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Óscar de la Borbolla

14/11/2016 - 12:00 am

Sed de trascendencia

La vida de cada quien es una trampa compuesta de ratos en los que se van resolviendo problemas y, mientras más sean estos, más nos hunden en el pozo del hoy sin permitirnos levantar la vista, otear un proyecto. De hecho, eso es la vida: una serie de trampas que nos detienen y entretienen. Estar […]

Son muy pocos a quienes esto les parece poco; los más consideran que eso es toda la gracia de la vida: "Vivir". Foto: Especial
Son muy pocos a quienes esto les parece poco; los más consideran que eso es toda la gracia de la vida: “Vivir”. Foto: Especial

La vida de cada quien es una trampa compuesta de ratos en los que se van resolviendo problemas y, mientras más sean estos, más nos hunden en el pozo del hoy sin permitirnos levantar la vista, otear un proyecto. De hecho, eso es la vida: una serie de trampas que nos detienen y entretienen. Estar vivo es estar en lo inmediato.

Cuando sucumbimos al presente no somos muy distintos de los animales que, como nosotros, buscan su sustento o a otro de su especie para aparearse. Lo necesario, lo apremiante consume muestro tiempo y nos acorta las expectativas achaparrando nuestras metas; aunque -viéndolo bien y sin demagogia complaciente- la verdad es que para muchos las expectativas no van demasiado lejos y muy difícilmente estarían dispuestos a realizar un esfuerzo extra por conseguir más.

Cuando las personas se proponen algo -generalmente en su juventud- eligen entre la reducida oferta que su medio les brinda, pues, es rarísimo que se inventen un camino propio, que aspiren a lo que no hay. Eligen del repertorio de “mañanas” que están ahí, a la mano. Y cuando, en el mejor de los casos, consiguen lo que se propusieron, se estacionan en su logro y se les acaban las aspiraciones. A partir de algún punto la vida queda definida y casi todos se dedican a mantenerla cómo está. Esto no significa que se mantengan idénticos, pues siempre algo cambia por efecto de la acumulación o debido a los inevitables tropiezos. Pero las metas de gran calado se archivan y se olvidan.

En esta reproducción de lo mismo: en la que el taxista sigue siendo taxista, y el maestro, maestro y el médico, médico, o el empacador de una fábrica que siguen siendo empacador, es donde se hace patente que la vida es un estacionamiento, pues cada quien, si tiene suerte, sigue siendo lo mismo al día siguiente, al mes siguiente y a lo largo de los años.

Y como además, todos los quehaceres son extenuantes y absorbentes nadie tiene tiempo para nada más, desde el cansancio es muy difícil hacerse de un proyecto que le dé otro sentido a la vida. No, no es verdad (había dicho que iba a hablar sin demagogia complaciente) la verdad es que la mayoría una vez que resuelve sus necesidades no siente el deseo de nada más y emplea el tiempo que le resta en distraerse, en entretenerse, en pasar el raro para llegar hasta la orilla de la noche y perderse en el sueño.

Son muy pocos a quienes esto les parece poco; los más consideran que eso es toda la gracia de la vida: “Vivir”. Y lo dicen muy ufanos como si empeñarse por la grandeza fuera necio. Para muchos -eso lo muestran con sus vidas- no vale la pena ningún esfuerzo extra para alcanzar una meta que trascienda el fácil despropósito de los días que no van a ningún lado más que al día siguiente.

Un medio de vida para tener lo necesario: techo, vestido, sustento y hoy, dada la disgregación social, compañía es más que suficiente. Con eso les basta. Vivir es eso. A esto se reduce el sentido. Los ideales, las grandes causas, las utopías ya no tienen adeptos. ¡Qué nostalgia! Pero no una nostalgia por un tiempo perdido, sino por un tiempo que realmente no existió nunca, pues la gente siempre ha sido más o menos lo mismo. Vivir al día, rodeado de personas a quienes les basta el día a día, termina por hacernos olvidar el anhelo de verdaderos horizontes. Es extraño, pero hoy siento una solitaria sed de trascendencia.

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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