Author image

Julieta Cardona

16/09/2017 - 7:00 am

Nadie es inocente

me convencí de necesitar otro punto de partida. otro final. por eso me rapé a la mierda. claro, además estoy en mi crisis de los treinta y eso ayuda a tomar cualquier decisión sin tanto drama y decir que no con más soltura. que no o que no sabes.

Pantone 191 C. Foto: Especial

me convencí de necesitar otro punto de partida. otro final. por eso me rapé a la mierda. claro, además estoy en mi crisis de los treinta y eso ayuda a tomar cualquier decisión sin tanto drama y decir que no con más soltura. que no o que no sabes.

me pasó la otra vez, por ejemplo, que un hombre (casi tirándole a los cincuenta, regordete, bañado en vello y con tremenda confianza en sí mismo que no daba envidia sino ansiedad) interrumpió bruscamente mi lectura a una entrada de un blog buenísimo que te contaba el milagro de crecer tu plantita de marihuana y después usarla para hacer banana pancakes en calzones. la cosa es que me preguntó: ¿te molesta que me meta desnudo a la alberca? –compartida en aquel momento y espacio–. no sé, le dije, ¿te gusta el nombre de María Sabina? es que así le pondré a mi planta, le dije después.

cerré mi lap y me fui. rojo por rojo, dice la biblia. entonces me lancé al bar del hostal y quién sabe cómo de pronto estaba –entre puras mujeres y con tremendo trago en mano– en medio de una acaloradísima discusión sobre el apego por una parte y, por la otra, sobre el cabello como símbolo de poder y feminidad etérea. yo, como era la única sin melena y como traigo ese tema desde que me rapé a la mierda, no me callaba el pico.

nada memorable por resaltar, solo no me callaba el pico. éramos una asamblea de brujas de esas que no paran hasta que el oráculo les avienta alguna verdad. pero no tuvimos tanta suerte porque nuestra vocera divina era la uva fermentada y nuestro torrente de gilipolleces –cómo me gusta esa palabra– iba desde hablar de signos budistas, arquetipos, chakras, el útero de Gaia, mitología, lenguaje, psicosis, el largo del cabello de María Magdalena y otras diabluras indecibles que solo se consienten cuando el vino ha lubricado nuestra parte más compasiva.

querido dios: si existes, para ya esta charlatanería, urgí para mis adentros. pero la discusión siguió, naturalmente. quién sabe cuánto habrá pasado antes de que nos disipáramos y formáramos grupos ya por fin, hablando en voz bajita. estaba por irme cuando escuché a alguien decir –refiriéndose a mí–: que para que se lo tome tan en serio y se haya rasurado la cabeza es porque algo hizo. y claro, ni ellas, ni yo, ni el ojo, ni el diente, ni el oráculo, ni la copa con restos de vino rojo, ni el gordo en pelotas, ni dios, somos inocentes.

 

 

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas