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Jorge Alberto Gudiño Hernández

14/07/2018 - 12:00 am

Se acaba el Mundial

Mi relación con Francia es más cercana que con Croacia, como, supongo, la de la mayoría. He consumido mucha más literatura francesa que croata, tengo amigos franceses, puedo leer con tropiezos en un idioma y no en el otro, durante buena parte de mi vida me he dejado seducir por ese ideal francés que los convierte en un modelo intelectual a seguir. La lógica, pues, me haría apoyar a los primeros sobre los segundos.

“Por eso voy con Croacia, con la esperanza de no desatinar de nuevo”. Foto: Twitter / @HNS_CFF

No sé mucho de futbol, lo confieso. Ya he dicho que veo los partidos del Mundial pero poco me interesan los de la liga mexicana. Tal vez por eso, pensé durante la primera ronda del Mundial, mis quinielas imaginarias fueron lamentables. Imaginarias puesto que no aposté con nadie ni entré en esas mecánicas donde varios se reúnen para ver quién le atinaba a más resultados. Yo podría haber calificado en último lugar. No sólo porque mis vaticinios se basaban en mi desconocimiento y en la simpatía sino porque, cada que me apresté a ver uno de los partidos, anunciaba a quién le iba. Casi nunca le atiné. Supongo que, parte de mis desaciertos, se debieron a que utilizaba métodos diferentes para apoyar a uno u otro: a veces me dejaba llevar por la historia (Alemania es el campeón
defensor); otras, por mi burdo análisis del juego (Uruguay sólo ha recibido un gol); unas más por cierto sentimiento de justicia (si Argentina no, Messi sí merece ganar la copa); unos más por asuntos personales (es que a mí me caen bien tales o cuales)… Dio igual, erré casi en todos los partidos fuera de la fase de grupos. En los pocos que acerté con el ganador, fue porque no tenía razones contundentes para apoyar a uno o a otro.

Mi relación con Francia es más cercana que con Croacia, como, supongo, la de la mayoría. He consumido mucha más literatura francesa que croata, tengo amigos franceses, puedo leer con tropiezos en un idioma y no en el otro, durante buena parte de mi vida me he dejado seducir por ese ideal francés que los convierte en un modelo intelectual a seguir. La lógica, pues, me haría apoyar a los primeros sobre los segundos.

Sin embargo, desde mis análisis de aficionado, no me ha gustado cómo juega Francia. Me parece que, pese a la calidad de sus jugadores, no han ganado siempre por el comportamiento de su equipo. Han tenido algo de suerte, contra Uruguay y, sobre todo, con Bélgica. Su propuesta ha sido anotar y defenderse. Muchos me dirán que eso está bien, es parte de las estrategias y, bien visto, han sido tremendamente efectivas. Concedo, pero eso no hace que me guste cómo juegan.

Croacia, por el contrario (y no quiero entrar aquí al asunto de la guerra, del tamaño de su población o de cómo han mejorado), se ha partido el alma en la cancha. Verlos jugar me ha parecido como ser partícipe de una gesta heroica. Nunca dejan de intentarlo. El cansancio los aniquila y, aun así, continúan proponiendo el juego. Es probable que la idea de dejar las piernas o la vida en la cancha no sea la más inteligente de las estrategias. Sin embargo, me parece que ésa debería ser la actitud de todos los que juegan a ese nivel, ya sea con una pelota, ya haciendo un trabajo rutinario para mantener a su familia.

Por eso voy con Croacia, con la esperanza de no desatinar de nuevo. No creo en las cábalas de otros, convencidos de que su afición enviará mala suerte al equipo. Eso no existe. Por eso, aun con la certeza de todos mis errores anteriores, lo digo desde ahora: ojalá sea una final con mucho futbol, no sólo del de las estrategias, también de los jugadores que saben echarse encima la esponsabilidad del triunfo. Y sí, ojalá que gane Croacia.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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