ENTREVISTA | La esperanza de un lote baldío o cómo encontrar arte en la basura: Abraham Cruzvillegas

15/01/2017 - 12:05 am

En el pasado octubre, en 2015,  la escultura Empty Lot (Lote Baldío) ocupó un amplio espacio en la Tate Modern, de Londres. Fue una escultura de 240 macetas de madera triangulares colocadas en dos enormes plataformas sostenidas por andamios, encargadas a uno de nuestros máximos artistas. Aquí, una entrevista para conocerlo más.

Ciudad de México, 15 de enero (SinEmbargo).- Abraham Cruzvillegas es un hombre conocido por transitar la basura y por recuperar objetos de la cotidianidad, para resignificar su lugar en el mundo, su migrar del campo a la ciudad y la posibilidad de establecer un sitio donde algo puede crecer, puede suceder.

De hecho, las 240 macetas de la Tate Modern, en Londres, emulaban chinampas precolombinas y a lo largo de los meses fueron haciendo crecer vida vegetal como plantas y hongos, fruto del agua y la luz artificial.

A través de esta inmensa obra de arte, con la que tropezaron millones de visitantes hasta el 3 de abril de 2016, el artista exploró su propia “identidad” y la historia de su país.

En 2014, Abraham Cruzvillegas dio a conocer La voluntad de los objetos (Sexto Piso), un libro para dar a conocer sus virtudes literarias, con un tono único y personalísimo elaborado por esa fascinante aproximación que tiene por la cultura entendida en su más amplia y flexible expresión.

Abelardo Barroso, The Bodysnatchers o Rigo Tovar; Joseph Conrad, John Gray, Günter Grass o Antonin Artaud; Tin Tan, el “Espectro de Ultratumba” o Ray “Boom Boom” Mancini; Rainer Werner Fassbinder o Pier Paolo Pasolini, confluyen para configurar un lenguaje vibrante que enseña mientras aprende a mirar el mundo con nuevos ojos.

Un artista de la Autoconstrucción. Foto: Facebook
Un artista de la Autoconstrucción. Foto: Facebook

­–¿Te gusta contar cosas?

­–Bueno, sí, como que desde siempre me ha gustado mucho la parte conceptual, la parte oral, el relato, la narración y de muy joven tomé clases de Periodismo y de Cuento en la UNAM. Desde siempre he tratado de que sea importante la parte narrativa como la plástica. Soy un artista al que le gusta mucho estar con gente, pero en una reunión no acaparo la conversación. Sí me gusta sentarme a escribir y ese es un ejercicio solitario.

–¿En tu proyecto Autoconstrucción, lo que primero que surgió fue la palabra?

­–No. En realidad el origen está en mi experiencia, en los pedregales de Coyoacán. Es un fenómeno de desorden social, donde la gente construye sus casas como puede en lugares donde no están destinados para eso. Yo crecí así. En un periodo casi tardío de escultor, tomé el concepto para hacer una analogía plástica de esos procesos.

­–¿En tu caso cómo ha sido hasta ahora tu camino artístico?

–Para mí es un viaje que no termina. Es una metáfora de una Autoconstrucción, las casas de ese proceso están inacabadas, tú puedes caminar por ellas, por Ciudad Neza, por las villas miseria, por las favelas de Brasil, que tienen que ver con un fenómeno desigual de la distribución de la riqueza. En realidad mi proyecto no es sobre México, es sobre la identidad humana. Es importante la imagen de las casas con las líneas salidas, inacabadas, para representar mi carrera, mi punto en la carrera. Desde mis estudios con Gabriel Orozco, desde mediados de los ’80, es un proceso que no quiere concluir, es un proceso político, artístico y que no pretende tapar el sol con un dedo, sino darle la cara a los problemas. En esa inconclusión, hay algo que se aferra a seguir aprendiendo.

–¿Con respecto a la vocación, cómo fue?

–No hay proceso similares, lo que destaca es la individualidad. Mis amigos, artistas contemporáneos, somos muy amigos, pero cada uno es muy distinto. Te puedo dar los nombres, Gabriel Orozco, Damián Ortega, Gabriel Kuri, Doktor Lakra. Yo soy hijo de un artista comercial, de un hombre que hacía pajaritos y paisajes para poder comer y hacía retratos por encargo. Mi casa había el olor a óleo y a madera. Todos fuimos niños artistas, no había ningún conflicto al respecto. Ahora de grandes, mi hermano es actuario, mi hermana es defensora de los derechos humanos, mi hermano es político, yo soy el único que se dedicó profesionalmente al arte. Nunca tuve dudas y siempre me he sentido como artista, suena arrogante pero es así.

–Pensaba que también el oficio de tu padre es un oficio de Autoconstrucción…

–Total. Mi padre, que falleció hace unos cinco años, era un indígena de Michoacán y tenía mucho orgullo de su labor manual, tan propia de su pueblo. En ese sentido, yo soy muy torpe con las manos, pero sigo teniendo la voluntad.

­–¿Llegó a ver tus exposiciones?

–Sí, es muy curioso porque desde mediados de los 80 yo comencé a usar algunos objetos suyos y él se cuestionaba mucho. Nunca me censuraron ni me limitaron, ese espacio tan limitante para vivir, en un sistema tan complicado, él decía ¡Qué riqueza!, todo está en nosotros…Así que mi concepción de mi espacio está forjada por esa idea. En un punto parecía casi cursi, pero no lo es y hay que confrontar la realidad para ver qué se puede hacer.

