¿PODRÁ AMLO ROMPER EL BIPARTIDISMO DEL NORTE?

14/05/2012 - 12:00 am


CIUDAD JUÁREZ
, Chih. Víctor Quintana ha hecho un alto de dos días en esta ciudad, catalogada como la más insegura del país, con una tasa de homicidios de 272 por cada 100 mil habitantes en 2010 y de 148 en 2011, de acuerdo con cifras del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal. Se le ve cansado. No es fácil transitar por este municipio ni por cualquier otro del estado de Chihuahua, donde se han consumado uno de cada cuatro asesinatos del país en la era de Felipe Calderón Hinojosa. Además de ser el único candidato al Senado de la izquierda local con posibilidades de triunfo, Quintana es el hombre de todas las confianzas de Andrés Manuel López Obrador, quien también lo nombró  vicecoordinador del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), la red social con la que el ex jefe de gobierno capitalino ha empedrado el camino de su segundo intento por alcanzar la Presidencia de la República. Pero más que a realizar actos de campaña para sí, Quintana vino a medir el pulso de una ciudad abatida por la crisis económica y la violencia, pues cree que ello terminará con el bipartidismo histórico de la región.

Su diagnóstico es más que optimista: en la calle, dice, quienes lo ven portando la camisa con el logo de la alianza (PRD-PT-Convergencia) se acercan para expresarle que votarán por López Obrador. Lo más sorprendente es que aquellos grupos que en 2006 “se sumaron al complot”, ahora muestran interés en conocer al candidato presidencial. “Varios empresarios exiliados en El Paso (Texas) igual que los empresarios de Juárez y de otros importantes municipios del estado, se han acercado para solicitar un encuentro con Andrés Manuel, en junio, cuando regrese en campaña”, afirma. ¿El pronóstico a partir de ello? López Obrador obtendrá más de los 260 mil votos obtenidos en Chihuahua hace seis años, lo que equivale al 20% del total. Y, al menos en teoría, la cifra contradice el contundente triunfo que por anticipado le conceden a Enrique Peña Nieto la mayoría de las encuestas difundidas hasta hoy.

El entusiasmo de Quintana puede que parezca más un acto de comunión partidista que realidad objetiva. Si bien en las presidenciales de 2006 López Obrador obtuvo una votación histórica para la izquierda, Chihuahua fue el cuarto estado en el que menos votos obtuvieron aquella ocasión. En los procesos electorales de los últimos 30 años, el PRI y PAN  han intercambiado triunfos y derrotas en los procesos locales y federales. En los dos más recientes, 2009 y 2010, el Revolucionario Institucional fue la maquinaria aplastante del pasado. La jornada para elegir diputados federales fue vista por algunos analistas locales como una suerte de plebiscito. Apenas tres años antes, Felipe Calderón había triunfado con 523 mil 774 votos, contra 341 mil 907 de Roberto Madrazo y 212 mil de López Obrador. Un año de intervención federal para supuestamente combatir a grupos del crimen organizado parecieron cobrar factura al PAN. Si la lectura de los analistas fue certera o no, el caso es que las elecciones de 2010 ofrecieron una contundencia mayor: de los 67 municipios en disputa el PRI ganó 59. Preservó el gobierno estatal, ganó 41 alcaldías y 20 de los 22 escaños del congreso local.

Las predicciones electorales efectivamente pueden modificarse como resultado de estos años en los que, más que la desgracia colectiva que deja la violencia, pesa la profunda crisis económica, piensan algunos analistas. “El gobierno federal fue incapaz de generar empleos y el gobierno estatal no contrarrestó ese fenómeno. El resultado de ello es un aumento en materia criminal y un éxodo masivo de ciudadanos”, dice Jesús Rodríguez Alonso, investigador en el área de ciencias sociales de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ). Lo del empleo y las condiciones que permitirían vivir mejor son dos tópicos estrechamente ligados a la oferta de campaña de Felipe Calderón, y a César Duarte, quien abrió su camino rumbo a la gubernatura con la promesa de recuperar la economía y pacificación del estado. “El poder es para poder, no para no poder”, llegó a decir. En dos años (2009-2011), 200 mil habitantes de Ciudad Juárez, que es el principal municipio de Chihuahua, huyeron como efecto de ambos fenómenos, según una investigación recientemente publicada por la UACJ. La cantidad pudiera ser mayor si se toma en cuenta la cifra de casas deshabitadas expuesta por el sector inmobiliario: 60 mil, o la de las dos terceras partes de las Pymes que han cerrado desde 2008, de acuerdo con las cámaras de comercio e industria.

