Ni Tlatlaya, ni Ayotzinapa, ni el frenón económico cambiaron al Presidente: analistas

14/01/2015 - 12:04 am

Ciudad de México, 14 de enero (SinEmbargo).– Las tragedias de Tlatlaya y Ayotzinapa y el freno en la economía, reflejado en el aumento de precios de algunos productos de la canasta básica, no han afectado de manera contundente el discurso presidencial. Aquellas frases de esperanza y optimismo como “México se está transformando”, “los astros se han alineado” y “el país tiene una oportunidad histórica”, esencia de la estrategia de comunicación en los primeros meses de gobierno, no han sido expulsadas por completo de los discursos que el primer mandatario pronuncia cada mediodía.

Por ejemplo, en el mensaje de Año Nuevo que dirigió a la Nación, el Presidente expresó: “Este año que comienza, nos exige unidad y generosidad; trabajo en equipo y perseverancia. Es momento de renovar el ánimo; de recobrar la confianza y la esperanza”. No mencionó a los 43 normalistas ni hizo compromisos para su localización. En cambio, desglosó los probables beneficios de las 11 reformas impulsadas desde el primer día de su gobierno. Dijo que este año se inicia con bajas en las tarifas de luz; que no habrá más gasolinazos y que se suspende el cobro de la larga distancia, lo que –aseguró- representará un ahorro para los usuarios de 20 mil millones de pesos al año.

También están como ejemplo de optimismo sus palabras del 8 de enero durante el 140 Aniversario de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de la Ciudad de México (Canaco-DF). “Como lo expresé en mi mensaje a la Nación con motivo de inicio de año, ya comienzan a reflejarse algunos de los primeros beneficios de estas reformas. Y vendrán varios más y los estaremos sintiendo en el paso del tiempo, pero ya desde ahora se aprecian de manera tangible beneficios de las Reformas estructurales”, dijo el Presidente.

En ese evento, Enrique Peña Nieto se brincó una línea en la lectura de su discurso. Al intentar la enmienda, se rio. Se mantuvo entre sonrisas mientras decía que quienes decidan emprender en un negocio contribuirán con el progreso anunciado para México debido a las reformas.

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Enero de 2015 ha transcurrido con la muerte campante en todo el territorio nacional. Aparece en los terrenos baldíos, los montes, los caminos de terracería, las rancherías, los poblados… De modo que el Semanario Zeta de Tijuana alertó sobre más de 41 mil 15 homicidios entre ejecuciones, enfrentamientos y agresiones. La cifra dobla la registrada en igual momento del gobierno del ex Presidente Felipe Calderón, cuando había una estrategia declarada en contra del crimen organizado.

El 6 de enero, la sangre fue derramada en Apatzingán, Michoacán, donde ocurrieron dos enfrentamientos de madrugada cuando elementos del Ejército ingresaron al edificio del Ayuntamiento, tomadas desde el 24 de diciembre por cientos –quizá poco más de mil– de civiles que se identificaron como autodefensas. El 17 de diciembre anterior, Hipólito Mora Chávez, ex jefe de de esos grupos en La Ruana, se había enfrentado con El Americano, ex dirigente en Buenavista, lo que dejó 11 muertos.

“Al gobierno ya no le sirve el bajo perfil respecto a la violencia. La población está sumida en ella, como siempre lo estuvo. Pero Ayotzinapa, no parece ser una lección suficiente como para dar de verdad un golpe de timón en la palabra política”, piensa Erubiel Tirado Cervantes, director del Diplomado de Seguridad de la Universidad Iberoamericana (UIA).

En estos días, en México no sólo se ha instalado la violencia como un gigantesco fantasma; amenaza también el incipiente crecimiento en la economía que promedia 1.5 por ciento en los dos años de gobierno peñista, de acuerdo con datos del Banco de México (Banxico) y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP). El reflejo es un incremento en los precios de la carne de res, el huevo y el jitomate, productos básicos que según una investigación del Centro de Análisis Multidisciplinario de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) puede llegar hasta 30 por ciento.

Al respecto, Gerardo Esquivel Hernández, investigador del Colegio de México (Colmex), explica: “En menos de dos años, el Presidente logró consolidar reformas estructurales en los ámbitos financiero, económico, de telecomunicaciones, educativo y energético. Es evidente que se dedicó a hacer política y pasó por alto la gestión de la vida en la calle. Y he aquí este bajo crecimiento, con un mercado interno débil ante altos precios”.

Y entonces, ¿por qué no cambia el discurso del Presidente?

Para Hugo José Suárez Suárez, investigador de Discurso Político en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, incluir en el mensaje presidencial la realidad nacional sería reconocer fracaso en la gestión. “El Presidente no lo hará si se toma en cuenta que su formación es priista. En ese partido no hay un solo ejemplo de discursos que muestren reversa aun cuando la realidad sea de espanto”.

Sólo dos días antes de la oscura noche de Iguala, la del 26 de septiembre de 2014, cuando se esfumaron por la fuerza 43 estudiantes de la Normal Superior Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, el Presidente mexicano se encontraba en Nueva York. Recibía el Premio Citizen Award. En el estrado, dijo: “México se resolvió a cambiar. A emprender reformas de fondo y ahora estamos en ese proceso que tomará su tiempo para instrumentar y lograr que estas reformas generen los beneficios a partir de su implementación para todos los mexicanos”.

Incluyó en su discurso que México contaba con una imagen dinámica y avanzaba hacia un futuro promisorio. Ya había posado junto al actor estadounidense, Robert de Niro, quien aquella noche también recibió el galardón. Las esposas de uno y otro, Angélica Rivera Hurtado y Grace Hightower los franquearon.

En enero de 2015, los discursos del Presidente no han abandonado las frases de optimismo y esperanza, como aquella noche en Nueva York, cuando todavía no desaparecían 43 estudiantes normalistas rurales de Ayotzinapa.

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