Michoacán: la Fuerza Rural se instala en Tierra Caliente, pero la gente sigue esperando que llegue la paz

12/05/2014 - 12:03 am
Habitantes de Apatzingán viven con miedo. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo
Habitantes de Apatzingán denuncian los daños que hacían Caballeros Templarios a los pobladores. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Tierra Caliente, Michoacán, 12 de mayo (SinEmbargo).–Apatzingán, el último pueblo que tomaron las autodefensas y que fue el centro de operaciones de Los Caballeros Templarios, se recupera de la refriega aquella, que los pobladores recuerdan como una vida inmersa en la delincuencia, pero aún vive con miedo.

Los negocios ya están abiertos, la gente transita por las calles con normalidad, y hace tiempo que no les llegan al celular los mensajes que enviaban los criminales cuando había toque de queda.

“Antes vendíamos una vitamina muy buena para las arrugas, pero cuando quemaron, ya no nos llegó”, dice el dependiente de una farmacia del centro de Apatzingán, “¿qué quemó?”, se le contesta, “¿no se acuerda cuando quemaron la farmacia?”, revira.

Como la anécdota de la recién remodelada farmacia, está lleno Apatzingán. En cada calle hay un vestigio: el recuerdo de una balacera, el susto de ver un “montón de cabezas regadas”, las casas abandonadas de los desplazados que nadie limpia ni les quita la maleza, la muchacha que se llevaron porque “les gustó”.

Son pocos con los que se puede hablar, sin que exista la sospecha de que todavía son “orejas” de los exiliados, del grupo criminal que introdujo una forma de vida donde la mayoría eran cómplices, algunos por dinero, otros por miedo y otros más por protección.

“Esteban”, un poblador anónimo advierte: “Es mejor no hablar, ya no sabe uno si todavía están con ellos, aquí todos les pagaban, otros les debían favores, otros nos callábamos por miedo, ellos tenían un control tremendo, en parte, la gente tuvo la culpa, porque si alguien se peleaba con un vecino, le pedía a Los Caballeros que lo levantaran o que le dieran una golpiza”, dice.

Era cotidiano que Los Caballeros Templarios llegaran a un local, a una farmacia, a una tienda de abarrotes y le dijeran al dependiente: “Cierra, es una orden o te vamos a poner una multa, o si no, se quema el local”.

Ellos cobraban multa por salir a la calle, por usar la baqueta; por quemar basura en las rancherías, 500 pesos; por tener un automóvil, 100 pesos; por cada caja de limón que se llenaba, cinco pesos.

Sabían cada paso que daban “las ranitas”, como apodaban al Ejército, y en cada punto de la carretera de un sólo carril que lleva a Buenavista, Tepalcatepec, Aguililla y La Ruana, había un Caballero Templario que monitoreaba por radio a quien circulaba, la hora, cómo y cuándo por los caminos. Había gente del pueblo que les ayudaba.

Pero en febrero del año pasado llegaron las autodefensas, se levantaron en armas y fueron avanzando poco a poco. Tomaron los pueblos: primero La Ruana, Tepalcatepec, luego Aguililla, hubo muchos muertos, balaceras, cuerpos podridos a la intemperie, abandonados durante días.

Avanzaron con la ayuda de las fuerzas federales, del Ejército, de la Marina, “el gobierno por delante y detrás las autodefensas”, recuerda Esteban.

La carretera de Apatzingán a Tepalcatepec, es un cementerio de barricadas. En cada punto donde los pobladores fueron avanzando, quedan restos de costarles, piedras y tierra. La barricada a la salida de Apatzingán aún está entera.

La del Seminario Mayor Diocesano de San José y Santa María, que cerró sus puertas a los seminaristas en agosto de 2013 debido a la inseguridad, está casi desecha.

La barricada del Zarapito, la de la entrada a Buenavista y la que está llegando a Tecapalcatepec, tienen sólo tierra y restos de madera y costales.

“En cada pueblo que tomaban ponían su barricada, eso significaba que ya era de ellos, que ahí ya estaba limpio”, recuerda Esteban.

Algunos ranchos y el ganado que le fue arrebatado a sus dueños desde 2006, les fueron devueltos al presentar las escrituras y ahora ya no hay quien cuide las entradas de los pueblos, ni quien pida dejar una identificación ni el celular en el punto de revisión de las autodefensas.

Tierra Caliente se considera, para algunos, casi limpia de Los Caballeros Templarios, pues aún hace falta que caiga Servando Gómez Martínez, mejor conocido como “La Tuta”, una de las condiciones que pusieron los miembros de las autodefensas al Presidente Enrique Peña Nieto para aceptar el desarme y que no fue cumplida.

