Parcial y subjetivo | El peso de la violencia

12/04/2013 - 12:00 am

Yo no podría asegurar que el nuestro es el mundo más violento entre los que ha habido. Tampoco que sea la violencia el distintivo de nuestra época. Sin embargo, esto no me vuelve irresponsable o insensible. Sucede que desconozco las estadísticas, que los números ofrecidos por los medios no están ponderados ni pueden compararse con otros periodos históricos. Así pues, entiendo que la violencia no es deseable, que resulta excesiva pero, también, que parece ser una constante en la historia de la humanidad. Por mucho que me esfuerce en reprobarla, no puedo sino vincularla íntimamente con nuestro devenir humano.

La literatura, claro está, se ha ocupado del tema desde hace mucho tiempo. A veces intenta descifrar las claves, el misterio oculto tras un arrebato violento. En ocasiones, se regodea en descripciones detalladas, llevando a los actos a una realidad casi física. Cuando las novelas son buenas, llegan incluso más lejos: no sólo se ocupan de retratar la violencia sino el dolor que ésta produce. Los personajes padecen las afrentas contra sus cuerpos, sus ideas, sus emociones. Y este dolor quizá sea la clave de lo que la literatura ofrece.

De nuevo: ignoro si vivimos en la época más violenta. Sin embargo, es probable que sí sea en la que más se habla de la violencia y, por lo tanto, la que más nos ha insensibilizado. Un discurso, a fuerza de repetirse, pierde sentido, profundidad y contundencia. De ahí que, en muchos casos, reaccionemos ante tremendos desplegados noticiosos, o ante dantescas fotografías en plena calle, con poco más que indiferencia. Es entonces cuando la literatura se vuelve una clave. Ya sea porque es capaz de sensibilizarnos de nueva cuenta al llevarnos a las consecuencias reales de la violencia (aquéllas que pocas veces salen en los titulares noticiosos), ya porque, habiéndonos acercado a este fenómeno, no lo necesitamos más como parte de nuestras vidas.

El siguiente listado incluye cinco novelas en las que la violencia se manifiesta de diferentes modos. Me gusta suponer que, durante esas lecturas, la intensidad narrativa provocará estremecimientos. Será, como siempre, cada uno quien lo decida.

Al lado vivía una niña

al_lado_vivia_ninaAl parecer existe una correlación entre la violencia y la miseria, aunque es falso suponer que es absoluta. En un pueblo industrioso de Alemania, durante la posguerra, un grupo de niños y adolescentes se agrupan en una banda para enfrentarse a otras. Las razones no quedan claras: ya sea una cuestión territorial, ya meras venganzas por maltratos antiguos. El caso es que la violencia suele escalar hasta niveles impredecibles. Lo que en un primer momento fue una simple afrenta, pronto se convierte en un castigo tan doloroso como humillante. Moritz no sólo es el narrador y miembro de uno de estos grupos. También es el depositario de una brutalidad que trasciende la lógica. Sorprende que, para narrar toda esta violencia, Stefan Kiesbye utilice un lenguaje simple, sin florituras.

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Sorgo rojo

sorgo_rojoLas guerras siempre son violentas. Sin embargo, la mayor violencia no siempre se da en el campo de batalla. Tal es el caso de esta novela. En ella, Mo Yan no se limita a retratar lo sucedido en una de las guerras entre China y Japón. También se ocupa de lo que los soldados sufren y padecen. Llega aún más lejos. Una escena en particular, cuando la novela parece estar lista sólo para ofrecer su desenlace, provoca un estremecimiento demoledor. Al parecer, lo peor de las guerras no es la batalla misma, el enfrentamiento entre los combatientes, sino los crímenes que los personajes están dispuestos a perpetrar al amparo de una conflagración que es más grande que ellos mismos. Mo Yan es capaz de retratar lo peor y lo mejor del ser humano, en medio de un panorama con demasiadas tinturas carmesí.

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Purga

purgaLa violencia a veces alcanza niveles tan altos que no queda más remedio que ocultarla. No hay argumento que permita redimir a quienes la perpetraron, tampoco consuelo para los victimarios. De ahí que bloquear los acontecimientos es la mejor manera de actuar. Sin embargo, los secretos terminan saliendo a la luz. Y es ese pasado el que, al ser descubierto, reavivará cada uno de los actos en donde la crueldad fue el factor común. Sofi Oksanen ofrece una novela compleja, llena de matices, en la que la violencia de un pasado en medio de la guerra compite con un presente saturado de perversiones. Como si la competencia entre ambos estadios fuera capaz de paliar los resultados.

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Instrumentos de la noche

instrumentos_nocheSiempre es sencillo culpar a los criminales de toda la violencia que han ejercido. Se les puede calificar de psicópatas o asesinos, de enfermos mentales o torturadores. Y mucha razón hay en ello. Sin embargo, en ocasiones es el propio terror de las víctimas lo que detona la violencia. Una violencia seca, que tiende a lo absoluto. Como acostumbra, Thomas H. Cook consigue una novela en donde la intriga conduce a los lectores a un estado de paroxismo próximo al sobresalto. Algo de lo que pocos escritores pueden presumir.

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La cena

cenaEn ocasiones la violencia está soterrada, escondida en medio de una serie de anécdotas que funcionan como distractores para la experiencia plena. Además, sus motivaciones están lejos de ser las habituales. Tan es así, que Herman Koch permite refutar lo dicho en libros anteriores: la violencia también puede surgir de una vida privilegiada. Así, los personajes de esta singular cena irán descubriendo un sinnúmero de secretos existentes entre ellos al grado en que la carga protagónica se irá desvaneciendo por completo para dar paso a una antipatía casi absoluta. Koch experimenta con la idea de que hay taras genéticas imposibles de soslayar y, además, no hay forma de ocultarlas por siempre.

Tal vez el mayor aprendizaje que nos brindan estas novelas sea la negación. Es difícil pensar en lectores que, una vez seducidos por las emociones que se desarrollan en ellas, sean capaces de perpetrar actos similares a los narrados. Es uno de los casos en los que la experiencia brindada por la literatura basta para conjurar a nuestros demonios internos, salvándonos de ellos.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.
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