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Diego Petersen Farah

15/07/2016 - 12:00 am

Peña contra la terca realidad

El PRI es disciplinado y los priistas obedientes, es cierto, pero hay límites.

El PRI es disciplinado y los priistas obedientes, es cierto, pero hay límites. Foto: Cuartoscuro
El PRI es disciplinado y los priistas obedientes, es cierto, pero hay límites. Foto: Cuartoscuro

Enrique Ochoa Reza, nuevo dirigente nacional del PRI, parece tener muy claro que su primera batalla es contra la corrupción, pero solo la de los gobernadores. El Presidente está enojado. En su diagnóstico la derrota del PRI el mes pasado está directamente vinculada a la corrupción de los gobernadores de su partido. Y tiene razón: tuvieron gran parte de la responsabilidad de las derrotas en Quinta Roo, Veracruz, Chihuahua, Tamaulipas, Durango etcétera, pero eso es solo una parte de la ecuación. La otra es el mismo gobierno de Peña: ningún Presidente había estado tan mal evaluado en su gestión al entrar al cuarto año de gobierno.

La apuesta del Presidente Peña y su secretario de asuntos del partido, Enrique Ochoa, parece ser llevar a la hoguera a dos o tres gobernadores para salvar la imagen del Gobierno federal y del partido. Si, de cualquier forma, a los Duarte, Javier en Veracruz y César en Chihuahua, el PAN los va a perseguir para meterlos al bote, el presidente y el PRI podrían adelantarse o al menos no dejarle todo el mérito a la oposición. Subirse al tren del linchamiento (justificado si se quiere, pero linchamiento al fin) puede llevar al PRI a congratularse con una sociedad más hambrienta de venganza que de justicia. Sin embargo, el costo interno podría ser demasiado alto. El PRI es disciplinado y los priistas obedientes, es cierto, pero hay límites. En más de un ocasión han demostrado de lo que son capaces de hacer para derrotar a un candidato de su partido que no les gusta o cobrarse una mala pasada: desde huelgas de brazos caídos en el día de la elección hasta aliarse con los partidos de oposición.

El diagnóstico que los colaboradores cercanos de Los Pinos le han vendido al presidente es que el problema de su gobierno es solo de imagen, que los resultados son buenos o muy buenos con respecto a otros sexenios y que lo que tiene que hacer es “comunicar bien” y dar señales positivas. Ceguera de taller o soberbia de poder, al Presidente y sus asesores se les olvida que si hay un problema de imagen, éste está perfectamente ubicado: la “casa blanca”. Lo que Peña haga o deje de hacer en materia de corrupción no tiene efecto alguno porque, salvo ellos, nadie cree en las conclusiones del Secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade, respecto a el origen de la mansión de la primera dama.

El gobierno de Peña y el PRI criticando y persiguiendo la corrupción tiene tanta credibilidad como una matrona persiguiendo la prostitución. Eso no quiere decir que los otros partidos no tengan militantes y ex gobernantes corruptos, los hay para dar y repartir, simplemente es no tener claro dónde están parados.

El aislamiento del poder termina enfrentando irremediablemente a los poderosos con la terca realidad.

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