Sin “La Tuta”, el desarme o el registro de casi 7,000 armas se dio y los líderes Estanislao Beltrán, alias “Papá Pitufo” y el “Comandante 5”, le entregaron a Peña Nieto la imagen de la Fuerza Rural Estatal, armada y entrenada por órdenes de Alfredo Castillo Cervantes, comisionado para la Seguridad y Desarrollo Integral de Michoacán.

Arturo Barragán, ex autodefensa de Tepalcatepec y ahora miembro de la Fuerza Rural, asegura que aunque “La Tuta” no ha sido capturada, pronto caerá.

“Es un hecho, todo el que esté en contra de la Ley, lo vamos agarrar. No son las mismas gentes, cuando empezamos eran demasiados templarios, estaban ocupado todo Michoacán, y ya andaban por otros lados”, dice.

Barragán, un hombre de baja estatura y de bigote ralo se siente orgulloso de su nuevo uniforme.

“Ahorita lo que queremos es dar el ejemplo, seguir adelante, cuidar el municipio de Tepalcatepec, cada municipio de Tierra Caliente va a tener su policía estatal rural y vamos a cuidar, para eso estamos, para servir a la ciudadanía”, dice.

EL MIEDO DE LA GENTE

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Habitantes de Tepalcatepec. Foto. Francisco Cañedo, SinEmbargo

Antes de que Los Caballeros Templarios se apoderaran de Tepalcatepec, un municipio de 22 mil habitantes, la gente solía sacar sus sillas a las banquetas, mientras sus hijos jugaban a la pelota y las mujeres bebían refresco con pan encanelado.

Luego, a partir de 2004, aquello se acabó dice Diana González Velázquez, originaria de Tepalcatepec.

Diana es una mujer joven, a sus 21 años tiene una hija de dos años, blanca, con un espeso pelo negro de gruesos caireles.

La niña escucha a los helicópteros y mira hacia el cielo sorprendida, mientras el ventarrón levanta tierra espesa que le pega en la cara.

Es el helicóptero de la Policía Federal que vigila el acto protocolario de la toma de protesta de la Fuerza Rural Estatal del municipio de Tepalcatepec.

“Esto significa un nuevo comienzo para todos, con el acuerdo del gobierno será mejor, estará unidos. Cuando las autodefensas se levantaron, todo fue mucho mejor, ya no estaban los criminales, podíamos circular por el pueblo, porque antes la gente no salía, el pueblo estaba sólo, los criminales andaban en la calle con armas, causando temor a la gente, levantando muchachas, señoras, niñas de 12 años”, dice.

Diana conoce las historias de varias mujeres del pueblo que fueron violadas por Los Caballeros Templarios. Ellos, simplemente tomaban a la que les gustaba.

“Los papás no nos dejaban salir tanto. Yo no salía de noche, solo iba a la escuela, porque a mi mamá le daba miedo”, dice Norma Magaña, de 23 años.

Norma es una joven esbelta, de cabello castaño y ojos grandes. Su mamá, doña Norma Magaña, de 45 años, tenía miedo que los criminales que operaban en el pueblo se llevaran a su hija.

“A mí me preocupaba mucho dejarla salir, tenía miedo que la vieran, pero ahora sí, ya somos felices, ya vamos a Jilotlán [de los Dolores], Jalisco tranquilas”, dice la mujer.

En su discurso del 10 de mayo, en la toma de protesta de la Fuerza Rural, Alfredo Castillo les dijo a las ex autodefensas que serán ellos los encargados de hacer cumplir la ley y velar por el bien de la comunidad.

“Hace unos días se nos acercó una señora en Apatzingán y nos dijo ‘si no imponen la ley, esto se volverá un infierno con diferente diablo”, dijo Castillo.

Claudia Aguirre, de 37 años, tiene la misma inquietud de la mujer de Apatzingán, pues, aunque reconoce que la vida les cambió cuando el pueblo se levantó en armas y se hicieron llamar autodefensas, ahora, con el poder del gobierno, la moneda está en el aire.

“Cambió mucho nuestras vidas: antes salíamos pero a las 8:00 de la noche nos teníamos que recoger en nuestras casas, porque era algo difícil, pues vivíamos con el temor, había toque de queda y teníamos a nuestras hijas de 15, 16, 17 años, con miedo de que les fueran a gustar a alguno de esos”, recuerda Claudia mientras atiende un negocio en el centro de Tepalcatepec.

A sus 37 años, Claudia no ha salido del pueblo. Ahí nació, creció y se casó. La mujer ha visto lo suficiente para ser escéptica ante la nueva Fuerza Rural Estatal.

