Lea Seydoux me parece una mujer bellísima e hípertalentosa. Leí este comentario en su carta contra Harvey Weinstein y me impresionó muchísimo: “He estado en cenas con él, donde se jacta abiertamente sobre las actrices de Hollywood con las que ha tenido relaciones sexuales. También me ha dicho cosas misóginas a lo largo de los años. “Serías mejor si pierdes peso”, dijo. Ese comentario me impactó”.
¿Alguien ha visto las fotos de Harvey Weinstein, un hombre desagradablemente gordo, con serios problemas por decirlo así “estéticos”?
Como diría la increíble Naomi Wolf en El mito de la belleza: “Muchas mujeres tienen más dinero, poder, campo de acción y reconocimiento legal del que jamás habíamos soñado, pero con respecto de como nos sentimos acerca de nosotras mismas físicamente, puede que estemos peor que nuestras abuelas no liberadas.”
Lo cierto es esto y la crisis de la masculinidad, un elemento que ha aportado la actriz británica Emma Thompson, pone a mujeres a simple vista poderosas en el centro de la opinión. Si eso pasa con Lea Seydoux, ¿qué pasará con la secretaria anónima de una empresa mediana?
“El tema de la belleza entre las mujeres es universal y es cierto que esos argumentos cuando son recurrentes convierten a nuestro género en algo aburrido. La mujer, es cierto, evoluciona y se vuelve en alguien interesante cuando puede superar esos estereotipos y las ideologías que prevalecen”, ha dicho Naomi Wolf en entrevista.
En el libro la autora sugiere que existe una relación perversa entre la liberación femenina, el avance de las mujeres y la exigencia de ideales de belleza cada vez más imposibles. También indica que si bien este sector ha ganado muchos espacios, el mito de la belleza funciona en la actualidad como un dispositivo para mantener a las mujeres en el sitio subordinado que habían ocupado durante siglos. El peligro más grande del mito, según Wolf, radica en que daña su parte más sensible: la autoestima, por lo que las convierte en personas débiles e inseguras ya que las mujeres occidentales viven bajo la presión constante de ajustarse a un concepto idealizado de belleza creado por la sociedad moderna.
Hay que volver a leerlo y hacerlo carne en una misma y en las demás, para entender por qué hay hombres –cada vez son más- como Harvey Weinstein.
