La desaparición de una joven moviliza a Culiacán, Sinaloa; la familia presume que policías están involucrados

13/08/2014 - 10:03 pm
Foto: Noroeste
Rosita lleva desaparecida dos semanas. Foto: Noroeste

Ciudad de México, 13 de agosto (SinEmbargo/Noroeste).– Rosa Esthela Anzures Jacobo, conocida como Rosita por familiares y amigos, desapareció el miércoles 30 de julio en Culiacán, Sinaloa, cuando iba conduciendo el carro de la empresa donde trabaja. De acuerdo con la última llamada por celular que su compañero de trabajo tuvo con ella, se presume la participación de autoridades.

Luego de cumplir dos semanas sin verla, los familiares han decidido hacer presión a través de entrega de volantes, carteles e imágenes en redes sociales, además de realizar marchas para que las autoridades respondan ante el caso.

ROSITA VA EN UN BARCO

El 30 de julio salió un barco, uno muy grande que sirve para visitar muchos lugares del mundo. Los turistas han tomado muchas fotos. En ese barco está Rosita pero no han regresado, se quedaron sin combustible y nadie ha podido rescatarlos.

Ya tienen dos semanas en el mar y no hay más noticias de ellos, pero ya regresarán, ya contarán sus aventuras; Rosita volverá a casa y estará con su familia que la espera.

Esta es la historia que desde hace una semana una terapeuta cuenta a Íker e Ian, los hijos de Rosa Esthela Anzures Jacobo, o Rosita, como le dicen en su familia.

Una llamada entró al celular de Luis justo después de haber colgado con Rosita, quien le dijo que ya estaba próxima a llegar a la reunión de trabajo. Eran las 11:00 horas del 30 de julio.

Luis es compañero de trabajo de Rosita en la empresa Aratza y fue la última persona en hablar con ella.

Contestó nuevamente el teléfono, otra vez la llamada provenía del celular de Rosita, pero en lugar de escuchar su voz, del otro lado del auricular oyó cómo le daban indicaciones a la contadora.

“Bájese, señorita, su unidad tiene reporte de robo”, escuchó Luis a un hombre que le daba órdenes a Rosita.

“¿Cómo va a tener reporte de robo, si es carro de la empresa donde trabajo?”, ella respondió.

“Bájese, señorita”, volvió a escuchar, y entonces, la llamada se cortó.

Luis salió a buscarla, fue a donde pudo haber sido el último lugar en donde estuvo Rosita, pero no la encontró.

Ella le dijo que estaba cerca del Hotel Diamante, que estaba en el bulevar Maquío Clouthier en el cruce con la carretera Benito Juárez, conocida también como La Costerita.

Minutos más tarde contactó a Héctor, su esposo, y él, a su vez, a Francisco Anzures, padre de Rosita. De inmediato fueron al Ministerio Público, interpusieron denuncia y comenzaron su búsqueda, dieron aviso a familiares y amigos, circularon una fotografía en redes sociales que se propagó en pocas horas.

La acusación fue directa sobre una participación de policías en la desaparición.

“La versión en que llegan y le dicen que su carro es robado y que la van a detener ya es clásico de un policía normal, es lo único que sospechamos, pueden ser policías”, asegura Francisco Anzures.

La Policía Ministerial daba informes a las 21:00 horas: se encontró un carro tipo Aveo, modelo 2010, en el fraccionamiento Estancia 8, a un lado del canal.

Héctor y su suegro fueron a corroborar. Era el mismo automóvil que ella conducía, pero el carro estaba vacío, sólo estaban las llaves en el asiento del copiloto.

“Fuimos para allá, ya estaban las patrullas pero no estaba ella, el carro estaba vacío, según no encontraron nada, huellas, marcas… nada”, indica Héctor.

El que se haya encontrado el carro solo les dejó más sospechas, entre ellas, cuál fue la trayectoria del auto.

Héctor y Francisco iniciaron con hipótesis e ideas que les pudieran llevar a mayores pistas. Pensaron en las cámaras de vigilancia del Centro de Respuesta Inmediata (CERI) y de C4i.

Sin embargo, éstas no servirían de mucho, tendrían que plantear de nuevo su búsqueda.

“Son cámaras que están descompuestas, una de ellas es la de la Feria Ganadera, a nosotros nos dieron la oportunidad de ver las cámaras, pero no se ve bien, no se alcanza a ver, hay unos árboles que estorban la cámara”, señala el padre de Rosita.