“Esperemos que sea para el bien del pueblo y que no empiecen a cobrar una cuota de ayuda, porque vamos a volver a lo mismo, como el cangrejito para atrás. Aquellos, así empezaron pidiendo una cuota, una ayuda para cuidar nuestro pueblo, si ellos vuelven a lo mismo, nos hacen pensar que vamos a caer en el miso juego que caímos con los anteriores, porque a veces nos dicen que hay que dar un apoyo, ayudar para mantener el movimiento”, dice.

Claudia se siente molesta con los ahora, ex autodefensas, porque en el pueblo ocurren injusticias, como el inexplicable disparo de los recibos de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), que nadie atiende.

“Es un movimiento donde hacen las cosas a su favor, solamente los que están adentro son los que están sacando beneficio, porque no nos toman en cuenta para muchas cosas, ahorita tenemos problemas en el pueblo que necesitamos que nos ayuden y no nos están tomando en cuenta”, dice.

La mujer se refiere al incremento de 100, 200 y hasta 300 por ciento en los recibos de la luz.

“A mí me llegaban de 200 pesos y ahora me están llegando de 2 mil pesos. Eso pasa porque no nos están tomando la lectura aquí en el pueblo, sino en otro lugar, ahorita las oficinas de la CFE están tomadas”, asegura.

LA ESPOSA DE MIRELES Y LA CFE

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Habitantes de Tepalcatepec denuncian cobros excesivos por parte de la CFE. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Las oficinas de la CFE de Tepalcatepec están ubicadas a la entrada del pueblo, en un callejón aledaño a la primera gasolinera y están tomadas desde las 7:00 de la mañana del martes pasado.

Sobre las puertas de cristal y en las paredes hay carteles que exigen una solución al problema de los altos cobros de la electricidad y frente a las oficinas, hay una carpa que funge como un campamento improvisado, donde hay mesas, bancas, sillas y hieleras con agua helada, refrescos y jugos para los pobladores que hacen guardia en un día caluroso y sofocante que marca 37 grados centígrados.

“Todo es pacífico, pero queremos una solución rápida, porque las oficinas no se abren y cada día vamos a ir aumentando la presión, porque es dinero del pueblo, no tenemos un empleo fijo, un empleo de alto margen, los empleos aquí son ocasionales y ya nos pagan lo que quieren”, dice una mujer que se identifica como Ana Valencia.

Valencia es esposa de José Manuel Mireles Valverde, ex vocero de las autodefensas de Tepalcatepec y asegura que la protesta en contra de la CFE no tiene nada que ver con las autodefensas, ni con su esposo, sino con la urgencia de la población de solucionar los elevados cobros.

La mujer ejemplifica con una serie de recibos de Benigno Gálvez Solache, un médico cirujano que en marzo de 2013 recibió su último cobro de 4 mil 859 por el bimestre, una cantidad acorde a su consumo, pues posee varios aires acondicionados.

En la serie de recibos se aprecia como para el bimestre de mayo de 2013, Benigno recibió un cobro por 9 mil 455 pesos, el cual se fue incrementando hasta llegar al bimestre de noviembre con 14 mil 419 pesos.

“Hasta les pedí a mis hijos que durmiéramos todos en un solo cuarto con un aire, amontonados, para ver si así bajaba y al contrario, se incrementó más”, dice Benigno.

Ana Valencia trató de entregarle una carta al comisionado Alfredo Castillo durante la toma de protesta de la Fuerza Rural, donde le expone el problema y le pide una solución, pero no pudo llegar a él.

“Fue imposible acercarse con la bola de seguridad que trae detrás de él. Nosotros pusimos una manta en la entrada del pueblo reclamando lo de los cobros, y alguien la quitó para que no la viera Castillo”, dice Ana.

Ana deslinda al movimiento de su esposo Mireles y asegura que desde hace días desconoce su paradero.

“Yo no sé dónde está. Ya tiene tiempo que vivo en otra casa con mis hijos, porque yo no estoy de acuerdo con eso, yo protejo a mi familia, a mis hijos”, dice.

José Manuel Mireles Valverde fue expulsado por el resto de los líderes del Consejo de Autodefensas de Michoacán (CAM) del movimiento, además de sugerir que “padece de sus facultades mentales” a raíz del accidente aéreo que sufrió en enero y que es responsable de la muerte de cinco personas.

Ahora el pueblo de Tepalcatepec, así como Buenavista y la misma Apatzingán, están bajo el cuidado de los policías rurales, quienes prometen que Los Caballeros Templarios no volverán a cometer crímenes en la región, sin embargo, en la población, aún hay cautela y temor por el futuro.

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