Dos veces muertos

14/02/2017 - 12:00 am
Esa mecánica del delito es muy riesgosa para los jóvenes que tienen la mala suerte de estar cerca del punto de ataque. Foto: Cuartoscuro

Escribo desde Ciudad Juarez y por lo tanto mi perspectiva es muy específica: ¿Qué sucede en la frontera?

La violencia que regresa a esta ciudad ha estado pasando inadvertida, pérdida entre los sustos y las noticias escandalosas de Trump, pero ya no se puede ignorar porque ha alcanzado a los jóvenes estudiantes.

En los últimos meses han asesinado a más de diez universitarios en centros de diversión, todos ubicados en la avenida Gómez Morín, la nueva calle de fiesta y que cruza por la mejor zona residencial de la ciudad, algo así como el barrio de la casa blanca en la CDMX.

Los sicarios llegan impunemente a los negocios (algunos en el tercer piso de un edificio), disparan a dos o tres parroquianos y se retiran tranquilamente, a pesar de la gran presencia de unidades policiacas a lo largo de los dos kilómetros que ocupa esta nueva gran cantina de la ciudad.

Esa mecánica del delito es muy riesgosa para los jóvenes que tienen la mala suerte de estar cerca del punto de ataque; se han identificado entre las víctimas a muchachos con una vida honrada y alejada de los espacios de corrupción locales.

Sin embargo los medios de comunicación y los que usan las redes sociales para pontificar escupiendo al cielo, han sometido a las víctimas de los asesinatos a una doble ejecución. Primero mueren a manos de los sicarios y luego sus cuerpos son crucificados por los ciudadanos y la autoridad al afirmar que se dedicaban al mercadeo de drogas. Si así fuera, ¿por qué no los detuvieron antes de ser liquidados?

Nuestros líderes dicen eso para encubrir su ineptitud y amedrentar a las familias con el desprestigio social si alzan mucho la voz exigiendo justicia. El mito de hoy es que el cristal invade Juárez desde Guadalajara, y que las universidades (aquí hay como diez) son un buen centro de ventas; pero sólo son afirmaciones, que no van acompañadas por acciones reactivas o preventivas eficaces.

Aunque los estudiantes mayores pueden ser buenos clientes, no se trata de repartir culpas sino de lograr soluciones. Para todos los que se rasgan las vestiduras porque Trump generaliza diciendo que los mexicanos somos perniciosos, esa misma lógica es la que usan cuando tachan a las víctimas de los atentados como narcotraficantes.

Para tener una idea de lo grave de la situación Juárez puede tolerar un máximo de 20 homicidios por mes: en octubre de 2016 fueron un centenar y entre noviembre y enero han promediado 50. Lo que prende una doble alarma es que varias de las víctimas sean universitarios.

Y otra vez, como en 2008 cuando empezó la gran guerra de cinco años y 10,500 muertes, las autoridades en el mejor de los casos sólo explican por qué sucede esto, pero no ponen manos a la obra para disminuirla o terminarla.

Aquí logramos revertir la hiperviolencia con una singular participacion ciudadana a través de la Mesa de Seguridad, pero ha sido hecha a un lado por las diferencias entre las instituciones que rechazan coordinarse. Cada quien a lo suyo, es su lema.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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