Rosita fue detenida, según la llamada que recibió su compañero, cerca de la entrada a La Primavera, donde hay un sistema de videovigilancia del Estado.

Héctor y Francisco creen que el carro pudo haber circulado por la Costerita hasta llegar al fraccionamiento Estancia 8, donde tuvo que haber pasado por dos cámaras más: la primera en el crucero Geovany Zamudio y La Costerita, y la segunda en el cruce de Calzada Las Torres y Jesús Kumate.

Francisco tuvo acceso a las cámaras, es oficial de Tránsito, y le permitieron ver las grabaciones, pero señala que dos cámaras, la de La Primavera y la de la Calzada Las Torres, no servían, que habían dejado de funcionar días antes, que éstas estaban en reparación.

La búsqueda de Rosita se hizo más difícil, el ánimo decayó, pero el coraje y la unión de una familia no se ha rendido.

Rosa Anzures tiene 31 años, es contadora pública y el 8 se septiembre cumplirá 7 años de casada con Héctor Iván Soto. Los dos son padres de Íker e Ian, niños de 6 y un año 4 meses, respectivamente, quienes esperan desde hace dos semanas a que su mamá regrese para llevarlos a practicar beisbol.

“No me cabe en la cabeza lo que está pasando, ella siempre (maneja) las cuentas bien claras, siempre ha sido bien puntual, siempre ha sido derecha en el asunto de manejar dinero, facturas, ella siempre ha sido una buena mujer, una buena madre, una buena esposa”, platica Héctor mientras frunce el ceño, como muestra de enojo y apuña las manos de desespero, de impotencia al no saber de su esposa desde hace dos semanas.

Desde pequeña practica softbol, le gustan los deportes en general pero ese es el que le llena, incluso, es la causa del porqué había días en las que llegaba tarde, a veces, cuenta su esposo, a las 11 de la noche.

“Yo la llevaba al beisbol desde niña”, narra su padre Francisco Anzures, “ella siempre me lo pedía hasta que se metió a jugar sola, ella jugaba softbol”.

Es una persona muy sociable, describe Héctor. Todos los fines de semana están ocupados por fiestas, comidas, juegos de beisbol y reuniones familiares.

Es la segunda de cinco hermanos de una familia que se reúne habitualmente en Villas del Río, fraccionamiento al norte de la ciudad, pero desde el día de su desaparición ese mismo lugar se ha convertido en un cuartel, donde resguardan a su espera.

De profesión, Rosita eligió la contaduría pública, se graduó de la Universidad Autónoma de Sinaloa hace 8 años, y justo antes inició a trabajar en Aratza, un corporativo que maneja otras empresas en Culiacán, entre ellas el Hotel Diamante, lugar donde tenía una cita el mismo día en que desapareció. No llegó a su junta de trabajo.

Es mujer deportista, profesionista, ama de casa, madre de dos niños y esposa de Héctor, quien se ha convertido, al igual que Francisco Anzures, padre de Rosita, en luchadores sociales en la que su única misión es encontrarla.

EL CUARTEL GENERAL

Desde el 30 de julio, la casa de Francisco ha permanecido con las luces encendidas, con personas despiertas a todas horas, autos entran y salen de la cochera, todos con un cartelón que menciona la búsqueda de Rosita.

Es un lugar donde los niños juegan y los adultos que están ahí permanecen en silencio, es un contraste entre la inocencia y el coraje. Sólo se habla de Rosita y de cuánto la extrañan, hay dolor y los niños que no saben qué pasa, ya empiezan a preguntar.

La casa del agente de Tránsito se ha convertido en “el cuartel general” de toda la familia.

Hermanos, sobrinos, primos, todos familiares de Rosita. Crean y guardan cartelones, mantas, cartulinas y volantes para buscarla, socializar su lucha, la cual se mantiene desde hace dos semanas.

“Aquí en la casa hemos estado reunidos para orar por ella, para su regreso, también para hacer los carteles que están pegados, nosotros no nos cansaremos hasta que ella regrese, si nos cansamos pues nadie la buscará”, expresa Francisco.

Héctor, su esposo, cambió su domicilio al “cuartel general” para estar cerca de todos los familiares, para que sus hijos estuvieran bajo ese cuidado, mientras él sale a buscarla. No culpa a nadie, no hay responsables, sólo pide el regreso de Rosita.

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