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Alejandro Páez Varela

15/05/2018 - 12:10 am

De todo y sin medida

Pobre niño rico, gastando capital político en su coordinador de campaña, cuando debería ser al revés; pobre Meade, tratando de hacer algo que no lograron los mil 963 millones de pesos que Nuño le quitó de la mesa a los mexicanos para en defender a punta de billetazos una reforma que, si las cosas siguen como van, será demolida en una plaza pública el 2 de julio.

18 de julio de 2016. El Presidente tiene una penosa aparición, en medio del escándalo de la “casa blanca”, para anunciar el Sistema Nacional Anticorrupción. Sale de la presentación con la cola entre las patas, como se dice coloquialmente. Foto: Cuartoscuro

No pasaba desapercibida, al menos para este grupo de amigos, cada portada en la que aparecía Aurelio Nuño. Teníamos una apuesta: “mañana le toca”. Una apuesta de broma, por supuesto. En el fondo, lo que más nos extrañaba era que se trataba (se trata) de un periódico de izquierda. Ya sé que molesta a muchos que se comenten estos temas. Pero así pasaba. Lo digo sin filtro. Era muy notorio que un enemigo de los sindicatos magisteriales de izquierda estuviera al menos una vez a la semana allí, con su carota, diciendo cualquier cosa, en un diario de izquierda.

No es mi afán de polemizar sobre los medios que fueron y son parte de un reparto histórico de 60 mil millones de pesos, el monto que destinará el Gobierno de Enrique Peña Nieto a los medios. Organizaciones civiles mexicanas y extranjeras dicen que fue ese dinero fue (es) usado para comprar voluntades; yo agrego: y portadas… y helicópteros, porque los salarios de los periodistas siguieron deprimidos en todo este sexenio (dicen Fundar y Artículo 19) mientras que se repartía una cantidad demencial de dinero, sin reglas y sin tope, a un puñado de medios que, estoy seguro, el Gobierno federal consideró (considera) sus aliados.

Alguna vez alguien me contó, con información de la que no tengo por qué dudar, que Nuño era el hombre del reparto a los medios. Decidió partidas y vetos.

–Fue él quien le dijo al director del medio Fulano de Tal que, de entrada, se le consideraba enemigo del Gobierno del Presidente Peña. Fue en 2015. Para eso se reunió con él, con el director: para anunciarle que el medio estaba vetado.

Insisto: me lo dijo alguien que sabe de esos temas.

También supe que Aurelio Nuño participó en al menos dos o tres negociaciones que atañían a más de un periódico. Un día lo cuento completo. Estuve al tanto, casi en tiempo real, de su participación en esas negociaciones que afectaron a periodistas en particular, y beneficiaron a otros.

En resumen, para no extenderme porque además hay cosas que sirven más cuando se guardan (y “caimán no come caimán”, dijo alguna vez Gabriel García Márquez): el tipo es en parte culpable que Enrique Peña Nieto no cumpliera su promesa de campaña, lanzada en mayo de 2012: “Como Presidente de la República impulsaré una reforma constitucional para crear una instancia ciudadana y autónoma que supervise que la contratación de publicidad de todos los niveles de gobierno en medios de comunicación se lleve a cabo bajo los principios de utilidad pública, transparencia, respeto a la libertad periodística y fomento del acceso ciudadano a la información”.

En diciembre de 2017, el maravilloso señor Nuño le explicaría esto a The New York Times:

“Poco después de su elección, el equipo de Peña Nieto ideó un plan para regular el gasto de los medios. Pero Aurelio Nuño, el ex jefe de gabinete y ex Secretario de Educación, dijo que la propuesta nunca avanzó lo suficiente como para convertirse en el borrador de una ley que pudiera cambiar esa situación. El esfuerzo fue subsumido por otras promesas de campaña y se quedó atrás”.

Coincide con lo que me dijo aquél: “Aurelio Nuño fue el que ordenó no darle publicidad a los medios que fueran críticos del Presidente. Él, directamente, se echó la bronca”.

Y él, también, fue uno de los grandes beneficiarios del gasto inmoral en publicidad oficial de este sexenio.

De acuerdo con Reforma, la Secretaría de Educación Pública (SEP), entonces a cargo de Nuño, gastó sólo durante 2017 un total de mil 963 millones de pesos en comunicación social y superó en 2 mil 680 por ciento los 70.6 millones de pesos de presupuesto original aprobado por el Congreso de la Unión. Así. Sin rubor.

Nuño reforzó “la campaña del nuevo modelo educativo, derivado de la reforma en el sector, y el gasto en comunicación social ascendió a 5.3 millones de pesos al día en propaganda”.

Dinero de los mexicanos que se fue a la basura. Una montaña de dinero gastado en prensa, en un país con 53 millones de pobres.

Un tuit de José Merino (@PPmerino):

“Digamos que un maestro de primaria gana 9,500 al mes y tiene 21 estudiantes en promedio. Lo que se gastó Nuño en publicidad sólo en 2017 alcanzaría para 10 años de salario de 1,428 maestros beneficiando a 300,000 niños. (Así él y así los medios que estiraron la mano)”.

***

Me da un poco de pena ajena cuando escucho a José Antonio Meade defender la Reforma Educativa de Aurelio Nuño. Mi vido, como dicen por allí. Básicamente mete las manos al fuego por una reforma que hizo su coordinador de campaña… quien es el que le dice en qué debe meter las manos al fuego. Aprrr.

Pobre niño rico, gastando capital político en su coordinador de campaña, cuando debería ser al revés; pobre Meade, tratando de hacer algo que no lograron los mil 963 millones de pesos que Nuño le quitó de la mesa a los mexicanos para en defender a punta de billetazos una reforma que, si las cosas siguen como van, será demolida en una plaza pública el 2 de julio.

Este episodio es el resumen de todo lo que es Meade, o de lo que ha representado. Lo tienen allí para que defienda las causas del grupo compacto del que él nunca fue miembro honorario; lo tienen allí porque era el que podía defender a los corruptos, las reformas fallidas, el sexenio del fracaso. A eso olía desde un principio. Pero lo viene confirmando a diario. Por eso el “relanzamiento” de su campaña sonó bofo: no tiene el control y no se atreve a (o no puede) tanto.

Nombre, unos genios: querían un títere y lo tuvieron. Pero esta vez el títere no era guapo, ni bueno para hablar, ni tenía presencia.

Faltan 47 días. No hay plazo que no se cumpla.

Todo parece indicar que perdieron la apuesta.

***

…O hicieron todo para perder la apuesta. De todo y sin medida, como diría José José.

The Economist les dedicó un editorial el 24 de junio de 2015. Llamaba a que el Gobierno de Peña rectificara.

En los siguientes años, sin embargo, el Gobierno de Peña se dedicó en cuerpo y alma a confirmar el artículo.

Se llamaba “El Pantano Mexicano”. Subtítulo: “El Presidente no entiende que no entiende”. (“The Mexican morass. A president who doesn’t get that he doesn’t get it”).

Decía:

“Enrique Peña Nieto prometió trabajar para liberar a su país del crimen, la corrupción y la impunidad. El mensaje es el correcto. Pero desafortunadamente para Peña, los mexicanos son cada vez más incrédulos acerca del mensajero”.

Y se puso peor.

Decía:

“México todavía está furioso por la respuesta del Gobierno al secuestro de 43 estudiantes. La principal respuesta política de Peña a la masacre es una propuesta de enmienda constitucional para abolir las fuerzas policiales municipales. Pero es posible que el Congreso no lo apruebe”.

Así fue.

Decía:

“La última vergüenza, reportada esta semana por The Wall Street Journal, es que Peña compró una casa a un pequeño constructor que ha ganado una gran cantidad de contratos de su administración. Esto sigue a la revelación de que Luis Videgaray, su Secretario de Hacienda, compró una casa en un club de golf con una hipoteca del vendedor, una compañía propiedad de Juan Armando Hinojosa. El empresario recibió muchos contratos del gobierno federal. Esto confirmó los estrechos vínculos entre la administración y Grupo Higa, el imperio empresarial de Hinojosa […]”.

Y se puso peor.

Decía:

“[…] Se necesitan varios cambios. Las propuestas para un fiscal independiente y una agencia anticorrupción deberían ser rápidamente rastreadas (deprimente: los partidarios de Peña quieren que la última esté bajo control gubernamental)”.

Así fue.

Decía:

“El segundo elemento que falta es la responsabilidad política. Nadie ha asumido la responsabilidad y ha renunciado por las fallas en seguridad, el contrato del tren dudoso o los conflictos de intereses. Nadie ha excluido a Grupo Higa de los contratos con el gobierno mientras se investiga de forma independiente, aunque solo sea para establecer que es intachable”.

Y se puso peor.

Decía:

“‘No entienden que no lo entienden’, dice un ex alto funcionario. Pero los mexicanos lo entienden. La calificación de aprobación de Peña ha caído al 40 por ciento, cerca de la más baja para un Presidente mexicano”.

Y se puso peor.

Decía:

“Sus audaces reformas económicas aún pueden traer recompensas políticas. Las divisiones de la oposición pueden ayudarlo a ganar una elección en el Congreso en junio. Pero los últimos meses han socavado la autoridad que utilizó para asegurar las reformas”.

Y se puso peor.

Decía:

“Y con las encuestas que sugieren que la participación en las elecciones será pésima, el principal beneficiario del cinismo que el Presidente está engendrando puede ser Andrés Manuel López Obrador”.

Y así fue.

El deseo de sacarle jugo al dinero de la gente se impuso. Como Nuño.

Ahora están por irse con la cola entre las patas. Como Nuño. Y como Peña. O como Osorio. O como Videgaray. O como Meade. O como el PRI, todo.

Ganó la voracidad.

De todo. Y sin medida.

 

(Sólo por esta ocasión escribiré el martes. Nos vemos el próximo lunes).

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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