Rodríguez Alonso cree que si bien ello modificará el oscilante patrón de votos a favor del PRI y el PAN, no significa que el PRD resultará beneficiado de manera significativa. “El descontento social se manifestará con una baja en el número de votantes, como ha venido ocurriendo en el pasado. Lo que revelan las encuestas es que las razones que esgrimen los ciudadanos para no votar son la decepción de políticos y gobernantes, las promesas incumplidas y el alto índice de corrupción institucional. Pero las elites locales mantienen sus nichos de poder en esos dos partidos y difícilmente se moverán hacia uno tercero. En Chihuahua, a diferencia de otras entidades, no ha ocurrido por ejemplo una transición de priistas al PRD. Así que en estas presidenciales lo más seguro es que se mantendrá el bipartidismo. López Obrador  no creo que tenga impacto mayor al de hace seis años, entre otras cosas porque no pudo despojarse de esa idea prevaleciente en el norte, en donde se le ve como intolerante”.

El caso es que en la lista nominal de electores que hay en el estado, casi la mitad (46%) son originarios de otros lugares del país, y en el caso de Juárez el número aumenta a 52%. En 2009, alumnos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH) realizaron un sondeo las semanas posteriores a la elección federal. El resultado arrojó que los hombres –no las mujeres– votaron en mayor proporción por el PRI. Fueron individuos con instrucción primaria o sin escolaridad. El PRD atrajo en cambio a mujeres y hombres con estudios de nivel secundario, el PVEM acaparó a los de bachillerato y los universitarios dijeron haber votado por el PAN. El esquema cambió este año. Ahora, predice Carlos Murillo, coordinador de un par de estudios sobre procesos electorales para el Colegio de Chihuahua, es posible que las mujeres voten en masa por el abanderado del PRI-PVEM, Enrique Peña Nieto.

“El marketing vende a Peña Nieto como una imagen, como un muñeco sexual que aparentemente tendrá empuje en sectores de mujeres de clase media para abajo, despolitizadas”, explica. “Es posible detectar también un atracción generada por López Obrador en sectores de izquierda, digamos “cívicos”, donde todavía se le apuesta a las elecciones y donde él se ha ganado ese reconocimiento después de seis años de recorrer el país. Caso distinto con Josefina Vázquez Mota, cada vez más desdibujada. Y en cuanto a Gabriel Quadri, sigue ganando simpatías siempre y cuando no se le asocie con Elba Esther Gordillo. Pero, a final de cuentas, será mayor el elector (a) que se va a abstener o anular en comparación con la totalidad que piensan votar por alguna de estas opciones”.

Las investigaciones encabezadas por Murillo tienen un dato revelador en ese sentido. Desde 1995, la participación ciudadana en procesos electorales ha decrecido. Pero esa situación, señala, se agravó por el factor violencia. “Simplemente se agudizó en aquellos sectores más abstencionistas (zonas pobres, periféricas, de baja escolaridad y altas tasas de migración). Así que el miedo será un punto a observar en estas elecciones”. En Ciudad Juárez, los registros de la procuraduría estatal indican que 60% de los homicidios se han perpetrado en contra de la población menor a 30 años, justo la que Murillo ubica como la que se abstiene de votar. Ellos representan un segmento dominante en los listados nominales y habrán de generar un impacto significativo en las estadísticas de participación “porque es muy probable que quienes han optado en el pasado por no votar –y me refiero a los jóvenes– continuarán con esa tendencia”, dice el investigador.

