexual. Foto: Vanguardia.

ARTÍCULO 336 BIS 1. FEMINICIDIO.

Se aplicará prisión de veinte a cincuenta años y multa, al que prive de la vida a una mujer por razón de género. Se considera que existe razón de género cuando concurra cualquiera de las siguientes circunstancias:
I.- Presente signos de violencia sexual de cualquier tipo, previa o posterior a la privación de la vida de la víctima infligida por el sujeto activo;

II.- Se le haya infligido por el sujeto activo una o más lesiones o mutilaciones infamantes o degradantes en zonas genitales o en cualquier otra, previa o posteriormente a la privación de la vida;

III.- Existan antecedentes o datos de cualquier tipo de violencia o discriminación por género en el ámbito familiar, laboral, o escolar, del sujeto activo contra la víctima;

IV.- Haya existido entre el sujeto activo y la víctima una relación sentimental, afectiva o de confianza;

V.- El cuerpo sea expuesto, depositado o arrojado en un lugar público, en circunstancias que degraden o menosprecien a la víctima. Además de la sanción anterior, el sujeto activo perderá todos los derechos con relación a la víctima, incluidos los de carácter sucesorio.

En caso de que no se acredite el feminicidio, se aplicarán las reglas del homicidio.

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