Pumas inicia una nueva era sin Aspe; el adiós inesperado de un populista sin fuero

13/08/2013 - 12:00 am

Por Roberto Quintanar y Antonio Rosales

Alberto García Aspe. Foto: Cuartoscuro
Alberto García Aspe. Foto: Cuartoscuro

Ciudad de México, 13 de agosto (SinEmbargo/LaCiudadDeportiva).– Mayo del 2012: “Por el amor que le tengo a esta institución, porque es un puesto interesante, donde haré cosas importantes, y sí hay mucha responsabilidad, pero podré hacerlo por el amor que le tengo a esta institución”. (Alberto García Aspe).

Agosto del 2013: “Cuando haces tu trabajo con toda la dedicación y honradez no tienes por qué estar mal. Nos matamos por la institución y por el equipo, se platicó toda esta decisión y ya nos hacemos a un lado. Nadie está por arriba de la institución”.

Plenipotenciario desde su llegada, Alberto García Aspe complicó su gestión desde el primer instante. El Capitán no pudo remediar su propio galimatías, el mismo que alguna vez lo entronizó y que lo desterró. Un Universitario hecho en CU, con un pasado televisivo que le provocó siempre una gran migraña; cada vez que el equipo se dirigía a las mazmorras, el culpable era Aspe y “esa maldita televisora”…

Se acabó la era García Aspe en Universidad. Lleno de más pena que gloria, el paso del ex jugador de Pumas como directivo fue cuestionado desde las primeras medidas que tomó hace tres torneos, mismos en los que el conjunto del Pedregal vivió como un enfermo al que le estaban prescribiendo las medicinas erróneas.

La gota que derramó el vaso fue el pésimo inicio de los auriazules en el Apertura 2013, que se sumó a una larga lista de errores que incluyen a Joaquín del Olmo, Mario Carrillo y una serie de refuerzos de calidad cuestionable que de tajo demostraron la poca viabilidad de un proyecto que desde el comienzo se convirtió en un barco con rumbo a encallar.

Junto al hombre que deja el puesto de comandante, se va uno de sus fieles: Roberto Medina, Gerente Deportivo. El cambio en el mando será acompañado del adiós de quien diera mayormente la cara ante los medios de comunicación.

Insoportable era ya la situación para quien fuera el número ocho de Universidad durante la segunda mitad de los ochenta. La afición constantemente mostraba su descontento hacia el hombre de las decisiones importantes; su cabeza era pedida a la par que la del entrenador.

Muchos nubarrones se aparecieron en el horizonte del club auriazul, que pese a haber logrado la calificación a liguilla el torneo anterior no desplegaba un futbol convincente. Como el pueblo que se levanta contra un gobierno, la población del Estado universitario señaló a dos culpables: el director técnico y el vicepresidente.

Como la peste, El Beto era juzgado semana a semana por su incompatibilidad para ejercer de funcionario deportivo. Aspe nunca entendió sus funciones, más allá de sus actos de campaña. Como un político en busca de afecto, García Aspe se mutó en el más populista de todos y entregó cuatro ilusiones fantásticas: Emanuel Villa, Luis García, Martín Romagnoli y Jaime Lozano, y al frente un novato técnico, su amigo: Joaquín del Olmo. En un momento, Pumas se vio rumbo al paraíso en un aerodinámico que ni siquiera aguantó el primer nubarrón. Entonces Aspe recurrió a su pasado inmediato y esa decisión lo fusiló sin siquiera levantar los brazos.

Llegó Mario Carrillo y la gran hechicera “Mama Toña”, y entonces ocurrió lo impensable. Diseñada la alineación semanal con lo que dicen las estrellas y las hojas de pirul, el club se sometió al pensamiento único de la “pata de conejo” del “Capello” y el apagón oscureció a toda la Comunidad Universitaria, al grado que a la vuelta de la esquina Villa abandonó la tripulación y el “Fuera Aspe” se convirtió en el grito de guerra, silenciando el Goya universitario. Incluso el Capello se dio el lujo de acusarle de fungir como en una especie de Padrino, que decretaba las alineaciones a su conveniencia.

Avalado por su capacidad para portar el jersey de la selección, Aspe, acostumbrado siempre a estar en la cima por su futbol, fue condenado al repudio público porque en cada decisión negaba sin quererlo, el sentimiento universitario. Una inversión millonaria, para una catástrofe opulenta. En dos torneos completos (Apertura 2012 y Clausura 2013), los felinos pudieron clasificar a una Liguilla, aunque quedaron fuera en Cuartos de Final perdiendo los dos partidos con el América.

Y en todo este tsunami, la universidad se alejaba más de tierra y las olas ahogaban a cuanto jugador se acercaba por ahí, nada le salió nunca a Beto, ni siquiera a la hora de ofrecer contratos, el último, Emanuel Gigliotti, que prefirió jugar con Bianchi, antes de llegar a CU. Mientras en la Copa MX, Pumas reflejaba una gestión terroríficamente mala. En la Copa no se pudo avanzar en ninguna de las dos ocasiones a la fase final.

Una nueva era, todavía llena de incertidumbre, arranca en Pumas. El golpe de timón debe ser muy fuerte para levantar a un equipo cuyas alertas se encendieron desde la pretemporada por mostrar bajos signos vitales. El enfermo sigue vivo, pero necesita atención urgente.

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