–Cambiando de tema, dice Arturo Rivera que hay que ir a La Esmeralda a echar a todos los videastas que hay allí…

–(risas) Desde que el arte se llama arte es muy poco tiempo. Y en esos 400 años ha habido muchas controversias. Yo creo que el arte contemporáneo es el conjunto de todas las actividades artísticas. Muy difícilmente ahora una cosa excluye a la otra. No estoy en contra de las impresiones de nadie y mucho menos de un artista tan importante como ese, pero creo que mi arte y el arte de los videastas se complementa y se enriquece de la práctica de los pintores. No todo el mundo está de acuerdo, pero de eso se enriquece la discusión.

–¿Te sientes que la crítica es particularmente dura con el arte contemporáneo?

–No creo. En general, en México no hay crítica. Lo que hay mucho son reseñas u opiniones sobre el arte. En mi perspectiva, calificar a algo con estrellitas no es hacer crítica. Ahora a nivel internacional, depende. Cuando es realmente una crítica, muy agresiva como en Nueva York, le viene bien al artista. Como Roberta Smith, por ejemplo, si se ocupa del trabajo de un artista es porque eso será muy beneficioso para él. Lo que probablemente pase es lo que dices: que a un poeta ni siquiera lo leen; bueno, yo creo que es un problema esencialmente cultural, no tiene tanta visibilidad como las artes visuales, la manera en que los artistas se apropian de las herramientas para producir arte, de eso va a depender el giro expresivo, el giro negativo. Me parece que lo que estás haciendo es como arte, pero no es arte, porque se parece a todo lo que ves en la revista, le dijo un alumno mío de La Esmeralda a otro alumno, ¿dónde estás tú? Creo en cambio que alguien tiene una necesidad expresiva va a usar la herramienta de un modo que nunca nadie lo había hecho. Eso es arte.

Abraham Cruzvillegas: la inauguración de Kurimanzutto, en 1999, resolvió poder vivir del arte. Foto: Facebook
Abraham Cruzvillegas: la inauguración de Kurimanzutto, en 1999, resolvió poder vivir del arte. Foto: Facebook

–La crítica contigo ha sido fantástica…

–Sí, a mí me quieren. En general me ha ido muy bien, aunque aquí a la crítica no la conozco. Yo fui alumno de Teresa del Conde, ella era mi crítica; Olivier Debroise, Raquel Tibol…no obstante pienso que hay una nueva generación mucho más joven, pero durante mucho tiempo no hubo nada. Ahora hay una revista como la Caín, editada por Óscar Benassini, donde ni siquiera hay ilustraciones, algo que me parece genial. La crítica internacional me ha tratado bien, así, con mayúsculas y yo no conozco a los críticos, así que no se me puede acusar de compadrazgo o de cuatismo.

–¿Cómo ves tu carrera internacional, vienes de la Tate, has estado en el MoMA, en Corea…?

–Creo que es muy difícil, no he sido un estratega, siempre improviso, no tengo una mirada en el largo plazo, tengo algunas cosas de sentido común, pero así en quince años estar exponiendo en algún lugar, claro que no.

–¿Cómo has vivido los grandes logros de tu vida?

–Para mí y para mi generación, no tuvimos en México un espacio de resonancia. No había crítica, no había galerías, entonces comenzamos a tener –algunos de nosotros- más importancia afuera y eso, en el largo plazo, generó cierta atención. Hubo un periplo, que estando lejos llamó la atención. Ha sido muy importante para mí en 1999 que se abriera esta galería en la que exponemos varios de nosotros, Kurimanzutto, que nos permitió generar un ingreso para poder seguir haciendo lo que nos gusta. Antes no teníamos eso. Yo fui ilustrador, escritor de diarios y revistas, profesor, para poder traer algo a casa. Aunque con mucho gusto. Esa tranquilidad de poder vivir con lo que nosotros sabíamos hacer vino de la galería. En el 2005, viajé al estudio, en Francia, de Alexander Calder, para hacer una residencia y me quedctica, son 108 movimiento para aprender, nunca he aprendido mete. nces he realizado muchas muestras en los Estados Unidos y en Eé cuatro años allá. Luego estuve en Escocia, en San Francisco y ese constante trajinar me fue muy útil. Mi manera no es hacer cosas sobre México sino al modo de hacer cosas de la nada. Así que andar por los caminos me sirvió mucho. Y eso siempre llevo adonde llego. Voy a algún lugar con las manos vacías, pero muy consciente de donde vengo.

–¿Y cómo vives ahora, cuando los periodistas te molestamos, cuando varias veces suena tu nombre?

–En 1991 hice mi primera muestra en los Estados Unidos. Desde entonces he realizado muchas muestras en los Estados Unidos y en Europa y desde entonces hasta anteayer soy un artista que promete. Y eso me divierte mucho. Yo empecé a hacer tai chi hace 15 años, es una cuestión más de salud y me metí en un grupo llamado de los taoístas, que tienen un principio de “ineficiencia” para la práctica, son 108 movimientos para aprender, nunca he aprendido todos los movimientos y lugar adonde llego busco a los taoístas. Bueno, siempre me meten al grupo de principiantes. No te imaginas el gusto que me da. Como artista, al parecer no cumplo y esa condición de estar en ciernes se pliega evidentemente a mi identidad de autoconstruido.

 

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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