La población que históricamente ha visto más participación en procesos electorales, al menos en Ciudad Juárez, es de clase media alta y católica. Eso constituye menos de la cuarta parte de la ciudadanía. Es el sector que aglutina a la mayoría de los universitarios que según el sondeo de la UACH de 2009, preferencialmente vota por el PAN. Juárez concentra a 70% de la población del estado. Su población es predominantemente pobre y con baja escolaridad: el promedio académico es de quinto grado y 87% tiene ingresos menores a tres salarios mínimos, de acuerdo con datos del Instituto Municipal de Investigación y Planeación. La sociedad en su conjunto ha caído por un despeñadero en poco más de una década. En 1999, 40% de los trabajadores obtenían ingresos superiores a tres salarios mínimos, pero las crisis de 2001 y 2004 diezmaron la economía local. No hay actualización de datos de pobreza, pero los indicadores disponibles son referencia de un colapso mayor como efecto de la violencia creciente desde 2008. Los más pobres son también quienes han inmigrado los últimos 40 años y residen en la periferia o en  nuevos desarrollos de vivienda construidos por el gobierno. Y son los que la investigación del Colegio de Chihuahua señala como los que históricamente han mostrado poco interés por votar.

Pero a políticos y autoridades no parece interesarles un cambio significativo de ese fenómeno, dice Héctor Padilla, investigador de procesos electorales de la UACJ. “Pareciera que el abstencionismo sería la conducta electoral que los políticos esperan porque ello les permite mantenerse insertos en el poder. Lo cierto es que la desconexión entre políticos y ciudadanos es absoluta y las reglas del juego que generó esa clase les permite secuestrar las políticas públicas, y deja la competencia electoral entre un mismo grupo, siempre reducido, que posteriormente actuará antidemocráticamente en el ejercicio de poder”, señala.

El factor de la violencia es un componente a considerar desde otro ángulo. Lo que sucedió en las elecciones de 2009 y 2010, no solo fue una pobre participación ciudadana, sino que se dio el “voto del miedo”. El actual alcalde de Juárez, Héctor Murguía, obtuvo la victoria con 162 mil 146 votos, equivalentes al 52.26 del total sufragado. Votó apenas el 10% del padrón de un millón 55 mil 761 registrado por el IFE. Murguía fue previamente alcalde para el periodo 2004-2007. Su administración engendró el escándalo de corrupción más grande de la policía municipal, cuando el director operativo fue detenido por agentes norteamericanos al tratar de cruzar una tonelada de marihuana, 10 semanas después de concluir su mandato. Eso marcó el inicio de una ola de asesinatos contra elementos de la corporación, presumiblemente ligados al crimen organizado. A pesar de ello ganó de nueva cuenta las elecciones porque, según Padilla, el investigador de la UACJ, entre los pocos que votaron se impuso la idea de que Murguía representaba la “mano dura” necesaria para recuperar el orden. “Si tomamos esto como conducta posible el 2012 puede tomarse entonces como el camino para sacudirse de esa política fallida y entonces el número de votantes puede ser mayor. Aunque es imposible saber por quién se votaría”, agrega.

En 2006, Chihuahua fue la cuarta entidad con menor porcentaje de votantes. Acudió a las urnas 48% del listado. Esta vez puede que el registro suba dos puntos, pero no más, dice Julio Santa Cruz, presidente de la Academia de Derecho Electoral de la UACH y ex presidente del IEE. Contario a los que predicen un escenario electoral equilibrado por un supuesto repunte de la izquierda, Santa Cruz está seguro que el bipartidismo se acentuará. “No creo que a López Obrador le funcionen las cosas como en el pasado. Por el contrario, el nivel de intolerancia que mostró tras difundirse los resultados de hace seis años, quedaron muy bien grabados en la conciencia de los chihuahuenses. Esta elección será del PRI o del PAN, de nadie más”.

Víctor Quintana, el hombre de todas las confianzas de López Obrador, piensa distinto. Para justificar su entusiasmo decide tomar otro ejemplo, fuera de Juárez o de la capital Chihuahua, en donde el candidato de la izquierda congregó en abril a más cinco mil simpatizantes. “Vayamos a la zona rural, donde el PRI y el PAN se han repartido triunfos electorales porque les ha tocado administrar la política de desarrollo social. Bueno –dice Quintana, sonriente- pues ahí es donde más gente se nos ha acercado para decirnos que votarán por Andrés Manuel. El comentario más común entre esta gente es el siguiente: ‘Ya nos chingó el PRI y ya nos chingó en PAN; ahora vamos con López Obrador”.

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