Con mariachis, invitados especiales y muchas porras; sin Ebrard y sin lugar para discapacitados, Mancera festeja 100 días

15/03/2013 - 12:00 am
Porras y aplausos. Foto: Rebeca Argumedo
Porras y aplausos. Foto: Rebeca Argumedo, SinEmbargo

Ciudad de México, 15 de marzo (SinEmbargo).- El mariachi calló y Miguel Ángel Mancera caminó hacia el estrado para rendir un informe de sus primeros 100 días al frente del Gobierno del Distrito Federal (GDF), en medio de una “guerra” de porras de gente proveniente de las distintas delegaciones de la ciudad, que llenaron hasta el tope el Auditorio Nacional.

Antes, el maestro de ceremonias presentó a los “senadores, diputados federales, locales, titulares de representaciones diplomáticas, directores de instituciones públicas y privadas, académicos, empresarios, todos invitados especiales de primer nivel” que ocuparon los asientos en primera fila.

Hasta el frente y de espalda a cientos de personas con globos de colores y camisetas amarillas que ocuparon el área intermedia y la última (destinada en los conciertos a los boletos más baratos), estaba el político y boxeador Jorge Antonio Kahwagi Macari, Pablo Gómez, Porfirio Muñoz Ledo, Rafael Moreno Valle, Gobernador de Puebla; Jesús Zambrano Grijalva, presidente Nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD); Cuauhtémoc Cárdenas, el actor Ernesto Gómez Cruz y los periodistas Nino Canun y Jacobo Zabludovsky.

El lugar de Marcelo Ebrard Casaubón se quedó vacío. Tampoco llegaron líderes de izquierda del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), a pesar de que Martí Batres, presidente del Comité Ejecutivo Nacional, apenas dos días atrás hizo referencia a la excelente relación del movimiento con el Jefe de Gobierno capitalino.

A los costados de la planta baja del auditorio sólo hubo lugar para fotógrafos y camarógrafos; el resto de los reporteros se acomodó donde pudo, de la misma forma que las señoras con muletas y bastones, los adultos mayores, las mujeres con niños de meses en los brazos; las primeras filas fueron uso exclusivo para los “invitados especiales de primer nivel”.

“No dejan entrar, hasta el delegado de la Cuauhtémoc tuvo problemas para acomodarse y a mí me mandaron hasta arriba”, dijo ofuscado un funcionario público de traje gris y corbata amarrilla revuelto entre los porristas, mientras los invitados especiales se saludaban de abrazo y beso y se acomodaban en sus butacas.

Entonces, Mancera abrió los brazos para saludar y las porras iniciaron:

“¡Bravo Mancera!”, gritaron arriba. “¡Mancera, amigo, Iztacalco está contigo!”, se escuchó en medio.

Miguel Mancera inició con su discurso. Los logros de su gobierno desfilaron uno tras otro. El trabajo en las colonias, la creación de la Agencia de Gestión Urbana, la ciudad del conocimiento, el programa Disfruta la Ciudad de México –que incrementó la ocupación hotelera del DF 4% en sus primeros 100 días de gobierno– y, por supuesto, la promesa de hacer de la capital del país la más segura.

Pero a Mancera las porras no lo dejaron hablar a sus anchas, porque fue interrumpido una y otra y otra vez.

“¡Mancera, amigo, Iztapalapa está contigo!”. El Jefe de Gobierno calló de nuevo.

“Gracias, gracias”, prosiguió, “vamos también a impulsar una iniciativa de Ley de registro de vehículos que utilizan las escoltas y una que garantice el desarrollo físico y mental a través de estimulación temprana a los niños”.

“¡Bravo Mancera!”, lo interrumpieron y Miguel Ángel calló de nuevo. Pausó el discurso unos segundos y en la primera oportunidad siguió.

“Este gobierno viene a dejar huella de la izquierda, una izquierda sin dueño”, dijo y en el recinto sólo se escuchó el griterío y una amalgama de porras que hacían inaudibles los nombres de las delegaciones del DF.

Al concluir su discurso, Miguel Ángel Mancera salió por una de las puertas laterales. Algunos políticos lo siguieron, otros prefirieron salir por las frontales.

Afuera, en la explanada del Auditorio Nacional, había porra para cada Delegado y hasta para uno que otro Diputado local. La gente se aglutinaba alrededor de sus líderes y de nuevo el griterío.

“¿Dónde están los camiones?”, preguntó una mujer a otra.

“Yo creo que en el estacionamiento, como la vez pasada”, contestó una señora de edad avanzada mientras bajaba las escalinatas del Auditorio Nacional.

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